CAPÍTULO 7: Consolidar la satrapía
El último capítulo trajo cierta tranquilidad a nuestro pequeño 'reino'. Tras éxitos y reveses, hemos podido consolidar nuestro poder en la zona al fundar nuestra propia satrapía (equivalente a ducado en CK2) y al haber cosechado una importante fortuna (sobre 1700 monedas) que, a priori, dan esa sensación de tranquilidad. A pesar de todo esto, aún no podemos ser considerados como un 'poder decisivo' en la región, ya que aunque hemos ampliado nuestras fronteras, nuestra capacidad de movilización de tropas es baja, al igual que la calidad de las mismas.
Es en este punto donde se da una de las paradojas del juego, y que más me atrae del mismo. CK2 es un juego, que por lo general suele tener un comienzo difícil (dependiendo de la nación que elijamos). Conforme vamos sobreviviendo a los primeros compases de la partida, seremos testigos de como nuestro poder aumenta, al igual que nuestro dinero; lo que lleva a dos cosas en el jugador:
1-Se baja la guardia: el juego marca una falsa tendencia en el jugador; es decir cada vez te haces más fuerte, o más grande, o más rico y poderoso; o todas a la vez. Y debido a ello te hace, a conciencia, bajar la guardia. Que te digas a ti mismo: 'si pierdo contra este no pasa nada', 'siempre puedo tirar de mercenarios', 'invirtamos todo el dinero, si igual estoy sacando +50oros en el balance' ....
2-Explota ese sentimiento de 'pequeños' (o no tanto) megalómanos que con mayor o menor medida podemos llevar dentro. Cada vez quieres más. Da igual que hayas establecido un pequeño reino, también quieres el de tu vecino, y tras este pues el imperio rival.... Esto lleva a que, viéndonos poderosos, entremos en un bucle de Guerra-Victoria-Nueva Guerra- etc
Dicho esto, es aquí donde CK 2 (desde mi humilde opinión) brilla. Ya que aunque nuestro porcentaje de éxito y victoria sea importante; debido a nuestra suerte, nuestra capacidad analítica o número de tropas; el porcentaje de que todo se vaya al garete es muy muy superior, aunque por lo general no seamos conscientes de ello durante la partida. Este capítulo es un ejemplo de cómo, a pesar de la tendencia, todo se te puede ir al garete en cualquier momento: una guerra que se alarga más de la cuenta, un reino insignificante que te da más dolor de cabeza del esperado, un líder que muere repentinamente....; al menos aquí, la cosa quedó en un susto.
Como viene siendo habitual, la región es un tremendo caos:
-En el sur, una facción de nobles seffarides de confesión yazidí se han independizado de su señor; dando comienzo a una larga guerra.
-La antigua satrapía de Tahirid, es ahora un pequeño estado menor en la región conocido como sultanato de Farsistán.
-El Califato se haya sumido en una tremenda guerra civil.
-El pequeño emirato Dulavid, ahora al sur de nuestra frontera, parece ser el único que ha conseguido mantenerse estable.
Un primer impulso se nos viene encima. ¿Qué tal si declaramos la guerra directamente al califato Abbasí? La verdad es que durante cierto tiempo me veo tentado a aprovechar la situación. Si sale bien, es el camino a convertirnos directamente en potencia regional. Si sale mal caeremos a un pozo desde el que será difícil salir. Tras una semana de meditar sobre ello, decido tomar la vía conservadora. Ya habrá otras rebeliones futuras que podamos aprovechar. Por ello, tomo la decisión de mejorar las condiciones de nuestro incipiente reino. El festival del fuego abre esta nueva etapa de prosperidad.
Nos decantamos por beneficios militares para previsibles campañas que puedan venir.
También, centramos nuestros esfuerzos en la mejora de las infraestructuras y edificios de nuestras provincias, así como en la mejora de las relaciones con el nuevo califa, de 7 años.
La Campaña contra Dulavid
Tras varios meses de prosperidad en la satrapía, y con unas arcas de 2000 monedas, la idea de continuar expandiendo nuestra incipiente nación vuelva a pasar sobre mi cabeza. Una ojeada rápida a nuestros vecinos me hace ver que están envueltos en conflictos enquistados que llevarán varios meses, sino años, en finalizar. El más peligroso de ellos, el califato Abbasí, sigue en medio de una dura revuelta que viene sangrando su economía y sus fuerzas.
Después de meditarlo creo que hay una posibilidad de victoria rápida contra nuestro vecino del sur; el emirato de Dulavid. Este pequeño estado, si bien ha permanecido estable durante casi toda la partida, ha sufrido hace poco algunas rebeliones que han podido mermar su capacidad combativa, así como su economía. Un primer vistazo a su número teórico de unidades, lo hacen factibles a mis planes. Por lo que nuevamente nos lanzamos a una guerra que se espera sea rápida y fructuosa. Declaramos la guerra santa sobre la región de Jibal.
Tal y como exponía al principio de este capítulo, las cosas en este juego no son siempre como uno espera, a pesar del análisis que podamos hacer. Lo que parecía ser una campaña fácil terminará por convertirse en un verdadero dolor de cabeza. Al poco de dar comienzo el conflicto, varios mensajeros nos informan de que lejos, al este, en las tierras de Samarcanda se ha declarado una epidemia de tisis (tuberculosis). A pesar de que está lejos; esta próspera ciudad es uno de los núcleos comerciales más florecientes de la ruta de la seda. Por el momento sólo podemos desear que la epidemia quede en algo local.
La campaña comienza de momento bien. Somos capaces de levantar un ejército de unos 2000 hombres; cantidad muy similar a la de nuestro rival. Para facilitar las cosas, y viendo que parte de la campaña la trataremos de llevar en territorio enemigo, contratamos a la compañía esteparia. Sus caballos serán muy útiles en los desiertos y llanuras dulavíes.
Aprovechando la falta de organización de nuestro rival. Nos movilizamos rápidamente para interceptarlos en su provincia capital, antes de que pueda reunir el resto de sus fuerzas. Una gloriosa batalla se espera que tenga lugar a escasos km de la fortaleza principal dulavid.
Mientras marchamos al encuentro de nuestros enemigos, recibimos una nota de nuestro aliado y cuñado; el sátrapa de Karen. Envalentonado por la actual situación de rebelión que vive el califato y aún con ganas de venganza tras la pérdida de las provincias de Gurgan y Qwir, con dos huevazos le declara la guerra al califa... y como no, nos 'invita' a unirnos a él.
La noticia nos llega en el peor momento y nos deja muy poco margen de maniobra. Si nos negamos, perderemos al único aliado de peso en la región junto con casi todo el prestigio que hemos acumulado en estos años de andanzas. Si aceptamos, estaremos automáticamente en guerra con el califato Abbasí, aunque no seamos el agresor principal. Me resigno y acepto unirme a él. Nuevamente sigo con esperanzas de acabar la campaña en dulavid rápido para comenzar una guerra de guerrillas contra los abbasíes.
Nuestras tropas consiguen interceptar a las huestes dulavíes, comandadas por el propio emir. El choque es brutal en los campos de Qom. En medio del fragor de la batalla, nos encontramos frente al propio emir que arenga a sus hombres. Le damos persecusión.
Tras un duelo singular, conseguimos incapacitar al emir. Un golpe seco lo deja sin vida, inerte en medio del campo de batalla. Con su líder muerto, seguimos con esperanzas de que la campaña acabe rápido. La batalla de Qom acaba en una decisiva victoria para nuestro ejército.
Animados, perseguimos a los restos del ejército por los campos dulavíes. En la provincia de Luristán, éstos se reunen con nuevas levas poniendo ante nosotros una tropa combinada de unos 3200 hombres. Una victoria rápida aquí nos aseguraría el fin de la campaña.
Pero... a pesar de nuestro empeño, el enemigo se alza victorioso. Todo el flanco izquiero nuestro salió en desvandada y nuestras tropas tuvieron que retirarse del campo de batalla. La situación empieza a ponerse muy complicada, con nuestras fuerzas viéndose diezmadas y nuestras arcas bajándo rápidamente.
Lo último que queremos ahora mismo es que la campaña se enquiste un una guerra de desgaste lenta. Es lo peor que nos podría pasar, teniendo en cuenta que estamos oficialmente en guerra contra el califato. La necesidad de forzar una resolución rápida al conflicto me lleva a reclutar más mercenarios, haciendo que nuestras arcas soporten una gran carga. Con las nuevas tropas de refresco nos imponemos a los dulavíes en la batalla de Zajan-Abhar capturando a varios comandantes. Inmediatamente ponemos rumbo a la capital enemiga que conquistamos, no sin un fuerte sacrificio.
Ambos bandos estamos completamente extenuados. El rival nos ha forzado a una guerra de desgaste donde debemos ir tomando sus posesiones una a una. Por suerte una rebelión de cristianos nestorianos prende en pleno corazón Dulavid. Tras unos meses más conseguimos el ansiado premio, pero el precio es muy muy muy alto.
BALANCE:
-El 60% de nuestras tropas (tanto levas como vasallas) han muerto en la campaña, lo que llevará un tiempo en reponerlas EN CONDICIONES NORMALES.
-Nuestras arcas se han visto mermadas casi en un 75%. De los 2000 y poco que teníamos de oro al comenzar la campaña, hemos quedado con escasos 560.
-La epidemia de tuberculosis se ha expandido y ha comenzado a afectar a nuestras provincias orientales.
-El califato se 'ha bajado los pantalones' literal frente a los rebeldes. Por ello han perdido el 40% de su territorio pero... ahora todos sus ejércitos tienen el foco puesto en la guerra que nuestro aliado ha comenzado.
-El marzpanato de Gilán, nuestro antiguo vecino kurdo zoroastra, ha conseguido la independencia nuevamente fruto de estas rebeliones.
Se hace prioritario evitar por el momento a los ejércitos abbasíes. No entorpecer su paso por nuestro territorio y 'rezar' para que no les de por cebarse con nosotros; o que otro estado quiera aprovecharse para declararnos la guerra. Nuestra situación ahora mismo es bastante precaria