Voluntarios para saltar sobre Normandia

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nmoral
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por nmoral »

esta es la batalla en la que estoy peleando? Es que me suena la pregunta del correo :lol:


Mi situación / opinión es la misma que la de Pietrain.

Por ciert, como quedaba tanto tiempo creía que la batalla en curso duraba más
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Patxi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

La duracion de las batallas las marca la consecucion o no de ciertos objetivos por parte aliada (principalmente) o alemana. En esta batalla, los aliados han alcanzado la granja y vosotros habeis mantenido abierta la carretera del puente, luego era innecesario continuarla.

A continuacion, despues de que ambos bandos se reagrupen, mantengan contacto con sus Cuarteles Generales y establezcan nuevos objetivos, la batalla se reanudara.

Un poquito de paciencia. La gerencia esta trabajando en ello. :mrgreen:
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nmoral
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por nmoral »

Patxi escribió:La duracion de las batallas las marca la consecucion o no de ciertos objetivos por parte aliada (principalmente) o alemana. En esta batalla, los aliados han alcanzado la granja y vosotros habeis mantenido abierta la carretera del puente, luego era innecesario continuarla.

A continuacion, despues de que ambos bandos se reagrupen, mantengan contacto con sus Cuarteles Generales y establezcan nuevos objetivos, la batalla se reanudara.

Un poquito de paciencia. La gerencia esta trabajando en ello. :mrgreen:
ok :)

Entonces los amerikanen abrazasetos son los de este hilo bien bien, bueno es saberlo :mrgreen:
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Presi »

nmoral escribió:
Entonces los amerikanen abrazasetos son los de este hilo bien bien, bueno es saberlo :mrgreen:
No son todos los que están ni están todos los que son, pero sí, te puedes hacer una idea :mrgreen:
 "Las derrotas hay que llevarlas con dignidad y las victorias con humildad."
 "En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero."

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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

Llevo una semana que no paro y no tengo tiempo para nada. A ver si mañana le pego un tiento en la hora de la siesta y consigo ir haciendo alguna cosita para el rush final.
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

La ancha mano descansaba sobre una hoja de cartografía militar, un montón de cuartillas con órdenes garabateadas e informes y fotografías de Inteligencia. Los dedos empezaron a tamborilear nerviosos sobre los papeles. Después de un rato de rápido repiqueteo, todos excepto el índice se detuvieron. La yema de aquel dedo recorría la única línea roja que comunicaba una mancha amarilla con la palabra UTAH escrita en negrita con el revoltijo de líneas de diferentes colores que conformaban el interior de la península de Cotentin. Se deslizaba arriba y abajo recorriendo esa carretera. Arriba y abajo. Se detuvo unos instantes en la intersección entre aquella línea roja y una pequeña línea azul. Un puente. El índice volvió a aporrear rítmicamente el plano. Justo en ese puente. Un insignificante punto en medio de otros cientos de puntos que conformaban aquel mapa. Súbitamente, el dedo se detuvo. Debajo de él se podía leer Coquigny. La voz de Strayer bramo:
-¿Se sabe algo de la Dog? ¿Alguien sabe algo del puente de Coquigny?
Silencio sepulcral. En aquella casona de Saint-Marie-Eglise, improvisado cuartel general de la 101, se podía oir el zumbido de las moscas y el tic-tac del mecanismo del reloj de pared situado en el salón. El puño de Strayer se dejo caer pesadamente sobre el plano, dejando Coquigny ligeramente hundido y arrugado.
-¿Nadie sabe si ese puto puente esta en nuestro poder?
Otro incómodo silencio, más sepulcral si cabe. Los radiotelegrafistas se miraban. Los oficiales del Regimiento se miraban esperando que alguien dijese algo, pero nadie abrió la boca. Los enormes dedos de Strayer se comprimieron, arrebujando el papel y haciendo que Coquigny, su puente y las líneas de colores se fundiesen entre los pliegues del papel arrugado.
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

Mientras tanto, en la prisión de Caen, la señora Amélie Lechevalier, que esperaba que la ejecutasen por haber salvado a pilotos aliados, oyó un susurro al tiempo que le pasaban el plato de hojalata con el desayuno por debajo de la puerta de su celda.

—Esperanza, esperanza —dijo la voz—. Los británicos han desembarcado.

La señora Lechevalier se puso a rezar. Se preguntó si su marido Louis, que estaba en una celda próxima, se habría enterado de la noticia. Había oído explosiones durante
toda la noche, pero creyó que se trataba del acostumbrado bombardeo aliado. Ahora existía una posibilidad; tal vez los salvarían antes de que fuese demasiado tarde.
De pronto oyó alboroto en el pasillo. Se arrodilló y escuchó por la ranura de debajo de la puerta. Oyó gritos y la palabra «Raus! Raus! (Fuera, fuera)» repetida una y otra vez.

Luego pasos, portazos y de nuevo el silencio. Minutos más tarde le llegó desde el exterior el ruido prolongado de las ametralladoras disparando. A los guardias de la Gestapo les entró pánico. A los pocos minutos de conocer la noticia de los desembarcos montaron dos ametralladoras en el patio de la prisión. Los prisioneros masculinos fueron sacados en grupos de diez, colocados contra la pared y ejecutados. Los habían detenido imputándoles una diversidad de delitos, unos verdaderos y otros falsos. Entre las víctimas estaban:

Guy de Saint Pol y Rene Loslier, granjeros; Pierre Audige, dentista; Maurice Primault, dependiente de comercio; coronel retirado; Antoine de Touchet; Anatole Leliére, secretario del ayuntamiento de la ciudad; Georges Thomine, pescador; Pierre Menochet, policía; Maurice Dutacq, Achule Boutrois, Joseph Picquenot y su hijo, obreros de los ferrocarriles franceses; Albert Anne; Désiré Lemiére; Roger Veillat; Robert Boulard.

En total, noventa y dos ejecutados, de los cuales solamente cuarenta eran miembros de la Resistencia. En ese día en que comenzó la gran liberación, estos hombres, sin explicación ni juicio alguno, fueron asesinados. Entre ellos se encontraba también el marido de la señora Lechevalier.

Los disparos prosiguieron durante una hora. En su celda, la señora Lechevalier se preguntó qué estaría ocurriendo.

*Extracto del libro El dia D de Cornelyus Ryan

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Serie de fotografias donde se puede ver el muro donde asesinaron a los presos en el año 1944, en la actualidad y una placa conmemorativa en recuerdo de esos hechos.




Tengo creado el mapa y he puesto las unidades restantes de anteriores batallas y otras sorpresas que les encantaran. Me faltan ir creando los informes, seguir con estos pequeños fragmentos de libros y articulos y ultimar algunos detallitos en el editor y ya se podria lanzar la batalla. La cosa va lenta, lenta, jurl. Mientras tanto, entretenganse con estas pequeñas narraciones para irse metiendo en harina y sientanse libres de colaborar con relatos de su puño y letra para dar una mayor ambientacion al asunto.
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Presi »

Seguimos aquí, nos gusta la lectura y estamos seguros que con las "sorpresas que les encantaran" seremos capaces de tomar el puente que tanto desea Strayer (¿Donde andará ese maldito oficial que no se moja?)...

Imposible igualar el nivel de relatos a los que nos tiene acostumbrados el hacedor. Así no hay quien compita, jejejeje :Ok:

Paciencia, toda la del mundo. Esta nos es una campaña normal, sino un libro bien escrito con unas buenas pinceladas de acción en primera persona :babas:
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

A ochocientos metros de la playa, el cabo primero Josef Háger, aturdido y tembloroso, encontró el gatillo de su ametralladora y empezó a disparar de nuevo. La tierra
parecía estallar a su alrededor. El ruido era ensordecedor. Le zumbaba la cabeza y el miedo le hacía sentirse mareado; tenía dieciocho años de edad.
Había luchado bien, ayudando a cubrir la retirada de su compañía cuando la División 716 retrocedió detrás de la playa Sword. No sabía a cuántos había dado.
Fascinado, había esperado a que los soldados enemigos llegaran a la playa y los había ido tumbando uno tras otro.
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Frecuentemente se había preguntado qué sensación se experimentaría al matar enemigos. Muchas veces había hablado de este tema con sus amigos Huf, Saxler y «Ferdi» Klug. Ahora Háger lo había comprobado: era terriblemente fácil. Huf no había llegado a saberlo, lo habían matado durante la retirada.
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Háger lo había dejado en un seto, con una bala en la frente y la boca abierta. Háger no sabía el paradero de Saxler, pero «Ferdi» estaba a su lado, medio ciego, con la cara ensangrentada por la metralla.
Y en este momento, Háger sabía que era cuestión de tiempo que los mataran a todos. Junto con diecinueve hombres —todo lo que quedaba de la compañía— estaba en una
trinchera delante de un pequeño bunker. Por todos lados les llegaba el fuego de ametralladora, mortero y fusilería. Estaban rodeados. Todos sabían que si no se rendían,
les matarían. Todos excepto el capitán que seguía disparando la ametralladora detrás de ellos, en el bunker. No les dejaba entrar.
—¡Debemos resistir! ¡Debemos resistir! —gritaba.
Esos momentos fueron los peores en la vida de Háger. Ya no sabía a qué disparaba. Cada vez que los disparos del enemigo se calmaban un poco, él apretaba el gatillo y
sentía palpitar a su ametralladora. Eso le proporcionaba valor. Entonces el fuego enemigo se intensificaba, y todos los hombres volvían a gritar al capitán:
—¡Déjenos entrar! ¡Déjenos entrar!
Tal vez fueron los tanques los que hicieron cambiar de opinión al capitán. Todos oyeron el zumbido y el ruido de las cadenas de los vehículos. Eran dos. Uno de ellos se detuvo en un campo. El otro prosiguió lentamente su camino a través de un seto y pasó junto a tres vacas que estaban tranquilamente pastando en un prado. Los hombres de la trinchera vieron que el tanque bajaba el cañón, dispuesto a disparar a quemarropa. Y en ese momento, inesperadamente, el tanque estalló. Uno de los hombres de la trinchera lo había alcanzado con el proyectil anticarro de un panzerfaust. Asombrados, sin estar seguros de los que había pasado, Háger y su amigo «Ferdi» vieron que se abría la torreta en llamas del tanque y un hombre intentaba la salida desesperada entre el humo negro. Gritando y con su ropa ardiendo, el tanquista sacó medio cuerpo fuera y se desplomó, colgando a un lado del tanque. Háger le dijo a «Ferdi»:
—Espero que Dios nos dé mejor muerte.
El otro tanque, que se mantuvo prudentemente fuera del alcance del bazooka, comenzó a disparar, y por fin el capitán ordenó a los soldados que entraran en el bunker.
El fortín, que apenas tenía las dimensiones de un cuarto de estar corriente, estaba abarrotado de soldados muertos y agonizantes. Además de éstos había más de treinta hombres tan apiñados que no podían sentarse, ni volverse siquiera. Hacía calor, estaba oscuro y había un horrible ruido. Los heridos se quejaban. Los hombres hablaban en diferentes idiomas, ya que muchos de ellos eran polacos o rusos. Y el capitán, sin hacer caso de los gritos de los heridos que le pedían: «¡Rendición! ¡Rendición!», seguía disparando a través de la abertura.
Hubo una pausa; Háger y los sofocados hombres del bunker oyeron que alguien gritaba en el exterior:
—¡Haríais mejor en salir!
El capitán respondió disparando la ametralladora. Pocos minutos después oyeron la misma voz:
—Harías mejor en abandonar, Fritz.
Los hombres tosían por el tufillo acre que despedían las descargas de la ametralladora, que enrarecía más la ya viciada atmósfera. Cada vez que el capitán se detenía para
cargar, la voz les decía que se rindiesen. Finalmente alguien les habló desde el exterior en alemán, y Háger recuerda que uno de los heridos, empleando las únicas palabras
que parecía saber de inglés, comenzó a gritar como si fuera un sonsonete:
—Hello, boys! Hello, boys! Hello, boys!
Se interrumpió el fuego que provenía del exterior, y a Háger le pareció que todos se dieron cuenta en ese mismo momento de lo que iba a ocurrir. Había un pequeño atisbadero en la cúpula del bunker. Háger y otros hombres izaron a uno de sus compañeros para que viera lo que pasaba. De repente gritó:
—¡Lanzallamas! ¡Están trayendo un lanzallamas!
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Háger sabía que las llamas no les alcanzarían, ya que el respiradero metálico posterior estaba dividido en compartimentos estanco. Pero podría matarlos el calor. De pronto
oyó el característico ruido del lanzallamas.
Ahora el aire sólo podía entrar a través de la tronera del bunker, desde la que disparaba el capitán, y por el atisbadero del techo.
La temperatura comenzó a subir gradualmente. Algunos hombres fueron presa del pánico. Agarraban, empujaban y gritaban:
—¡Tenemos que salir!
Intentaban tirarse al suelo y abrirse paso hacia la puerta por entre las piernas de sus compañeros. Pero, impedidos por la presión de los demás, ni siquiera pudieron llegar al
suelo. Todo el mundo suplicaba al capitán que se rindiera, pero el capitán seguía disparando, sin moverse de la tronera. El aire se hacía irrespirable por momentos.
—Vamos a respirar todos a mis órdenes —gritó un teniente—. ¡Dentro!...¡Fuera!... ¡Dentro!... ¡Fuera!...
Háger observó que el metal del respiradero pasaba de rosado a rojo y luego a blanco brillante.
—¡Dentro!...¡Fuera!... ¡Dentro!... ¡Fuera!... —gritaba el teniente.
—Hello, boys! Hello, boys! —gritaba el herido.
Y Háger podía oír al operador de radio en una esquina, repitiendo una y otra vez al micrófono:
—¡Adelante, Espinacas! ¡Adelante, Espinacas!
—El aire es sofocante, señor. ¡Debemos rendirnos! —gritó el teniente.
—¡Ni hablar de eso! —rugió el capitán—. Vamos a intentar salir luchando. Cuente los hombres y las armas.
—¡No! ¡No! —gritaron los hombres desde todos los rincones del bunker.
«Ferdi» le dijo a Háger:
—Como eres el único, aparte del capitán, que tiene ametralladora, ese loco te va a hacer salir el primero. Créeme.
Muchos hombres sacaron desafiantes los cerrojos de sus fusiles y los tiraron al suelo.
—No saldré —dijo Háger a «Ferdi». Y sacó el cerrojo de su ametralladora.
Los hombres comenzaron a desvanecerse debido al calor. Doblaban las rodillas, inclinaban la cabeza y se mantenían en una posición medio erguida; no podían caer al suelo. El joven teniente continuó rogando al capitán, pero en vano.
Nadie podía alcanzar la puerta, ya que estaba junto a la tronera donde el capitán tenía emplazada la ametralladora.
De repente el capitán dejó de disparar. Se volvió hacia el operador de radio y le preguntó:
—¿Ha establecido contacto?
El operador contestó negativamente. Entonces el capitán miró a su alrededor como si fuera la primera vez que veía el apiñado interior del bunker. Parecía desconcertado. Tiró la ametralladora y dijo con resignación:
—Abrid la puerta.
Háger vio que alguien sacaba por la apertura un fusil cubierto con un paño blanco.
Desde el exterior se oyó una voz que decía:
—De acuerdo, Fritz. ¡Salid de uno en uno!
Boqueando en busca de aire y deslumbrados por la luz, los hombres fueron saliendo del oscuro fortín. Si no arrojaban enseguida sus armas y sus cascos, los ingleses que
estaban a ambos lados de la trinchera disparaban a tierra, detrás de los prisioneros.
Al llegar al extremo de la trinchera les iban cortando los cinturones y cordones. Luego los hacían tumbar boca abajo en el campo.
Háger y «Ferdi» salieron de la trinchera con los brazos en alto. Mientras le cortaba el cinturón, un oficial inglés le dijo a «Ferdi»:
—Dentro de dos semanas veremos a tus compañeros en Berlín, Fritz.
«Ferdi», con la cara ensangrentada, intentó hacer una gracia.
—Para entonces ya estaremos en Inglaterra —dijo.
Se refería a que estarían en un campo de concentración, pero el inglés lo entendió mal.
—¡Llevad a estos hombres a las playas! —rugió.
Sujetándose los pantalones pasaron junto al tanque alcanzado, que todavía estaba ardiendo, y cerca de las tres vacas que seguían pastando tranquilamente en el campo.
Quince minutos después, Háger y los demás estaban trabajando en el mar, entre los obstáculos, sacando minas. «Ferdi» le dijo a Háger:
—Apuesto a que cuando las ponías no pensaste que un día las sacarías.

*Extracto del libro El dia D de Cornelyus Ryan
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

El capitán Liberatori seguía a resguardo de la lluvia bajo la carpa ingeniosamente montada en el bosquecillo por sus hombres. Estaba hablando con su segundo, el teniente Obama, sobre la posibilidad de mandar a un pelotón de sus hombres para vadear el rio y volar el puente antes de que llegasen los blindados alemanes cuando la radio chisporroteo diciendo el nombre clave de su unidad:
- Pzzzzzzz (sonido de la estática de la radio)…… Papa Castor, papa castor, aquí Mama Oso, ¿me recibe?
Aquel puñetero nombre de Castor les venía como anillo al dedo. Incluso uno de sus sargentos había conseguido meter entre las cinchas de su correaje un gorro de trampero con una descomunal cola de castor colgándole de su parte trasera. Recuerdo de su tío abuelo cuando la fiebre del oro, parece ser.
-Aquí Papa Castor, le recibo…. -el operador de radio dio un respingo, saltó a la parte trasera del jeep y contestó lo más rápido que pudo, añadiendo-…. alto y claro.
Todos en la carpa se giraron hacia el jeep, aparcado a un par de metros de allí, bajo otro pequeño cobertizo hecho a base de ramas de árboles entrelazadas. Las conversaciones se acabaron bruscamente, las cucharillas dejaron de dar vueltas en las tazas metálicas llenas de café humeante y el silencio se adueño de los hombres a cubierto bajo el toldo.
-Papa Oso pregunta si han conseguido tomar la miel de la colmena….pzzzzzz….. Cambio.
Libby pensó en la persona de Inteligencia encargada de poner los nombres en clave de este sector de la invasión. Algún zoólogo o algún enchufado paleto de Nebraska seguramente, pensó para sus adentros. Papa Oso era el Teniente Coronel Strayer. Había que reconocer que el nombre le venía como anillo al dedo. Y con lo de la miel, se referían a los puentes del pueblo. El de carretera, la miel. El del ferrocarril, jalea real.
-Negativo. Repito negativo.
El operador miró al capitán, como implorando ayuda para mejorar aquella respuesta tan escueta y perjudicial para el buen nombre de la unidad. Libby se encogió de hombros. Apáñatelas como buenamente puedas, hijo, pareció decirle.
-Jalea real esta inutilizado. Cambio.
Levantó las cejas hacia arriba y apretó los labios hacia dentro. Era lo mejor que se le había ocurrido. Hubo un silencio largo y la estática zumbaba suavemente en los altavoces de la radio.
-….pzzzzzzz…. recibido.
Otro silencio. Más largo que el anterior. Mala cosa, pensó Libby. La voz de Mama Oso volvió a manifestarse:
-¿Miel esta anulado también? Cambio.
Lo del nombre en clave de miel había dado lugar a muchos comentarios irónicos al respecto. Comentarios que aumentaron cuando llegaron a Normandía y comprobaron lo jodidamente difícil que iba a ser tomar esos dos puentes con los hombres que habían podido tomar tierra de una pieza. Expresiones como “miel-da”, “quedarse con la miel en los labios“ y el sarcástico “¿miel sobre hojuelas?” habían cobrado todo su significado.
-Negativo, mama oso. La miel esta todavía operativo. Cambio.
-¿Abejorro esta sobre miel? Cambio.
Abejorro era la compañía Dog. Otro nombre acertado. Empezó a pensar que aquel zoólogo de Inteligencia había tenido mucho tino seleccionando los nombres. Demasiado ¿Los conocería a todos ellos? Era un entomólogo, sin duda. Un zoólogo especializado en entomología. O bien el paleto de Nebraska era apicultor.
Sus pensamientos volviendo al tema de abejorro y la Dog. Tener a sus hombres cerca le producía un desasosiego e irritación comparable a escuchar el zumbido de ese insecto cerca del oído. Todavía se acordaba del incidente del jeep. Por no llamarlo robo. Intentar espantar un abejorro con la mano, según le había repetido decenas de veces su madre de pequeño, era contraproducente. Tenía una picadura poco agradable, como los muchachos de Tiopepe. Había tenido que hilar muy fino para recuperar su vehículo. Así que mantenerse alejado de la Dog era lo mejor que podía hacer en la medida de sus posibilidades.
-Negativo.
Cuanta negatividad, pensó el operador de radio. Libby pensó lo mismo. Se estaban cubriendo de gloria con aquella conversación. Tantas negaciones les iban a traer mal karma. El capitán creía en ello, así que para compensar el hecho de repartir tanto mal entre los alemanes, pensaba que hacia el doble de bien entre los suyos y de esa forma compensaba. El devoto operador de radio saco un escapulario que le colgaba del cuello y besó una estampa colgada en su extremo. Gente curiosa estos zapadores. Ya se sabe que andar todo el rato con un par de cientos de TNT bajo el culo no ayuda precisamente a templar el ánimo. Y apostilló:
-Cambio.
Si los silencios anteriores habían sido extensos, este último se podía considerar kilométrico. El pío operador tuvo que tocar algunos botones, girar algunos diales y mover algo la antena para comprobar que el equipo seguía funcionando correctamente, hasta que pasados unos minutos, una voz atronadora rompió el suave ronroneo de la estática:
-Aquí Papa Oso, ¿me recibe?
Todos los hombres de la compañía de ingenieros que habían vuelto a sus quehaceres y faenas habituales, se quedaron petrificados. Las gotas de lluvia se detuvieron. La meada del sargento Morris tras aquel grueso pino se truncó. A Libby se le cayó una cerilla recién prendida al suelo. El operador se quedo helado, con la mano agarrando el auricular y mirando bobaliconamente a su capitán.
-Aquí Papa Oso, ¿me recibe?
El tono de voz se hizo más grave si cabe. Al teniente Coronel se le olvidó apagar el botón de retorno y Libby y sus hombres consiguieron escuchar lo que se mascaba en el Cuartel General, allí donde quisiera que estuviera instalado:
-Cagüendios, Richardson, ¿qué ostias ha hecho con la emisora de los ingenieros? Aquí no contesta ni Cristo bendito, cagüensuputamadre….
Las gotas de lluvia volvieron a caer con más fuerza. Morris se pillo un huevo al subirse la bragueta. A Libby se le cayó el cigarrillo de los labios, yendo a parar junto a la humeante cerilla y al operador de radio balbuceo unas palabras:
-¿Si? Adelante, Mama O…., digo Papa Oso, adelant….
De un rápido salto, Liberatori se plantó en el jeep, le arrancó el micro y continuo:
-Adelante, Papa Oso. Papa Castor a la escucha. Cambio.
Se escucho a través de los altavoces la vocecita del teniente Richardson puntualizando que debía de pulsar ese botoncito y aquella palanca para cerrar la comunicación y mejorar el retorno y…
-Vayase a tomar por culo, Richardson. Yo traje estas radios a la división, así que no me joda con sus tecnicismos….
Libby trago saliva. Deslizo la pestaña correspondiente y los altavoces se apagaron. Tan solo podía escucharse a través de los auriculares. Parecía que le iba a caer una buena pelotera encima y no quería que sus subalternos lo escuchasen, no fuesen a presuponer que su capitán fuese a atraer la mala suerte. Un cenizo. Lo que le faltaba para mejorar el espiritu combativo de su unidad. Sin embargo, el vozarrón de Strayer se atemperó un poco:
-A ver Libby…. –a tomar por saco todo el secretismo, pensó-, ¿tiene contacto con abejorro? No tenemos posibilidad de contactar con ellos a través de su equipo de radio desde que saltaron…. a saber qué diablos le habrá pasado.
-Negativo, señor. No se encuentran en mi campo visual…
-Pues mueva el culo, acérquese donde se encuentren. Quiero hablar con él personalmente.
-A sus ord….
-Corto y cierro.
El contacto se cortó. El capitán intento engañar a sus hombres simulando que continuaba hablando:
-A sus órdenes, señor. Muchas gracias, señor. Así lo hare, señor.
Especuló en añadir “a los pies de su señora, señor”, pero aquello iba a chirriar demasiado y los hombres iban a sospechar, así que finalizó su actuación con un entusiasta, corto y cierro, que no se creyó nadie.
-Bien, muchachos, voy a visitar a la Dog. Tienen a Papa Oso de un humor de perros. Estaré de vuelta en media hora. Charlton, Heston, radio, conmigo. El resto, mantengan posiciones y no hagan locuras.
Todos volvieron a sus quehaceres: calentar más café, levantar otro tenderete (los zapadores no podían estarse quietos mucho tiempo), desmontar algunas cajas vacías de munición para colocar tablones de madera en el suelo y evitar el barro que empezaba a formarse bajo sus pies.
El jeep se puso en marcha siguiendo las rodadas del Sherman hasta la granja Hougomont. El recuerdo de los consejos de su madre sobre los abejorros volvió a revolotear en su cabeza.
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Presi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Presi »

Como siempre, genial, intenso y divertido... Me quedo, entre muchas pinceladas con "Las gotas de lluvia se detuvieron. La meada del sargento Morris tras aquel grueso pino se truncó. A Libby se le cayó una cerilla recién prendida al suelo. El operador se quedo helado, con la mano agarrando el auricular y mirando bobaliconamente a su capitán. "

Pero, ¿Charlton, Heston y el operador de radio? Esto ya es demasiado :shock: :mrgreen:
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Tiopepe2 »

:palomitas:
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Pietrain »

Sencillamente fantástico... :aplauso: :aplauso: :aplauso:

Saludos!!!
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Von Patoso
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Von Patoso »

¡Vaya nivel! Esto da para un libro... :aplauso: :aplauso: :aplauso:
Conoce al enemigo y conócete a ti mismo y, en cien batallas, no correrás jamás el más mínimo peligro
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Granfali »

¡¡¡Figuraaaa!!! :aplauso:
Algunas personas nunca aprenden nada, porque todo lo comprenden demasiado pronto.
Alexander Pope.
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