¿La mejor librería en Madrid...
- Kal
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¿La mejor librería en Madrid...
... para encontrar libros sobre las campañas napoleónicas en particular e historia militar en general?.
Gracias.
Gracias.
One lovely morning about the end of april 1913, found me very pleased with life in general...
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En Travesia del Arenal, 1, entre Sol y Plaza Mayor, hay una librería de las buenas de temática militar, de esas antiguas con libros bastante viejos entre los que te sentirás muy a gusto. Tienen de todo, napoleónico incluido. El nombre de la librería no lo recuerdo. Allí fue donde compré los tomos de la GdI de Priego.
Esa es mi recomendación para Madrid.
Esa es mi recomendación para Madrid.
¿Que? ¿preparandote para el Napoleon campaigns?
Especializadas en historia militar:
Almena: http://www.libreria-almena.com
Centuria: http://www.centurialibros.com
La primera cerca de Callao y la segunda de Sol.
En Atlantica http://www.atlanticajuegos.com/ tambien puedes encontrar algo, pero esta mas orientada a los juegos de rol y estrategia.
Tambien puedes probar en las grandes, en La casa del libro, El corte ingles o Fnac.
La que te dice fremen creo que se llama Molina.
Especializadas en historia militar:
Almena: http://www.libreria-almena.com
Centuria: http://www.centurialibros.com
La primera cerca de Callao y la segunda de Sol.
En Atlantica http://www.atlanticajuegos.com/ tambien puedes encontrar algo, pero esta mas orientada a los juegos de rol y estrategia.
Tambien puedes probar en las grandes, en La casa del libro, El corte ingles o Fnac.
La que te dice fremen creo que se llama Molina.
¿La librería Atlántica sigue abierta? No me hagas mucho caso, pero creo recordar que la última vez que pasé por ahí, se había "convertido" en una tienda. Quizás simplemente se trasladaron.asalex escribió:En Atlantica http://www.atlanticajuegos.com/ tambien puedes encontrar algo, pero esta mas orientada a los juegos de rol y estrategia.
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Ya me habia parecido eso a mi, yo pase por alli en agosto y no habia nada en el local que supuestamente ocupaban, ni figuraba en el directorio del edificio.asalex escribió:Pues va a ser que Centuria si que esta cerrada, he pasado esta tarde y ni si quiera estaba el nombre en el directorio que hay a la entrada.
Maldicion una menos......
- Kal
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En la calle Imperial un enano deforme escupía fuego para una chiquillería vociferante. Fingiéndome ajeno al espectáculo de las llamaradas embocé mi sombra en un vuelo de mi capa y seguí camino hasta que mis botas despertaron el eco en la Plaza de Santa Cruz. El olor a castañas se había detenido en aquellos soportales y mi infancia se me arrimó por un momento para quedar atrás de nuevo frente al mostrador de un artesano dulcero en Marqués Viudo de Pontejos.
Es el centro de Madrid un lugar para mí especialmente querido por tenerlo asociado en la memoria a noches de ronda con amigos y desconocidos con los que desperdicié energías, desvergüenzas y correrías en pos de mujeres, vinos y diversiones y por haber puesto esas calles, palacios y recovecos el escenario a un amor que trastornó mi poco seso más allá de lo que uno puede explicar y que tenía por allí su cama, refugio siempre cálido donde uno creyó morirse alguna vez. Aunque eso fue en una vida tan lejana que bien parece hacer tres muertes.
Dos mamelucos que guardaban la esquina de Postas me miraron pasar, se cubrían de la corriente detrás de sus jamelgos y paliqueaban en su jerga cuando franqueé la entrada de la librería de los Molina en Travesía del Arenal.
Una hora de tiempo puede ser lo que quiera hacerse con ella. Uno puede entrar en una librería, mirar, comprar e irse y otro puede franquear la entrada, cerrar los ojos, aspirar, gozar, tocar, preguntar, estimular la pasión del maestro librero, buscar una trinchera común y acurrucarse unos minutos con ese hombre desconocido para echar un pito sin humo entre tanta maravilla.
Chandler. Un buen leño de interesante lectura, sí señor, precisamente el otro día unos húsares que conozco vengaron una afrenta por causa de ese hereje en el mismísimo metro de Barcelona. ¿No me diga?. Como se lo cuento, amigo. ¿Y el atlas de las campañas del Emperador de Esposito? Uy, recuerdo aquél ejemplar, vendí el último hace años. Si viene usted a encontrarlo en algún rincón virtual por las sendas de internet, señor viajero, ni lo dude, afloje la guita de la talega que aquel libro es imprescindible en el menester de comprender el cómo de las cosas que hizo el corso cabrón por esos páramos y montañas.
- ¿Y estas ediciones que expone, buen hombre, sobre combates, hechos de armas y hombres de guerra en gestas tales como Badajoz, Ciudad Rodrigo, Austerlitz y Waterloo y este ejemplar sobre Los Mariscales de Napoleón?, ¿los vende su merced a buen precio?
- Voto a bríos que puede su merced jurarlo. Si encontrase mejores precios en la Villa y Corte hágamelo saber y le devolveré los dineros a más de convidarle a mis expensas a escanciar un cuartillo en Cuchilleros.
- Eso podemos hacerlo sin ser menester mayor comprobación la próxima vez que venga a visitar Madrid, caballero.
Quedó el trato cerrado como entre caballeros procede. Una bolsa salió menguada y la otra repleta de lecturas futuras; el maestro librero se despidió cortés desde la mismísima portada con deseos de buenos pasos y mejores destinos y a mí me pareció sincero.
Allí seguían los perros de Pepe Botella. Me quedé mirando a los mamelucos con descaro hasta que uno de ellos vino a sentir el desafío y se me encaró. Echó mano a su espada, enfrentó su envergadura a mí, farfulló un paliqueo de desprecio al que respondí con la más retadora de las sonrisas...
- Tío... y unas palabras inteligibles de uno que pasa.
- Las siete y cuarto. Le contesto.
- ¿Que si quieres costo, gilipollas?.
- NO!!!
- Vale, vale, colega, arrastrando los pies y las palabras.
Puta realidad, siempre tocando los cojones.
Es el centro de Madrid un lugar para mí especialmente querido por tenerlo asociado en la memoria a noches de ronda con amigos y desconocidos con los que desperdicié energías, desvergüenzas y correrías en pos de mujeres, vinos y diversiones y por haber puesto esas calles, palacios y recovecos el escenario a un amor que trastornó mi poco seso más allá de lo que uno puede explicar y que tenía por allí su cama, refugio siempre cálido donde uno creyó morirse alguna vez. Aunque eso fue en una vida tan lejana que bien parece hacer tres muertes.
Dos mamelucos que guardaban la esquina de Postas me miraron pasar, se cubrían de la corriente detrás de sus jamelgos y paliqueaban en su jerga cuando franqueé la entrada de la librería de los Molina en Travesía del Arenal.
Una hora de tiempo puede ser lo que quiera hacerse con ella. Uno puede entrar en una librería, mirar, comprar e irse y otro puede franquear la entrada, cerrar los ojos, aspirar, gozar, tocar, preguntar, estimular la pasión del maestro librero, buscar una trinchera común y acurrucarse unos minutos con ese hombre desconocido para echar un pito sin humo entre tanta maravilla.
Chandler. Un buen leño de interesante lectura, sí señor, precisamente el otro día unos húsares que conozco vengaron una afrenta por causa de ese hereje en el mismísimo metro de Barcelona. ¿No me diga?. Como se lo cuento, amigo. ¿Y el atlas de las campañas del Emperador de Esposito? Uy, recuerdo aquél ejemplar, vendí el último hace años. Si viene usted a encontrarlo en algún rincón virtual por las sendas de internet, señor viajero, ni lo dude, afloje la guita de la talega que aquel libro es imprescindible en el menester de comprender el cómo de las cosas que hizo el corso cabrón por esos páramos y montañas.
- ¿Y estas ediciones que expone, buen hombre, sobre combates, hechos de armas y hombres de guerra en gestas tales como Badajoz, Ciudad Rodrigo, Austerlitz y Waterloo y este ejemplar sobre Los Mariscales de Napoleón?, ¿los vende su merced a buen precio?
- Voto a bríos que puede su merced jurarlo. Si encontrase mejores precios en la Villa y Corte hágamelo saber y le devolveré los dineros a más de convidarle a mis expensas a escanciar un cuartillo en Cuchilleros.
- Eso podemos hacerlo sin ser menester mayor comprobación la próxima vez que venga a visitar Madrid, caballero.
Quedó el trato cerrado como entre caballeros procede. Una bolsa salió menguada y la otra repleta de lecturas futuras; el maestro librero se despidió cortés desde la mismísima portada con deseos de buenos pasos y mejores destinos y a mí me pareció sincero.
Allí seguían los perros de Pepe Botella. Me quedé mirando a los mamelucos con descaro hasta que uno de ellos vino a sentir el desafío y se me encaró. Echó mano a su espada, enfrentó su envergadura a mí, farfulló un paliqueo de desprecio al que respondí con la más retadora de las sonrisas...
- Tío... y unas palabras inteligibles de uno que pasa.
- Las siete y cuarto. Le contesto.
- ¿Que si quieres costo, gilipollas?.
- NO!!!
- Vale, vale, colega, arrastrando los pies y las palabras.
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