¡La Guerra de los Treinta años como nunca la habías conocido!
Una de las guerras más crueles y complejas de la historia moderna se desarrolla con una asombrosa precisión en el juego del mismo nombre desarrollado por HQ. Usando el motor AGE, Thirty Years War te permitirá vivir en persona la creciente tensión entre los estados europeos, desde las escaramuzas iniciales a las grandes batallas que involucraron a los grandes poderes de la época.
Los escenarios serán todo un desafío para los jugadores, pero sin llegar a ser frustrantes, retratando la lucha entre Protestantes y Católicos en el ámbito político y militar.
¡Échales un vistazo! ¿Estás listo para escuchar el sonido del acero?

Revuelta de Bohemia: Septiembre de 1618. Los protestantes de Bohemia se rebelan contra el emperador Matias, un anciano que se está muriendo en Viena. Liderados por el Conde Thurn y Ernst von Mansfeld los rebeldes tienen sitiadas las ciudades de Budweiss y Pilsen. En Viena, el general Bucquoy, un veterano que luchó al servicio de los españoles en Flandes, construye un nuevo ejército para poner fin a la rebelión. Este escenario cubre los primeros años de la guerra, desde los asedios de Pilsen y Budweiss a la intervención de la Liga Católica y la batalla de White Mountain en 1620.

Los Paladines: Escenario a pequeña escala que representa los meses de lucha en el Palatinado de Renania. En el otoño de 1620 las tropas españolas de Espinola y Córdoba entraron en el Palatinado de Renania y capturaron algunas ciudades clave. Espinola dejó Alemania por Flandes, pero Córdoba se mantuvo asediando las ciudades de Mannheim y Heidelberg. En 1622 llegó el ejército protestante de Von Mansfeld, seguido de cerca por Tilly y el Ejército de la Liga. En Baden, Georg Frederick, Margrave de Baden-Durlach levantó un nuevo ejército apresuradamente, en el norte, Christian de Brunswick hizo lo mismo. En los meses siguientes las batallas de Wimpfen (1622) y Höchst (1622) verían como las tropas protestantes eran casi eliminadas. El año terminó con la derrota protestante en los asedios de Mannheim y Heidelberg.

La Fase Danesa: Este escenario va desde la entrada de Dinamarca en la guerra hasta su derrota final y el tratado de Lübeck. El rey de Dinamarca, Christian IV, era un príncipe del Imperio alemán y por lo tanto tenía intereses políticos en el norte de Alemania. Sintiéndose muy seguro del potencial de su ejército fueron a la guerra contra el Imperio en 1625 con el apoyo de algunos generales veteranos protestantes como Mansfeld y Knyphausen. El Imperio tenía un poderoso ejército comandado por Wallenstein y el ejército de la Liga de Tilly. Mansfeld fue derrotado por Wallenstein en Dessau en 1626 y en agosto de 1626 Christian fue derrotado por Tilly en la batalla de Lutter am Baremberg.

La intervención sueca: Cubre las campañas que tuvieron lugar a partir desde septiembre 1630 hasta el final de 1635. El rey de Suecia, Gustavo Adolfo, declaró la guerra al Imperio en 1630 y llegó a Stettin en septiembre de ese año con su poderoso ejército. En 1631 tomó la ciudad de Frankfurt am Oder y se dirigió al oeste para luchar contra el invencible ejército de Tilly. Sajonia se unió del lado protestante, y en septiembre de 1631 los protestantes lograron una gran victoria en Breitenfeld. En 1632 y 1633 el emperador estaba en plena retirada, perdiendo importantes ciudades clave además de su gran comandante Tilly, que murió después de la batalla de Rain en 1632. En noviembre de 1632, durante la batalla de Lützen, el rey de Suecia murió alcanzado por el enemigo. Fue una gran pérdida para los protestantes. En 1634, España envió un ejército comandado por Feria, esto llevó a la gran victoria Católica de Nördlingen en septiembre. Esta derrota tuvo un efecto secundario, con Francia decidiendo unirse a la guerra en apoyo de los protestantes en 1635.

La Guerra de los Treinta Años: Este ambicioso escenario cubre todos los años de lucha, desde la rebelión en Bohemia hasta 1648. Con cinco naciones, mercenarios de toda Europa y cantidad de sitios y batallas que posibilitan una oportunidad única para sentirse en las botas de los hombres que forjaron el destino de Europa.