Bender escribió: ↑25 Abr 2021, 12:23
Sabed, Lugio, que he decretado que es derecho de toda madre, mujer, hija o hermana celtíbera cuyo hijo, marido, padre o hermano haya perecido en la guerra auspiciada por tí contra Roma, dar muerte en el acto a todo ligio con el que se cruce para luego poder ofrecer sus restos descuartizados como comida para los cerdos. Y que luego deberá rezar de rodillas a la diosa Rea para pedir perdón por dar a sus honorables cerdos tal comida. Y sabed que este derecho no se extiende a los hombres o futuros guerreros, pues ensuciar sus manos con tan baja presa supondría una deshonra.
Nada. En cinco décadas todos ellos muertos y pelillos a la mar. Volvemos a poner el contador a cero y olvidamos estos desencuentros y malentendidos. Al menos por mi parte.....
¿Qué prisa hay por firmar la paz con Roma ahora mismo pregunta el que aún no ha derramado contra ella la sangre de sus hijos? ¿Qué les parece si mandamos una fuerza multinacional a las puertas de Roma pregunta el que no ha pisado aún territorio romano y no sabe qué es enfrentarse a su poderío?
Ya no se recuerda a mi Lugia Expeditionary Force caída frente a los Alpes ¡Qué ingrata es la memoria de los hombres! Espero que las madres, mujeres, hijas o hermanas celtíberas sean tan duras de mollera como las mujeres lugias por el bien de nuestras tribus.
¿Haciendo que cada lustro uno de los participantes del asedio gobierne la ciudad eterna pregunta el que no sabe siquiera lo que es un asedio y repartir entre sus hombres el justo premio de botín?
En eso tengo que darle la razón. Fueron los dioses los que me privaron de tamaña gloria, aparte de los romanos que se concentraron en este lado de la frontera, dejándoles vía libre la Galia Narbonense. No olviden tampoco eso. Su progresión en Occidente se debió al volcado de Roma en el Este. Concatenando la caída de mi Fuerza Expedicionaria, tres líderes reinando en menos de una década y decenas de revueltas internas me impidieron cumplir con mis obligaciones. Y bien que lo siento. Sobre todo por mi vecino dardano al que dejé en la estacada sin oírle queja alguna en todo este tiempo, cosa que le honra y que nunca terminaré de agradecerle como se merece.