Gran Guerra Patriótica WitE Lister vs Lorenzo
Publicado: 06 Sep 2011, 12:42
Saludos, Camaradas:
En los AAR de WitE hay una cierta tendencia a la germanofilia. Y no es de extrañar: los panzers avanzan creando enormes cercos, la Lutwaffe destruye miles de aviones en el suelo, una ciudad rusa tras otra cae en sus manos… En cambio, los primeros turnos del ruso son una invitación a la depresión: ha de emplear unidades dispersas de baja preparación y moral que se retiran al primer combate, la Flota Aérea Roja es un chiste, los medios acorazados se autodestruyen simplemente desplazándose y sus generales son de lo más mediocre. Aunque la verdad, los generales no importan demasiado porque el C&C ruso es caótico.
En este AAR veremos la gran campaña del 41 desde el punto de vista ruso. Espero que sea interesante y emocionante.
¡Saludos, Camaradas!
Soy el general Lorenzovsky, al mando del Glorioso Ejército Rojo.
En realidad soy general de una división siberiana que se encontraba en Moscú de paso hacia la frontera occidental cuando se produjo el traicionero ataque de los fascistas.
Yo estaba preocupado por el despliegue de nuestro ejército en la frontera occidental, pues había mandado una compañía de tanques en la guerra civil española y un regimiento acorazado en la guerra de Mongolia. Y temía lo que los panzers podrían hacer a nuestros camaradas de la frontera occidental, pues el camarada Stalin había ordenado que se desplegasen en una línea que podría ser fácilmente penetrada y rodeada.
Durante los primeros días de la guerra, Moscú era un caos y un hervidero de rumores. Al parecer, Stalin había sufrido un colapso nervioso y era incapaz de emitir ninguna orden, lo cual, en un sistema tan centralizado como el nuestro, implicaba que no se hiciese nada.
Yo me mordía las uñas de impaciencia. Bajo mi a mis órdenes tenía una magnífica división siberiana totalmente dispuesta para el combate y allí estaba, varado en Moscú, sin que nadie supiese dónde enviarme.
Cuando un oficial amigo, comandante de la guarnición de Minsk, me telefoneó diciéndome que los panzers estaban a las puertas de su ciudad, supe lo que tenía que hacer, por la Madre Rusia, por la Revolución y por mis camaradas del frente.
Aquella noche, arengué a mis tropas diciéndoles que unos contrarrevolucionarios fascistas se habían apoderado del padrecito Stalin y que lo tenían prisionero en el Kremlin. Sólo nosotros podíamos liberarlo. Ya antes había expuesto mi plan a mis oficiales, que tras haber combatido a mis órdenes confiaban en mí. Todos se habían mostrado de acuerdo. Mejor dicho, todos los que salieron vivos de aquella reunión se habían mostrado de acuerdo. Y mis tropas, que no hablan el ruso, no iban a descubrir el engaño.
Tomar el Kremlin, en el ambiente de pánico y confusión reinante, fue más sencillo que tomar el Palacio de Invierno. Beria murió accidentalmente cuando mi Tokarev se me disparó y le dio entre las cejas. Y a Stalin se le ofreció la alternativa de colaborar siendo la cara del nuevo gobierno militar –pero sin tener poder político- o sufrir un accidente. Eligió colaborar.
Una vez al mando, reuní al Stavka para decidir una estrategia coherente a seguir. ¡Se habían terminado los días de las improvisaciones!
Un general me acusó de troskysta, por poner al ejército por encima del Partido. Mi Tokarev, de nuevo, rebatió la acusación con un argumento inapelable. Después, sugerí que nos concentrásemos en asuntos prácticos, en lo cual todos se mostraron de acuerdo.
Lo primero es definir las prioridades. Si intentamos lograrlo todo, no conseguiremos nada:
Primero, y por encima de todo, mantener la capacidad de combate del Ejército Rojo. Como dijo Kutusov la noche tras la batalla de Borodino: “Nos retiramos”. “Señor, si nos retiramos, perderemos Moscú”. “Y si no nos retiramos, perderemos el ejército y luego perderemos Moscú. Y entonces habremos perdido la guerra. Mientras tengamos un ejército, podremos vencer.” Durante el verano y el otoño, todos nuestros esfuerzos se encaminarán a preparar una fuerte ofensiva de invierno que cogerá desprevenidos a los invasores.
La segunda prioridad será Leningrado. Siempre que esto no ponga en peligro al Ejército Rojo, trataremos de mantener esta ciudad en nuestras manos, todos nuestros refuerzos, nuestra artillería, nuestros mejores generales, nuestro apoyo aéreo irá hacia Leningrado.
¿Por qué Leningrado y no Moscú? Por tres razones: en primer lugar, si cae Leningrado los finlandeses se unirán a los alemanes, y los finlandeses están bien preparados para el invierno. En segundo lugar, si cae Moscú, puede ser reconquistada durante el invierno; pero si cae Leningrado, permanecerá en manos alemanas todo el año 42, y puede que el 43, es una posición formidable, y perderemos todo su potencial humano durante ese tiempo. Y en tercer lugar, el terreno en torno a Leningrado es muy favorable a la defensa, cosa que no se puede decir de Moscú.
La tercera prioridad será Moscú, pero solo después de que la defensa de Leningrado esté asegurada.
Kharkov, Tula, Kursk… todo el espacio entre Moscú y el Donbass será defendido ligeramente y sus ciudades abandonadas. El motivo: es un terreno excelente para los panzers y donde podemos ser cercados con facilidad. Así pues, allí nuestra única defensa será el espacio y la falta de combustible de los panzers. Calculo que conseguiremos pararlos en Voronezh.
Al oír esto, algunos generales intentaron acusarme de derrotismo, pero se contuvieron por temor a mis argumentos y a los de mi Tokarev. Yo les expliqué que tratar de defender las llanuras contra los panzers era aventurerismo pequeñoburgués.
Por último, el Donbass. Haremos una primera defensa a lo largo de la cuenca baja del Dnper, pero me temo que la batalla decisiva se librará en torno a Stalino. La última línea será Rostov.
En la habitual estrategia de la STAVKA se suele incluir como prioridad la evacuación de las fábricas de armamento. Pero no será así. En el uso de la red ferroviaria, las necesidades militares tendrán prioridad sobre la evacuación de las fábricas.
El comisario Kruchev intentó protestar, pero se lo pensó mejor y me permitió seguir hablando:
En el alcance previsto de los fascistas se encuentra tan solo un tercio de nuestro potencial productivo. Aunque destruyesen la mitad de ese tercio, nuestra industria seguiría siendo suficiente para mantener al ejército. Pero si se destruye al Ejército durante la campaña de verano, no habrá ofensiva de invierno y el Eje continuará su avance el próximo año. Por tanto, el ejército tiene prioridad sobre la industria.
Solo hay dos fábricas esenciales: la de KV1 de Leningrado y la de T-34 de Kharkov, y deben ser evacuadas con la máxima premura. Las demás, salvo las de Il-2 de Voronezh, son prescindibles.
Esto en cuanto a la estrategia. Pasemos a la táctica que utilizaremos para enfrentarnos a nuestro principal enemigo: los panzers.
Si luchamos contra ellos, perforarán nuestras líneas, nos envolverán y luego la infantería terminará el trabajo. Por tanto:
a)Les haremos frente solo cuando se encuentren cortos de combustible y no puedan envolvernos.
b)Les haremos frente solo en terreno favorable y bien atrincherados.
c)Dispondremos siempre una segunda línea para evitar penetraciones, con caballería en retaguardia para romper los cercos.
d)Trataremos de mantenerlos separados de su infantería, de forma que los panzers se vean obligados a atacar en vez de explotar penetraciones abiertas por la infantería.
e)En cuanto nuestra línea defensiva sea perforada, nos retiraremos a una segunda línea defensiva. Nunca dejaremos ningún saliente, por seguro que parezca.
f)Los contraataques pueden ser muy satisfactorios para el honor –un sentimiento pequeño-burgués-, pero son muy peligrosos. Un contraataque contra una punta acorazada se realizará solamente si se cumplen estas condiciones:
-Buen general al mando.
-Fuera del alcance de la Lutwaffe.
-Superioridad numérica al menos 3 a 1.
-Y que en caso de fracaso no haya peligro de envolvimiento.
g)Y no olvidemos el principal punto débil de los panzer: el combustible. A lo largo de sus líneas previstas de avance, en los flancos, colocaremos unidades camufladas para cortarles la línea de suministros. La fuerza aérea Roja mantendrá en los flancos de los panzers alguna base aérea con cazas anticuados, pero más que suficientes para castigar a los Ju-52 si intentan abastecer a los panzers fuera del alcance de sus escoltas.
Planteemos ahora lo que consideraremos un éxito o un fracaso el día 1 de diciembre.
-Éxito mínimo: mantener al Ejército Rojo con capacidad para una fuerte ofensiva de invierno y para reconquistar Moscú.
-Éxito medio: Igual, pero manteniendo Leningrado.
-Éxito aplastante: Igual, pero manteniendo tanto Leningrado como Moscú.
Si no se consigue un éxito mínimo, se considerará un fracaso de mi estrategia y de mi capacidad de mando. Aunque la guerra seguirá: o Hitler se vuela la cabeza en el búnker de la Cancillería, o yo me la vuelo en un bosque de los Urales. No hay compromiso posible.
El 1 de noviembre, nos volveremos a reunir para plantear la estrategia de la campaña de invierno.
En ese momento, me pasan una nota, que leo estupefacto:
-Camaradas, nuestro espionaje me dice que el alto mando alemán ha sido concedido mi antiguo camarada de la guerra civil española Él es un experto en las tácticas soviéticas, luego es un enemigo temible. Bien, antiguo camarada Líster, luchamos juntos en la guerra española, ahora nos enfrentaremos hasta la muerte.
En los AAR de WitE hay una cierta tendencia a la germanofilia. Y no es de extrañar: los panzers avanzan creando enormes cercos, la Lutwaffe destruye miles de aviones en el suelo, una ciudad rusa tras otra cae en sus manos… En cambio, los primeros turnos del ruso son una invitación a la depresión: ha de emplear unidades dispersas de baja preparación y moral que se retiran al primer combate, la Flota Aérea Roja es un chiste, los medios acorazados se autodestruyen simplemente desplazándose y sus generales son de lo más mediocre. Aunque la verdad, los generales no importan demasiado porque el C&C ruso es caótico.
En este AAR veremos la gran campaña del 41 desde el punto de vista ruso. Espero que sea interesante y emocionante.
¡Saludos, Camaradas!
Soy el general Lorenzovsky, al mando del Glorioso Ejército Rojo.
En realidad soy general de una división siberiana que se encontraba en Moscú de paso hacia la frontera occidental cuando se produjo el traicionero ataque de los fascistas.
Yo estaba preocupado por el despliegue de nuestro ejército en la frontera occidental, pues había mandado una compañía de tanques en la guerra civil española y un regimiento acorazado en la guerra de Mongolia. Y temía lo que los panzers podrían hacer a nuestros camaradas de la frontera occidental, pues el camarada Stalin había ordenado que se desplegasen en una línea que podría ser fácilmente penetrada y rodeada.
Durante los primeros días de la guerra, Moscú era un caos y un hervidero de rumores. Al parecer, Stalin había sufrido un colapso nervioso y era incapaz de emitir ninguna orden, lo cual, en un sistema tan centralizado como el nuestro, implicaba que no se hiciese nada.
Yo me mordía las uñas de impaciencia. Bajo mi a mis órdenes tenía una magnífica división siberiana totalmente dispuesta para el combate y allí estaba, varado en Moscú, sin que nadie supiese dónde enviarme.
Cuando un oficial amigo, comandante de la guarnición de Minsk, me telefoneó diciéndome que los panzers estaban a las puertas de su ciudad, supe lo que tenía que hacer, por la Madre Rusia, por la Revolución y por mis camaradas del frente.
Aquella noche, arengué a mis tropas diciéndoles que unos contrarrevolucionarios fascistas se habían apoderado del padrecito Stalin y que lo tenían prisionero en el Kremlin. Sólo nosotros podíamos liberarlo. Ya antes había expuesto mi plan a mis oficiales, que tras haber combatido a mis órdenes confiaban en mí. Todos se habían mostrado de acuerdo. Mejor dicho, todos los que salieron vivos de aquella reunión se habían mostrado de acuerdo. Y mis tropas, que no hablan el ruso, no iban a descubrir el engaño.
Tomar el Kremlin, en el ambiente de pánico y confusión reinante, fue más sencillo que tomar el Palacio de Invierno. Beria murió accidentalmente cuando mi Tokarev se me disparó y le dio entre las cejas. Y a Stalin se le ofreció la alternativa de colaborar siendo la cara del nuevo gobierno militar –pero sin tener poder político- o sufrir un accidente. Eligió colaborar.
Una vez al mando, reuní al Stavka para decidir una estrategia coherente a seguir. ¡Se habían terminado los días de las improvisaciones!
Un general me acusó de troskysta, por poner al ejército por encima del Partido. Mi Tokarev, de nuevo, rebatió la acusación con un argumento inapelable. Después, sugerí que nos concentrásemos en asuntos prácticos, en lo cual todos se mostraron de acuerdo.
Lo primero es definir las prioridades. Si intentamos lograrlo todo, no conseguiremos nada:
Primero, y por encima de todo, mantener la capacidad de combate del Ejército Rojo. Como dijo Kutusov la noche tras la batalla de Borodino: “Nos retiramos”. “Señor, si nos retiramos, perderemos Moscú”. “Y si no nos retiramos, perderemos el ejército y luego perderemos Moscú. Y entonces habremos perdido la guerra. Mientras tengamos un ejército, podremos vencer.” Durante el verano y el otoño, todos nuestros esfuerzos se encaminarán a preparar una fuerte ofensiva de invierno que cogerá desprevenidos a los invasores.
La segunda prioridad será Leningrado. Siempre que esto no ponga en peligro al Ejército Rojo, trataremos de mantener esta ciudad en nuestras manos, todos nuestros refuerzos, nuestra artillería, nuestros mejores generales, nuestro apoyo aéreo irá hacia Leningrado.
¿Por qué Leningrado y no Moscú? Por tres razones: en primer lugar, si cae Leningrado los finlandeses se unirán a los alemanes, y los finlandeses están bien preparados para el invierno. En segundo lugar, si cae Moscú, puede ser reconquistada durante el invierno; pero si cae Leningrado, permanecerá en manos alemanas todo el año 42, y puede que el 43, es una posición formidable, y perderemos todo su potencial humano durante ese tiempo. Y en tercer lugar, el terreno en torno a Leningrado es muy favorable a la defensa, cosa que no se puede decir de Moscú.
La tercera prioridad será Moscú, pero solo después de que la defensa de Leningrado esté asegurada.
Kharkov, Tula, Kursk… todo el espacio entre Moscú y el Donbass será defendido ligeramente y sus ciudades abandonadas. El motivo: es un terreno excelente para los panzers y donde podemos ser cercados con facilidad. Así pues, allí nuestra única defensa será el espacio y la falta de combustible de los panzers. Calculo que conseguiremos pararlos en Voronezh.
Al oír esto, algunos generales intentaron acusarme de derrotismo, pero se contuvieron por temor a mis argumentos y a los de mi Tokarev. Yo les expliqué que tratar de defender las llanuras contra los panzers era aventurerismo pequeñoburgués.
Por último, el Donbass. Haremos una primera defensa a lo largo de la cuenca baja del Dnper, pero me temo que la batalla decisiva se librará en torno a Stalino. La última línea será Rostov.
En la habitual estrategia de la STAVKA se suele incluir como prioridad la evacuación de las fábricas de armamento. Pero no será así. En el uso de la red ferroviaria, las necesidades militares tendrán prioridad sobre la evacuación de las fábricas.
El comisario Kruchev intentó protestar, pero se lo pensó mejor y me permitió seguir hablando:
En el alcance previsto de los fascistas se encuentra tan solo un tercio de nuestro potencial productivo. Aunque destruyesen la mitad de ese tercio, nuestra industria seguiría siendo suficiente para mantener al ejército. Pero si se destruye al Ejército durante la campaña de verano, no habrá ofensiva de invierno y el Eje continuará su avance el próximo año. Por tanto, el ejército tiene prioridad sobre la industria.
Solo hay dos fábricas esenciales: la de KV1 de Leningrado y la de T-34 de Kharkov, y deben ser evacuadas con la máxima premura. Las demás, salvo las de Il-2 de Voronezh, son prescindibles.
Esto en cuanto a la estrategia. Pasemos a la táctica que utilizaremos para enfrentarnos a nuestro principal enemigo: los panzers.
Si luchamos contra ellos, perforarán nuestras líneas, nos envolverán y luego la infantería terminará el trabajo. Por tanto:
a)Les haremos frente solo cuando se encuentren cortos de combustible y no puedan envolvernos.
b)Les haremos frente solo en terreno favorable y bien atrincherados.
c)Dispondremos siempre una segunda línea para evitar penetraciones, con caballería en retaguardia para romper los cercos.
d)Trataremos de mantenerlos separados de su infantería, de forma que los panzers se vean obligados a atacar en vez de explotar penetraciones abiertas por la infantería.
e)En cuanto nuestra línea defensiva sea perforada, nos retiraremos a una segunda línea defensiva. Nunca dejaremos ningún saliente, por seguro que parezca.
f)Los contraataques pueden ser muy satisfactorios para el honor –un sentimiento pequeño-burgués-, pero son muy peligrosos. Un contraataque contra una punta acorazada se realizará solamente si se cumplen estas condiciones:
-Buen general al mando.
-Fuera del alcance de la Lutwaffe.
-Superioridad numérica al menos 3 a 1.
-Y que en caso de fracaso no haya peligro de envolvimiento.
g)Y no olvidemos el principal punto débil de los panzer: el combustible. A lo largo de sus líneas previstas de avance, en los flancos, colocaremos unidades camufladas para cortarles la línea de suministros. La fuerza aérea Roja mantendrá en los flancos de los panzers alguna base aérea con cazas anticuados, pero más que suficientes para castigar a los Ju-52 si intentan abastecer a los panzers fuera del alcance de sus escoltas.
Planteemos ahora lo que consideraremos un éxito o un fracaso el día 1 de diciembre.
-Éxito mínimo: mantener al Ejército Rojo con capacidad para una fuerte ofensiva de invierno y para reconquistar Moscú.
-Éxito medio: Igual, pero manteniendo Leningrado.
-Éxito aplastante: Igual, pero manteniendo tanto Leningrado como Moscú.
Si no se consigue un éxito mínimo, se considerará un fracaso de mi estrategia y de mi capacidad de mando. Aunque la guerra seguirá: o Hitler se vuela la cabeza en el búnker de la Cancillería, o yo me la vuelo en un bosque de los Urales. No hay compromiso posible.
El 1 de noviembre, nos volveremos a reunir para plantear la estrategia de la campaña de invierno.
En ese momento, me pasan una nota, que leo estupefacto:
-Camaradas, nuestro espionaje me dice que el alto mando alemán ha sido concedido mi antiguo camarada de la guerra civil española Él es un experto en las tácticas soviéticas, luego es un enemigo temible. Bien, antiguo camarada Líster, luchamos juntos en la guerra española, ahora nos enfrentaremos hasta la muerte.