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"Masacre: ven y mira".
Título original: "Idi i smotri".
Director: Elem Klimov.
Duración: 2 h. 22´.
URSS - 1985.
Esta obra se centra en las matanzas de civiles que llevaron a cabo los alemanes en Bielorrusia durante la segunda guerra mundial. El protagonista es un muchacho que se une a la guerrilla. El desgarro ante lo que contempla hace que madure y se endurezca.
Su narrativa no realiza ninguna concesión al espectador, que hasta en las escenas al parecer más inocentes se encuentra incómodo. No se ahorran detalles al mostrar las atrocidades, aunque tampoco se recrea en ellos. Pone un nudo en el estómago y no todo el mundo será capaz de soportar su intensidad emocional.
Es una denuncia y a la vez una muestra del cine como obra de arte. Una exigencia para que no se olvide jamás. Una obra necesaria.
"No sé lo que hay que hacer, esto no es una guerra".
Tiene unas imágenes y un dibujo geniales, y la historia, como está contada... en fin, si Dunkerque hubiera tenido una pizca de la emoción y buen hacer de esta peli...
Creo que alguien ya habló por aquí de ella pero hace tiempo... una lástima no haberla visto en cine
Vladimir escribió: ↑30 Sep 2017, 13:26
Cannon, te ha dolido lo de Dunkerque, jajajaja
Sí, jeje, fui al cine con ilusión porque me gusta el director y el cine bélico y menuda decepción me llevé. De todos modos lo de comparar esas dos pelis era en tono de broma, son cosas distintas aunque en cuanto a emoción, como Dunkerque me parecío totalmente falta de esa sensación, cualquiera le gana
Hay una escena en el cine que todos hemos visto en variadas ocasiones pero en distintas películas. Suele incluirse al principio de la narración para abrir un sugerente interrogante en el espectador. Es la escena del hombre que huye.
Normalmente, suele grabarse en espacios naturales -no recuerdo ninguna en espacio urbano, aunque mi memoria es débil-, y se monta en planos muy ágiles, cortos, atropellados, en primera persona al principio, con algún barrido de cámara para mostrar confusión y velocidad, acrecentando el efecto de ese entorno desconocido que el personaje apenas percibe en su mente acelerada por el palpito del miedo. Es también fundamental acompañar la escena con el sonido de su respiración agitada y el ruido al tropezar, o de ramas rotas. No suele acompañarse con música pues es una escena de inicio narrativo y no de final concluyente.
Luego se van intercalando otros pequeños planos que muestran al personaje, sus piernas mientras corre y tropieza; sus ropas, normalmente harapos o en mal estado, sucias las más de las veces. También es habitual mostrar algún indicio de herida o sangre para dramatizar aún más la situación del individuo. La técnica es muy usada y generalmente logra encasillar al espectador porque siempre abre la misma pregunta: ¿Por qué huye? Pero, sobre todo, lo que más curiosidad suscita es: de quién o quienes huye? Y esta última respuesta es posiblemente la que más interés genera si la trama apunta buenas maneras.
La respuesta a esa segunda pregunta que más me impactó en una escena derivada de la descrita, aunque quizás fuese por la edad en que la ví, es la original de “El planeta de los simios” cuando el protagonista descubre la identidad de aquellos jinetes que les dan caza. Yo era un niño, y al margen de eso, aún la recuerdo como uno de los planos más sobrecogedores -que no terroríficos- que he visto en cine jamás. En lugar de darte una respuesta, te abría infinidad de preguntas. Sin duda, uno de los mejores planteamientos cinematográficos que haya dado este arte.
Es curioso que esta mañana me haya acordado de esa escena y, sin querer, ahora tengo en mente otra persecución. Más triste. Y no es una película. Es en el documental de Felix Rodriguez de la Fuente en un capítulo sobre el lobo. Los más maduros del foro seguro que la recuerdan. Yo apenas tengo un par de planos en mi mente mientras escribo, pero también recuerdo que me produjo una sensación de enorme desasosiego. Creo que esa escena sí estaba rodada con música, pero, ya digo, no la recuerdo apenas. Es como una niebla en mi memoria. Tengo que conseguir volver a visionarla. Quizás, con el tiempo, ya no me produzca la misma emoción. No lo sé.
Huir. Huir de todo y de todos, intentar sobrevivir tan solo, o solo intentar regresar a casa, resistirse hasta el agotamiento tratando de encontrar un lugar donde vivir en paz. Tantas huidas en el cine (Blade Runner es el relato continuado de una persecución desde otro punto de vista, me pregunto), y no siempre acaban bien (en Cadena Perpetua el final de uno se contrapone al otro pero se gira para lograr otro final de esperanza para todos, evitando un desenlace parcial extremadamente duro para el espectador). Son aquellas persecuciones que no acaban bien las que más fuerza suelen tener porque la alimaña herida, sea hombre o animal, sabe que correrá hasta el límite de sus fuerzas pero llegará un momento que deberá detenerse forzado por su resistencia. En el suelo, abatido, sentirá los pasos de sus captores acercarse, posiblemente no levante la cabeza. Unos esperarán el tiro de gracia, otros, no menos afortunados, la red de sus captores que le obligará a ir a un lugar donde no quiere estar: la mente-colmena que nos aprisiona a todos.
