La resistencia aliada en el pueblo es finalmente quebrada. Quedando bolsas de resistencia, la infantería se encarga de ir limpiando de enemigos emboscados algunas casas. Algunos soldados norteamericanos salen huyendo para caer bajo las ametralladoras. Los blindados ya no usan pesados proyectiles. Necesitarán las casas para alojar a sus propias tropas. Es más útil un edificio construido que uno hecho añicos. Esa forma de hacer la guerra, cazando al hombre, asquea a la tripulación:
-¡Qué poco disfruto con esas limpiezas!
-Yo nací para correr libre por los campos, no para pasar la fregona en pueblos llenos de aldeanos temerosos.
Los yanquis se sienten rodeados. Unos pocos levantan las brazos. Son acribillados por la confusión del momento. Otros, se resisten a entregarse. Angustiados por intentar sobrevivir esperando un milagro o resignados a vender cara su piel, llevándose por delante a unos cuantos de aquellos hijos de puta que disparaban contra sus amigos y compañeros.
El pueblo se convierte en una matadero. El enemigo corre a veces despavorido, saliendo de sus escondrijos para caer frente a las MGs que los esperan pacientes.
-¿Por qué no se rinden? Esto no tiene sentido....
-A ver quien es el guapo que sale con las manos levantadas con la que está cayendo.
-Lo más seguro es que haya algún malnacido que siga pensando en que tienen posibilidades...
Unas decenas de metros más allá, el soldado Fausle pensaba lo mismo. Pensó que los americanos se rendirían en cuanto les viesen aparecer. Se adelantó junto a otros, abandonando la protección de sus camaradas y dirigiéndose a un cobertizo rodeado de un pequeño seto. Cuando estaban próximos, una rociada desde dentro les hizo volver grupas con el rabo entre las piernas. El suboficial que les mandaba yacía muerto colgado de las ramitas. Ellos, por el momento, habían salvado la vida de milagro y corrían desesperados hacia una casa cercana. Fausle, por supuesto, no ofreció cuartel. Y como él, en ese combate enmarañado y sucio, muchos hicieron lo mismo. Por un lado y otro. Una matanza sin sentido alguno porque toda había acabado ya hacia tiempo.
Wilberg dijo a Andreas:
-Mira. Ahí hay algunos héroes que mantienen el fuego...
-No tengo visión....
Lothar entendió el mensaje:
-Oído cocina.
Maniobrando, el Panther se precipitó despacio terraplén abajo buscando una posición desde la que batir a aquellos desesperados que tanta sangre amiga y enemiga estaban derramando aquel día.
Unos minutos más tarde, los estampidos se fueron espaciando en el tiempo hasta hacer que el silencio y los gemidos ahogados de los moribundos se adueñaran del pueblo.

Algunos de los nuestros.exhaustos y con los nervios hechos trizas, se dejaron caer en el suelo. Temblorosos. Huecos. Vacíos. El pueblo había sido tomado. La ofensiva podía continuar su camino hacia Avranches.