Llega el Ogro Corso. HPS Jena. Prusia se la juega
Publicado: 09 Jun 2011, 09:39
Saludos,
Este es un proyecto al que Andreu y yo le dimos vueltas ya hace tiempo. Mi reciente paternidad y un nuevo proyecto de trabajo en el que me vi envuelto retrasó el inicio así que para calentar y mientras esperábamos el momento propicio jugamos unas pachanguitas en Jena y Auerstadt (con resultados contrarios a los históricos) que nos sirvió para conocer el estilo de juego del rival.
No será un AAR turno a turno, ya que son muchos turnos y supongo que habrá muchos momentos de tranquilidad (o no)
. La situación inicial la expondré con detalle así como las líneas maestras del plan prusiano. En este escenario el prusiano va a remolque, el francés lleva la iniciativa y deberé esperar a ver por dónde van los tiros.
Sin más dilación, pasemos al campo del honor:
Berlín 1850

Ha llegado la hora de rendir cuentas. Tras una vida entera dedicada a la guerra sé que no hay sitio para mí en ningún coro celestial, tampoco lo deseaba, solo espero ,si hay algo más allá del postrer suspiro, poder saludar a los viejos camaradas y !por qué no! remojar el gaznate con un buen vino mientras recordamos los buenos tiempos.

Yo fui uno de los imbéciles que fue a cacarear a la Embajada Francesa en Berlín. ¿Acaso la rebeldía, la inconsciencia, no son atributos de la juventud?. A nada ni nadie temíamos, mi mentor el General Scharnhorst supo trasmitirme los valores que hicieron que el Ejército Prusiano fuera lo que llegó a ser, aunque como siempre, la mejor educación no nos priva de cometer errores. De esa imagen pocos quedan con vida, muchos la perdieron durante los acontecimientos que voy a relatar; en ningún caso (al menos en los que observé personalmente) encontraron una muerte honrosa. Quien ha visto una batalla sabe que no existe tal muerte, a los que sobreviven se lo puede parecer pero !maldito el honor de ser rebanado por el sable de un húsar!

Todo empezó en las altas esferas. Entre la Reina, el tonto del Rey, el Príncipe Luis Fernando y demás camarillas palaciegas se creyeron que las guerras se ganan con palabras. De acuerdo que Napoleón tampoco era un angelito pero de ahí a declararle la guerra por cuestiones de orgullo y politiqueo media un abismo. Que fácil es jugar con la vida de los buenos soldados desde un mullido sofá. De la noche a la mañana nos vimos envueltos en una movilización general, los viejos generales dejaron sus haciendas y cogieron sus caballos, los soldados dejaron a sus familias y nosotros, los jóvenes oficiales, queríamos comernos el mundo y al Ogro Corso.Hay que reconocer que la reina tenía su punto y que a nadie nos extrañaba el que el Rey estuviera hechizado. Sus paseos entre la tropa con uniforme de postín enardecían nuestros ánimos; los bailes nos daban la impresión de que la guerra era una cuestión social y Prusia entera se vió enfrentada a un demonio que llevaba consigo un montón de grognards con muy mala leche.
De una manera inexplicable para la tropa, nos vimos enfrentados al mejor ejército del momento, la Grande Armèe, dirigida por el Emperador en persona y con todos sus mariscales titulares. !ojú lo que nos viene encima! (que diría mi primo de Cai).
Esto es lo que pasó en aquellos seis días...

Este es un proyecto al que Andreu y yo le dimos vueltas ya hace tiempo. Mi reciente paternidad y un nuevo proyecto de trabajo en el que me vi envuelto retrasó el inicio así que para calentar y mientras esperábamos el momento propicio jugamos unas pachanguitas en Jena y Auerstadt (con resultados contrarios a los históricos) que nos sirvió para conocer el estilo de juego del rival.
No será un AAR turno a turno, ya que son muchos turnos y supongo que habrá muchos momentos de tranquilidad (o no)

Sin más dilación, pasemos al campo del honor:
Berlín 1850

Ha llegado la hora de rendir cuentas. Tras una vida entera dedicada a la guerra sé que no hay sitio para mí en ningún coro celestial, tampoco lo deseaba, solo espero ,si hay algo más allá del postrer suspiro, poder saludar a los viejos camaradas y !por qué no! remojar el gaznate con un buen vino mientras recordamos los buenos tiempos.

Yo fui uno de los imbéciles que fue a cacarear a la Embajada Francesa en Berlín. ¿Acaso la rebeldía, la inconsciencia, no son atributos de la juventud?. A nada ni nadie temíamos, mi mentor el General Scharnhorst supo trasmitirme los valores que hicieron que el Ejército Prusiano fuera lo que llegó a ser, aunque como siempre, la mejor educación no nos priva de cometer errores. De esa imagen pocos quedan con vida, muchos la perdieron durante los acontecimientos que voy a relatar; en ningún caso (al menos en los que observé personalmente) encontraron una muerte honrosa. Quien ha visto una batalla sabe que no existe tal muerte, a los que sobreviven se lo puede parecer pero !maldito el honor de ser rebanado por el sable de un húsar!

Todo empezó en las altas esferas. Entre la Reina, el tonto del Rey, el Príncipe Luis Fernando y demás camarillas palaciegas se creyeron que las guerras se ganan con palabras. De acuerdo que Napoleón tampoco era un angelito pero de ahí a declararle la guerra por cuestiones de orgullo y politiqueo media un abismo. Que fácil es jugar con la vida de los buenos soldados desde un mullido sofá. De la noche a la mañana nos vimos envueltos en una movilización general, los viejos generales dejaron sus haciendas y cogieron sus caballos, los soldados dejaron a sus familias y nosotros, los jóvenes oficiales, queríamos comernos el mundo y al Ogro Corso.Hay que reconocer que la reina tenía su punto y que a nadie nos extrañaba el que el Rey estuviera hechizado. Sus paseos entre la tropa con uniforme de postín enardecían nuestros ánimos; los bailes nos daban la impresión de que la guerra era una cuestión social y Prusia entera se vió enfrentada a un demonio que llevaba consigo un montón de grognards con muy mala leche.
De una manera inexplicable para la tropa, nos vimos enfrentados al mejor ejército del momento, la Grande Armèe, dirigida por el Emperador en persona y con todos sus mariscales titulares. !ojú lo que nos viene encima! (que diría mi primo de Cai).
Esto es lo que pasó en aquellos seis días...
