Haplo_Patryn escribió:daniel escribió:
No, los responsables directos son los golpistas. Puedo entender que la forma de construir la democracia lo mismo no fue la mas adecuada. Puedo entender que los demócratas cometieran errores pero es fácil verlo en la distancia, sin vivir el ambiente reinante. Criticar al jugador de ajedrez porque comete un error es injusto si no tenemos en cuenta que juega con una pistola apuntándole a la cabeza.
La idea que subyace en el fondo es la de que los pobres golpista intentaron cargarse el asunto porque los estaban provocando. Vamos que la culpa es de ella por llevar minifalda.

Esa es la reflexión fácil y estoy de acuerdo contigo. La culpa es de los golpistas. Pero la reflexión de Cercas es más dura ya que los golpistas se vieron legitimados para realizar el golpe porque los políticos querían echar a Suárez como fuera y porque propiciaron e incluso estaban dispuestos a llegar a pactar con los militares para un gobierno de unidad nacional (con un militar al frente de ese gobierno). Es decir, que tensaron las reglas de la democracia para lograr llegar al poder como fuera y eso legitimó un golpe de estado. Lo que Cercas dice es que los golpistas fueron los culpables pero que la sociedad y los políticos (y el Rey) propiciaron esa situación al querer lograr un fin como fuera, incluso pactando con los militares (echar a Suárez del gobierno en una situación económica lamentable).
Es una reflexión que implica más cosas. Es más madura. Sí, la culpa es de quien empuña el arma pero Cercas va más allá. Me gusta y lo explica bien en el libro.
Correcto.
La situación en el ámbito militar estaba revuelta. El ejército de entonces no estaba domesticado y democratizado como hoy, sino que había hecho la guerra y la inmensa mayoría de los altos oficiales habían tomado parte en el bando nacional y/o la División Azul. A pesar del último mandato de Franco reclamando "tanta fidelidad al nuevo Rey como la que le habían dado a él", no tardaron en surgir voces discrepantes con el nuevo régimen.
No hay que perder de vista que ese ejército había luchado contra el comunismo en la guerra, y Suárez una de las primeras cosas que hizo fue reunirse con los altos cargos militares para decirles que no se preocuparan, que el partido comunista no sería legalizado, incumpliendo su palabra en la famosa Semana Santa. Eso sentó como un tiro entre los militares. El gran desencadenante fue la actividad terrorista sin precedentes que sufría el país, más, a juicio de los militares, una excesiva tibieza en la reacción, y una timidez intolerable en los funerales de los caídos, ya que muchos eran honrados casi a escondidas.
El gran año de la conspiración fue 1980. Llegó a los servicios de inteligencia información según la cual era más que probable algún intento de golpe de Estado "duro", derrocando al gobierno y dando una marcha atrás en el proceso democrático, cabiendo incluso la posibilidad de deponer al Rey. La solución que se impuso fue la de "encauzar" el golpe de manera que se satisficiera a los militares sin poner en riesgo la democracia, un golpe "blando", presidido por un militar pero con miembros de todos los partidos, incluyendo el comunista. El alma mater de esta opción fue Armada.
Se tanteó a los políticos de la oposición y la respuesta no fue negativa. Es más, Tarradellas llegó a decir que era necesario un "golpe de timón" (

). El problema era encajar una vía constitucional como la del gobierno de concentración con una acción fuera de la ley, que sería la ocupación del Congreso. Para ello se eligió a Tejero, uno de los golpistas más convencidos. Él ocuparía el Congreso por cuenta propia, produciendo un vacío de poder con la consiguiente alarma social, y entonces aparecería la figura de Armada como salvador de la democracia, que "convencería" a Tejero de que depusiera las armas, a costa de "sacrificarse" como presidente del gobierno de concentración...
Hasta las 12 de la noche todo fue según lo planeado. Armada contó con el beneplácito del Ejército y del Rey para ir a negociar con Tejero la liberación del Congreso. Tejero lo esperaba, ya que él pensaba que estaba participando en un golpe completamente distinto, tras el cual tomaría el poder una junta militar presidida por Milans del Bosch. Tejero pregunta, como por curiosidad, cómo sería el gobierno futuro, y entonces Armada descubre el pastel: no sería un gobierno de militares, sino uno mayoritariamente civil, con socialistas y comunistas, presidido por el mismo Armada. Es entonces cuando dice que "él no había ido allí para darle el poder a los rojos", y niega a Armada el acceso al Congreso.
Es en ese momento cuando el golpe de Estado se va a pique. Por si fuera poco, Tejero se entera de que la única solución que tiene es la de huir del país: Armada le dice que "pueden poner un avión a su servicio", y eso que en teoría el golpe de Tejero habría triunfado...
El Rey, que no se había oído hasta entonces, comprende que no puede hacer otra cosa que condenar el golpe y hace su aparición en TV. Ordena a Milans, que desde el primer momento se puso a las órdenes de Su Majestad el Rey en el bando que publicó tras declarar el estado de sitio (creo), que deponga las armas, obedeciendo al instante.
Esto fue en líneas generales del famoso golpe que puso en peligro la democracia (

), una maniobra urdida por el sistema, para evitar que los militares más radicales pudieran en peligro el régimen tranquilizándolos con un pseudo golpe, aprovechándose de la ambición política de los partidos de la oposición y de los propios militares (Armada).