Introducción histórica (1ra parte):
¿Cuándo empieza nuestra historia? ¿En una reunión del Consejo Regio aragonés ocurrida en Barcelona el 16 de mayo de 1204? ¿O en una boda celebrada unos cincuenta años antes, que dio a luz a un nuevo reino? ¿O puede que nuestra historia empezara mucho antes?
Según un puñado de escasos testimonios, entre ellos un puñado de monedas y algunas crónicas, los últimos años del reino visigodo de Toledo fueron más turbulentos de lo que nunca se hubiera imaginado. Pues cuando el rey Witiza murió en 710, el poder fue tomado violentamente por el duque de Bética, Roderico. No obstante los familiares del difunto monarca reaccionaron proclamando un nuevo soberano, Akhila II, que fue reconocido en las regiones de la Tarraconense y la Narbonense, estallando así una guerra civil.
Los witizianos, viendo que solos no podían vencer a sus rivales, decidieron pedir ayuda a una potencia exterior que recientemente había conquistado el norte de África. Un imperio que se extendía hasta las lejanas tierras de Persia.
Por este motivo, en el 711, las tropas musulmanas atravesaron el estrecho de Gibraltar, derrotando poco después, en la batalla de Guadalete, a la hueste del rey Roderico. Con esto, en teoría, ya habían cumplido lo pactado con sus aliados; no obstante Tariq ibn Ziyad, líder del ejército árabe, en ver la degradación del reino de Toledo concibió sus propios planes.
En una serie de rápidas campañas todos los dominios visigodos cayeron en manos de los sarracenos. El último que cayó fue la Narbonense, en el 720, a pesar del liderazgo de Ardón, el verdadero último rey godo.
Viendo lo fácilmente que habían derrotados los visigodos, pues la mayoría de los magnates pactó con los invasores para poder conservar su poder, los musulmanes lanzaron audaces incursiones contra el reino de los francos. No obstante fueron frenados en la mítica batalla de Tours en el 732 por Carlos Martel, líder de los francos.
A pesar de este contratiempo el Islam se instaló firmemente en la Península Ibérica, dando pronto grandes frutos. Pero pequeños reinos y principados cristianos sobrevivieron en las montañas del norte, entre los cuales destacaríamos dos que en un futuro tendrían un importante papel.
- Aragón:
Este es un pueblo muy antiguo, pues ya a inicios del siglo IX se menciona a un tal Asnar Galí como conde de Aragón. No obstante en aquel entonces solo dominaba una fracción del territorio que regiría en un futuro, pues la mayor parte del actual Aragón estaba bajo dominio musulmán.
El palacio de la Aljaferia, situado en Zaragoza, es el único gran edificio que queda de la época de las Taifas
Aunque al principio estuvo bajo la influencia franca con el tiempo formó parte del reino de Navarra, hasta que con muerte de Sancho el Mayor, en el 1035, su hijo Ramiro I (1035-1063) se proclamó rey de Aragón.
Al principio dicho reino tuvo una existencia difícil pues su vía natural de expansión, la taifa zaragozana, también la ambicionaba el reino de Castilla. Por este motivo durante mucho tiempo quedó encerrado dentro en sus límites y presionado por todos los lados por sus ambiciosos vecinos.
Para conseguir definitivamente la independencia, pues aun teóricamente estaba bajo la tutela de Navarra, Sancho Ramirez (1063-1094) infeudó su reino a Roma. Pero el afianzamiento definitivo fue cuando en 1076 Navarra pasó a ser dominada por los aragoneses, siendo este el punto de inicio de su gran expansión.
Aprovechando las crisis que sufrían la taifa zaragozana y los castellanos, los reyes Pedro I (1094 – 1104) y Alfonso I el Batallador (1104 – 1134) conquistaron las ricas ciudades sarracenas del valle medio del Ebro. Entre ellas destacaríamos Huesca y Zaragoza, que poco después se convirtió la capital del reino.
El casillo de Loarre fue construido en el siglo XI en el marco de la campaña para conquistar Huesca
No obstante tan grandiosa periodo se terminó pronto, pues cuando 1134 Alfonso I murió, de las heridas que sufrió en la batalla de Fraga, dejó escrito un testamento que conmocionó a los aragoneses y determinó el destino de su reino.
- Cataluña:
A pesar de que los musulmanes habían sido expulsados al sud de los Pirineos Carlomagno, el gran emperador de Occidente, desde hacía tiempo quería crear un protectorado en territorio hispano que protegiera sus dominios del poderoso emirato de Córdoba.
Aunque en un principio fracasó estrepitosamente (batalla de Roncesvalles, 778), consiguió su objetivo cuando en el 785 Girona se entregó a su dominio. Pocos años después, en el 801, redondeó su éxito cuando una expedición dirigida por su hijo Luís capturó la amurallada Barcelona. Así se conformó la Marca Hispánica, origen lejano de Catalunya.
Para administrar este territorio lo dividió en varios condados que serían dirigidos por los comitatus, gobernantes elegidos por el propio emperador.
No obstante pronto toda la Marca se vio envuelta en luchas fratricidas, con múltiples revueltas lideraras por los aristócratas indígenas descontentos con el nuevo régimen. En muchas regiones la gente huyó hacia las montañas, quedando completamente abandonadas grandes áreas. Entre ellas la actual comarca de Osona.
Para poner fin a esto los carolingios designaron como conde de Urgell, de Cerdanya, de Barcelona, de Osona, de Girona y de Conflent al líder de una familia de Carcassona que siempre les había sido leal, un hombre que con el tiempo sería una leyenda, un hombre llamado Guifré el Velloso (840-897).
Condados catalanes en el momento de su independencia a finales del siglo X
Aunque no fue él quien creó Cataluña, pues aun faltarían varios siglos, si fue el que puso los cimentos que permitió su nacimiento. Fue famoso por varios hechos, aparte de fundar monasterios como Ripoll y Sant Joan de les Abadessas, siendo los principales su programa de repoblación del territorio abandonado por las revueltas godas mediante el sistema de aprisió (sistema que consiste en que si un campesino trabaja una tierra durante treinta años esta será suya), y aprovechar el debilitamiento carolingio para reafirmar su poder. Pudiendo así pasar a su muerte sus condados a sus hijos, dando origen a la la longeva casa de Barcelona.
Durante las generaciones siguientes los condes fueron sucediendo, aumentando su poder tanto frente a los árabes como a los francos, aunque nominalmente eran vasallos de estos últimos. Este crecimiento sobretodo benefició al conde de Barcelona, que se convirtió en el más importante de la región desde que también consiguió los condados de Osona y Girona. No obstante en el 985 Almanzor, el verdadero gobernante del Califato de Córdoba, lanzó una ratzia que arrasó Barcelona capturando a muchos de sus ciudadanos. Borell II (927-992), conde de Barcelona de aquel momento, pidió ayuda al rey franco para combatir a los sarracenos; pero en no recibir respuesta en el 988 se negó en renovar vasallaje consiguiendo así la independencia de facto de sus territorios.
Aunque poco después el poder musulmán se desvaneció, como lo demostró la intervención de los condes en el 1010 en la guerra civil que puso fin el califato, con el paso de los tiempos la autoridad de los condes de Barcelona declinó, aumentando en cambio el poder los señores de los castillos que empezaron a explotar arbitrariamente a los campesinos.
La situación se deterioró tanto que durante el gobierno de Ramón Berenguer I (1023-1076) los nobles dirigidos por Mir Geribert, autoproclamado “
príncipe de Olerdola”, se rebelaron contra el conde. Aunque esté los derrotó para afianzar su poder instauró un sistema feudal en que los campesinos servían a los señores de los castillos y estos servían al conde de Barcelona. Así se inició un período de prosperidad que continuó con el gobierno de los condes Ramón Berenguer II (1053-1082) y Berenguer Ramón II (1053-1087), y el conde Ramón Berenguer III (1082-1131). Las características principales de este periodo fueron:
o Inicio del dominio de los condes de Barcelona sobre los otros condados, consiguiendo en algunos casos la anexión (Besalú en el 1111) y en otros el vasallaje (Condados de Empúries y de Urgell).
o Inicio de la política occitana. Expansión sobre las ricas tierras de Occitania, consiguiendo además otros dominios como el condado de Provenza.
o Primer intento de expansión mediterránea, donde en el 1114 Ramón Berenguer III intentó, ayudado por las fuerzas de la república pisana, la conquista de las Islas Baleares. Aunque la ciudad de Palma cayó, se tuvo que abandonar por una incursión que lanzaron los almorávides contra los condados.
o Gran auge económico, convirtiendo Barcelona en una de las primeras ciudades cristianas occidentales donde se encunó moneda de oro. El motivo era tanto por el naciente comercio como por las parias, un tributo que los reyes árabes pagaban a los gobernantes cristianos a cambio de que no les atacasen.
Fue en esta época cuando Catalunya nació, pues Ramón Berenguer III los pisanos lo mencionan como “
dux Catalanensis” y “
rector Catalanicus”, mientras que el conde de Empúries lo llaman “
Catalanicus heros”. Sobre el origen etimológico de este nombre hay varias teorías, entre las cuales destaca la que dice que viene de castlanus, que era como en latín se referían a los gobernadores de los castillos, por el gran nombre de castillos presente en Catalunya.
El monasterio de Sant Pedro de Rodas fue el más importante del condado de Empúries
En el 1131 Ramón Berenguer IV sube al trono condal de Barcelona. Pocos años después recibe una carta de Aragón que le abre un camino a un futuro prometedor.