che guevara escribió:Viajero, podrias darnos el nombre del hispanista al que te refieres?
Ok, siento el rollazo de post enorme que dejo. Ahi va el articulo entero en caso de que no lo encuentres.
PS: moderadores, sed libres de borrar este post al cabo de unos dias si pensais que es demasiado tocho.
Trafalgar, 1805-2005: la Historia olvidada
HENRY KAMEN
Aunque estos días los británicos han estado muy enfrascados en política, también se están preparando para uno de los acontecimientos memorables de su Historia. Es un acontecimiento que curiosamente vincula el interés español con la Historia de Gran Bretaña. Si bien los españoles de hoy en día no están interesados en la Historia británica, y tampoco los alumnos la estudian en la universidad, hubo un tiempo cuando la situación no era tan desfavorable. Mucho antes de que existiera alguna historiografía especializada de España, los españoles ya se interesaban por los británicos y su Historia. La figura más destacable al respecto era Antonio Alcalá Galiano, que fascinado por la disciplina de la Historia, se dedicaba en sus horas de ocio en el exilio en Inglaterra a traducir obras de Historia del inglés al castellano. En 1828, fue nombrado para la Cátedra de Lengua Española que se establecía por primera vez en Inglaterra, en la University College de Londres.Muchos saben de Alcalá Galiano como político, pero pocos saben de su distinguido padre Dionisio, uno de los comandantes de marina más importantes de la Historia de España, que sirvió a las órdenes del gran explorador italiano Malaspina, y que dio su vida luchando contra los británicos en la batalla de Trafalgar.
El memorable evento que los británicos celebran es el bicentenario de la muerte de su más grande héroe naval, Lord Nelson. Nelson murió alcanzando una de las victorias más brillantes de la Historia de Europa sobre la Marina española y francesa en el Cabo Trafalgar, en 1805. ¿Alguien siente algún interés por esta batalla, en la que murieron Nelson, Dionisio Alcalá Galiano y 8.500 más? Ya que el Gobierno español hizo un gran esfuerzo económico en 1998 para conmemorar esa otra victoria británica sobre la Armada Invencible, podíamos pensar que este año haría otro tanto con la batalla de Trafalgar. No obstante, hasta el momento sólo ha habido silencio, un silencio de dos siglos, durante los cuales ni los gobiernos ni los historiadores españoles han mostrado el más mínimo interés por entender cómo llegó a pasar la gran derrota de 1805. Hasta el año pasado, con la publicación por dos investigadores (los profesores Cayuela y Pozuelo) de un estudio español sobre la batalla, ningún otro historiador español había examinado el acontecimiento.¿Cómo explicar este silencio? ¿Es que la Historia de España no merece una mayor atención?
Se diría que no. Lo único habido es la publicación ficticia sobre la batalla. Uno de los best-sellers de ficción de comienzos de este año ha sido una novela sobre Trafalgar. Esto no es una sorpresa.El primer libro español que trataba de Trafalgar, 68 años después del suceso, fue también una novela, la de Galdós. Parece que el público estaba contento leyendo fantasía sobre la famosa derrota, y no la verdad de lo que realmente sucedió. Los lectores se sentían bien, escudriñando un mundo imaginario mientras nadie intentaba ofrecerles el mundo real.
Esto ha ocurrido de nuevo este año, 132 años después de Galdós.La novela de Pérez-Reverte que se publicó a principios del año no tiene pretensiones de ser Historia, tampoco pretende emular el estilo literario de Galdós. Es una leve fantasía, en la que todos los buenos son españoles, y todos los malos son los demás.Los hechos históricos quedan reducidos al rango de una farsa, en la que los protagonistas hablan un insólito lenguaje inventado por el autor del libro. El autor afirma explícitamente que «es privilegio de novelista manipular la Historia en beneficio de la ficción». Es una extraña declaración. Personalmente no estoy convencido de que alguien tenga el derecho a «manipular la Historia».Hemos tenido mucha gente manipulando la Historia de España, por lo común dictadores y políticos, que han intentado impedir que aprendiéramos la Historia. Los novelistas no tienen el derecho de unirse a ellos. Muy al contrario. Cuando Tolstoy escribió su obra maestra Guerra y Paz, su expresa finalidad, que asentó en un largo y bien pensado epílogo, era prevenir la manipulación.
Un periódico ha concluido con razones válidas que la última novela sobre Trafalgar es, como su tema naval, «un naufragio». Ya que sé poco sobre novelas, no puedo decir si estoy de acuerdo. Pero el tema tiene importantes implicaciones. Durante los últimos años, se ha entretenido al público español con una inundación de novelas que para muchos lectores han ocupado el lugar de la verdadera Historia. Han sido invitados a conocer vidas de fantasía, de reyes, reinas, amantes, conquistadores, artistas, y generales, en una serie de obras que en general son de una desafortunada calidad literaria y sin el apoyo de datos fidedignos. En una cultura saludable, este tipo de escrito tendría una posición reconocible, siempre y cuando tuviera una buena reserva de estudios dignos e investigados que establecieran en alguna medida una verdad histórica. Desafortunadamente, ése no es el caso por el momento. Una novela popular sobre el Príncipe de la Paz, Godoy, se podría escribir en tres días, una vida de él fiable llevaría cinco años. Una burda vida de Alejandro el Magno se escribiría en cuatro días, una biografía seria -que todavía no existe en España- llevaría seis años. Una novela sobre los Tercios en Flandes podría escribirse en tres semanas, el hecho de que no haya ningún estudio histórico por un español sobre las guerras de Flandes es evidencia de la laguna que existe en nuestra información histórica.
La consecuencia de esta proliferación de falsedades es obvia.Como pasaba con el sistema monetario en el Siglo de Oro de España, la mala moneda expulsaba la buena, y el público acababa aceptando la moneda adulterada. El papel de la literatura popular no se cuestiona. Galdós y Pérez-Reverte, como Dickens y Conan Doyle antes, emplean el periodismo para ejercitar su profesión y ganarse la vida. Si existiesen más escritores populares buenos, la calidad de la ficción histórica mejoraría en lugar de ser bochornosamente pobre como lo es de momento. Pero eso no incide en el asunto básico. ¿De quién aprendemos lo que sucedió realmente en la Historia? El problema que hoy afrontamos es exactamente el mismo que Alcalá Galiano afrontó en 1820. Y es un problema conectado con los historiadores profesionales. Si son incapaces de escribir textos que el público corriente pueda leer y entender, entonces otros intervendrán y escribirán trivialidad. Antonio Alcalá Galiano inició el hábito de emplear historiadores extranjeros como base para una nueva historiografía en España. Es una posible solución, aunque tiene sus limitaciones.
La verdadera solución es gestar una raza de estudiosos que, en lugar de hablar entre sí en congresos cerrados donde se analizan aspectos fragmentarios de la Historia, sean capaces de comunicar a un público general los frutos de la investigación universal.En España ha habido tales estudiosos, y con frecuencia, como Marañón y Madariaga, no han sido historiadores, sino hombres de vasta educación que sabían lo importante que era la comunicación.También escribieron sus grandes libros fuera de España (el extraordinario Antonio Pérez de Marañón fue publicado en Madrid, pero escrito en París). Habrá sin duda un buen libro académico este año sobre la batalla de Trafalgar, pero se publicará fuera de España. En España, el Ayuntamiento de Cádiz celebrará con dignidad y fuegos artificiales esta famosa batalla, pero quedará olvidada en todos los demás sitios. ¿Pero por qué preocuparse de si nos olvidamos de nuestra Historia? Todavía tenemos nuestras novelas de ficción para alimentarnos con una imagen ficticia del pasado. La Historia manipulada colmará nuestras necesidades y se convertirá en nuestra verdadera Historia.
Henry Kamen es historiador británico e hispanista, autor entre otras obras de El gran Duque de Alba (2004) y de Imperio: la forja de España como potencia mundial (2003).