La "historia" de Kurt Knispel
La velocidad era fundamental a la hora de llevar a cabo el ataque. La presencia de un posible campo de minas por la izquierda de mi ataque era el menor de mis problemas ¿Qué me podían suponer? Un par de semiorugas descuajeringados. Una bicoca si conseguía tomar en poco tiempo la bandera que se ocultaba detrás de ese posible campo de minas. Después, podría aprovechar toda mi movilidad y toda mi potencia de fuego hacia la retaguardia enemiga, apoyando al resto de mis soldados.
Aunque el grueso de mis tropas (sobre todo infanteria y algunos blindados ligeros) marchaban por el centro, mis unidades más móviles las situe en el famoso movimiento suicida por mi izquierda y tenían órdenes de girar hacia la derecha e intentar explotar el éxito a la hora de pasar ese supuesto campo de minas.
El resto de los planes previstos se tuvo que ceñir a lo que nos fuésemos encontrando por el camino: una maraña de minas, alambradas, búnkeres y cañones AT emboscados que anularon las otras dos direcciones en las que dividí el ataque. Jodio comandante soviético.
Plan inicial de ataque
El semioruga de Bachofen encabezaría el atrevido movimiento por la izquierda. Se cubriría de gloria o perecería en el intento. Un movimiento audaz, tal y como se definió en el Cuartel General de Von Patxi. Hagamos historia, señores, crucemos por encima de ese condenado campo de minas o reventemos en el intento, había apostillado el comandante Von Patxi. Volaremos sobre las minas, había pensado para sus adentros Kurt Knispel mientras deslizaba una petaca de su mejor cognac en el interior del semioruga. Bachofen, por lo menos, subiría hasta el cielo o bajaría al infierno con el ánimo templado.
El semioruga de Bachofen se adelanta, a todo gas, a su columna que espera que les abra camino.
El Felwebel Knispel, observa como la columna central se pone lentamente en movimiento.
La petaca de cognac salta vacía en el suelo del semioruga de Bachofen. Dentro, mentones marcados, dientes rechinantes y nudillos blanquecinos, silencio roto por el repiqueteo del metal de la petaca y por el ensordecedor ruido de los 6 cilindros del motor Maybach HL 42 TUKRM exprimidos al máximo de revoluciones. Ciento cincuenta metros para llegar hasta la seguridad del bosquecillo. Cien metros. Sesenta. Vamos, vamos. Písale, joder, que de esta salimos enteritos. Tierra removida a la derecha. Campos de minas recién plantados. Tenían razón los malditos informes de inteligencia. Cuarenta metros. Una explosión. El semioruga sigue adelante. Bachofen mira hacia atrás. Un semioruga que seguía sus rodadas ha saltado por los aires ¿Una mina? ¡Que más dará! Dale, joder, dale. Cuarenta metros. Treinta. Veinte. Otra explosión resuena desde el pueblo. Un At. Una columna de tierra se levanta por detrás de su posición, a la derecha del resto de la columna que se mueve a toda velocidad en pos de Bachofen, su semioruga y sus malditas rodadas. Diez metros. Cinco. El SPW no reduce la velocidad. Los arboles se cierran. El semioruga se empotra violentamente contra la hojarasca seca, penetrando impetuosamente en la seguridad del bosquecillo. Bachofen grita. Su conductor grita. Los infantes que llevan detrás se golpean y gritan. Knispel, que gira su panzer hacia ese lado del frente para apoyar el avance del resto de la infantería a pie, ve como la columna de humo del semioruga destruido se eleva hacia los cielos y como el semioruga de Bachofen que encabezaba el ataque se pierde en la espesura.
Jodio Bachofen, le comenta a su artillero, se ha triscado mi mejor Leyrat y seguro que ni lo ha paladeado como se merecía. El muy cabrón. Se sonríe.
El Panzer de Knispel abandono la columna central para apoyar la columna de la izquierda. A lo lejos, vio como una columna de humo se elevaba hacia el cielo.
El semioruga de Bachofen se agita, se encabrita y libra los cerrados arbustos con los que se ha empotrado en su loca huida hacia delante. El conductor consigue recuperar el control del vehículo y sigue su avance hacia delante, deteniéndose unos metros más adelante.
Bachofen se gira y grita a la parte trasera del Skdf.
-Hemos cumplido. A partir de ahora la tarea es cosa vuestra....
Seis infantes al mando del sargento Fitzmeyer abren las portezuelas traseras y se apean aturdidos todavía por las sacudidas del semioruga. El resto de la columna comienza a ganar también la seguridad de la arboleda.
La radio comienza a bramar.
-¡T60 en el cruce! ¡¡Dos T60 en el cruce a la izquierda...!!
El movimiento del ala izquierda ha sido un éxito relativo.
En pocos turnos varios semiorugas y un blindado han alcanzado la seguridad del bosquecillo y avanzan hacia la bandera. La infantería que liba tras de él debe de seguir avanzando con fuego enemigo batiendo el terreno.
Un par de blindados ligeros enemigos se apostan cerca del cruce situado más al este del pueblo y comienzan a batir a nuestros infantes del ala izquierda. Apoyo acorazado.... Diablos, ¿dónde se meterán los malditos panzers cuando más falta hacen?
Mientras Fitzmeyer y su pequeño pelotón se adentran torpemente hacia la bandera, hacia retaguardia, entre el ramaje, se aprecia como el resto de unidades de infantería de a pie que les seguía en su avance, intentan protegerse sobre el terreno mientras son ametrallados desde el pueblo.
Buscad refugio detrás de esos matorrales.....
La lucha es ahora frenética.
Por el centro, la infantería sufre el fuego cruzado de infantes soviéticos bien parapetados en trincheras, apoyandose en unos formidables entramados defensivos de campos de minas y alambradas, que dificultan el avance, convirtiéndolo en una penosa labor. Los blindados que apoyan ese ataque poco pueden hacer en un terreno tan boscoso.
Zonas defensivas soviéticas en el centro del ataque alemán.
En el flanco izquierdo, prosigue el acoso por parte de tropas apostadas en el pueblo, los dos blindados ligeros del cruce y otro par de nuevo blindados ligeros que se han sumado a la fiesta.
Los requerimientos del teniente Liebig resuenan por la radio y siguen inundando la torreta de los dos Panzers que apoyan el ataque por este sector.
-Abatan esos blindados o no podremos apoyar a nuestros hombres en los semiorugas.
El Panzer 123 del Feldwebel Kurt Knispel cruza un corto e intenso duelo artillero con uno de los blindados del cruce. El segundo disparo impacta en el casco del BT (al final no resultaron ser T60) y lo deja fuera de juego.

Algunos infantes levantan la cabeza y azuzados por el corajudo teniente Liebig prosiguen su avance hacia delante.
Maniobrando lentamente, el segundo panzer IV, que ha alcanzado la linde del bosque junto con los semiorugas, dispara a bocajarro sobre el otro BT que cubría el cruce y allana el camino para los hombres de Liebig, que aun así siguen recibiendo plomo de forma intermitente de los otros dos blindados que defienden Grigorevka y disparos de fusilería procedentes del pueblo.
El combate de la columna central es cerrado y tenaz. Los soviéticos se encuentran atrincherados, los campos de minas ralentizan el avance de mi infantería y los blindados no pueden atravesar los bosquetes que los cubren. La lucha por avanzar aquí se empantanará hasta prácticamente el final de la partida, aunque la superioridad de mis tropas conseguirá desalojar a los soviéticos de sus posiciones, permitiéndome vía libre hacia el pueblo.
Un par de blindados ligeros Panzers II y un Panzer IV, que maniobraban en un terreno tan escabroso (ya me gustaría ver aquí a Von Manstein y su manual sobre la guerra relámpago) se tienen que retirar al sufrir fuego de armas AT situadas en Grigorevka.
No es fácil apoyar a la infantería en un terreno tan boscoso
En un breve intervalo de tiempo, ambos Panzers II son destruidos mientras reculaban y buscaban posiciones de disparo. No son buenas noticias para el avance por este eje.
Malditos AT enemigos
Inmediatamente, retiro a los semiorugas y consigo colocar al Panzer IV protegido tras las ruinas de una casa y haciendo fuego de cobertura a los numerosos enemigos que bloquean el avance de mi infantería por el centro. Un combate sucio y nada heroico. Combate con cargas de demolición y granadas, lucha a corta distancia, edificios que saltan por los aires mientras los míos avanzan gateando y dejando detrás compañeros malheridos en los campos de minas y algunos rusos abatidos por la espalda mientras huían, presas del pánico, hacia retaguardia o que acabarán colgados como muñecos de trapo atrapados en sus propias alambradas. No hubo mucha gloria en este sector del frente, no.
El avance por la izquierda, sin embargo, continua a muy buen ritmo, una vez sofocados los blindados del cruce

Mis tropas alcanzan la bandera de mi izquierda sin problemas. Un paseo por el bosque, sin disparar un solo tiro, hasta alcanzar sus objetivos. Fitzmeyer y los hombres que le siguen toman posiciones defensivas y esperan un supuesto contraataque ruso que nunca llegaría a producirse. El movimiento suicida a través de los campos de minas había sido un éxito.
El semioruga de Bachofen se gira y ayuda a los infantes que están alcanzando la seguridad de los setos. Algunos de ellos se montan en su interior y las miras de la potente ala izquierda alemana, se vuelven hacia Grigorevka.
En el ala derecha, la infantería que avanza a pie entre los bosques lo hacen sin problemas. No así sus compañeros mecanizados. Uno o varios AT impiden que los semiorugas avancen, haciéndome perder un tiempo precioso que a la larga significaría el no poder tomar la bandera.
Unos de los semiorugas es alcanzado. El resto titubea. El ataque por la derecha ha sido frenado.
Kurt Knispel, que siguiendo el rastro abierto por Bachofen en el campo de minas ha alcanzado el ala izquierda del ataque, espera a que el capitán Gansel y un par de maltrechos soldados suban al panzer para llevarlos cerca del pueblo. Han estado recibiendo fuego enemigo y les cuesta avanzar hasta la seguridad del bosquecillo donde se parapeta Knispel, que observa resguardado el desarrollo de la batalla.
La existencia de un par de blindados en el pueblo inquieta a Kurt:
-No me gusta nada eso de tener que llevar a la infantería a cuestas.
El gefreiter Stein se gira para mirarlo a través de la escotilla que tiene abierta.
-Como tengamos que dar algún giro brusco, van a salir todos despedidos del tanque.
Stein pregunto:
-Mein komandant, como vea algún AT me va a faltar tiempo para poner a Berta a una sola cadena.
El gefreiter se refería cariñosamente al blindado como Berta.
Solo los cobardes verán el final de esta condenada guerra, pensó Knispel.
-No seré yo quien le diga que como manejar a Berta –sonrió Kurt.
Unos meses atrás, Stein saco a Berta de un buen apuro frente a tres KVs que aparecieron tras doblar una esquina de un edificio.
Unos segundos más tarde, el hauptmann y otros 7 soldados se arremolinan en torno a la torreta del Panzer y Knispel les comenta secamente, después de llevarse dos dedos a la gorra:
-Agárrense fuertemente. Salimos.
El panzer 123 se transforma en vehículo de transporte.
Unos minutos después, una pequeña lluvia de plomo de 80mm cae sobre el pueblo, golpeando los tejados y la tierra, abriendo los caminos y los bosquetes, vaciando trincheras y pozos de tirador y tamborileando pequeños trozos de metralla sobre los dos blindados rusos y sobre la carne de varios infantes soviéticos.
Algunos infantes rusos se levantan, abandonando la protección de sus posiciones y retirándose mientras el plomo seguía haciendo, metódicamente, su trabajo.
Kurt puede ver mientras avanza hacia el pueblo como el panzer que les precedía unas decenas de metros por delante se agita y una humareda sale de su cañón. Uno de los blindados rusos que defendían Grigorevka había sido cazado por el costado. Bien por Wagner. Al otro blindado lo había dejado fuera de juego un morterazo directo. Camino libre para los panzer del Kampfgruppe.
Wagner deja el camino expedito para el asalto final de la infantería
Después de la lluvia de plomo, un manto de humo cubre la dirección de avance desde las posiciones centrales, duramente conquistadas, hacia el pueblo. Por otra parte, el apoyo de los panzer de Wagner y de Kurt Knispel viniendo desde la izquierda resultaría innecesario para la toma del pueblo.
¡Al ataqueeeeee!
La batalla estaba resuelta.
Por la derecha, mis muchachos se encuentran con numerosos peligros. Bunkers de madera, trincheras y otros cañones que disparan a bocajarro. El Alto Mando ordena parar este eje del avance.
Bachofen, el héroe que encabezo el avance por la izquierda, acabo reventado con un proyectil AT que se alojo en el compartimento motor de su semioruga. Bachofen y su compañero, el conductor de segunda, Hoffmann, se volatilizaron.
El semioruga abandonado en el campo de batalla.
A escasos metros de la carlinga destrozada, llena de esquirlas de metal, restos de sangre coagulada, fragmentos de cristales, jirones de ropa y carne, apareció la petaca, abollada, vacía y con el suave olor de cognac mezclándose con las columna de humo que ascendían desde el semioruga. Ese día, Knispel a pesar de haber cumplido sus objetivos, se dejo caer pesadamente en su asiento. En los alrededores, los soldados, jubilosos y eufóricos, seguían avanzando más y más hacia el interior.