Voluntarios para saltar sobre Normandia

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Vencini
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Vencini »

UUuuuuoooooaaahhhh! bueno, voy a dar un pequeña cabezadita... :sleep:

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El sargento Vencini soñó con acciones épicas.Combates perfectos donde todos los hombres bajo su mando, salían victoriosos. El enemigo se rendía "Nicht Schiessen, nicht Schiessen! Kamaraten! Kamaraten!" Pero todo aquello era sólo eso : sueños... :mrgreen:
"Si he visto más lejos, es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes". Bernard de Chartres.
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Patxi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

¿A falta de unas horas y se pone usted a echar un sueñecito? Vaya cuajo que tienen los hombres de la Dog.

Unas horas antes, a la hora del almuerzo y tras ver a las tropas embarcar hacia Francia, Eisenhower y su ayudante, Harry Butcher, regresaron a la caravana de Eisenhower en Southwick Park, oculta bajo unas redes de camuflaje. La llamaba "mi carromato de circo" y tambien intentaban distraerse jugando al Hounds and Fox y luego a las damas. Butcher ya lo había dispuesto todo para que el comandante supremo, acompañado de unos periodistas, se dirigiera aquella tarde al aeródromo de Greenham Common para visitar a los hombres de la 101.a División Aerotransportada de los Estados Unidos. Estos soldados debían despegar a las once de la noche para llevar a cabo la misión que Leigh-Mallory había pronosticado que acabaría en desastre.
http://splicd.com/LTwEKAnniHw/22/96
En esos momentos de reflexión personal, los discursos de ánimo de algunos mandos de los regimientos no habrían podido resultar más chocantes. El general Maxwell Taylor advirtió a sus hombres de la 101.a Aerotransportada que combatir de noche daría lugar a una gran confusión. Iba a resultarles difícil distinguir a los de su propio bando del enemigo. Por esa razón deberían combatir con cuchillos y granadas por la noche, y recurrir a las armas de fuego únicamente cuando ya hubiera amanecido. Según uno de esos hombres, «también dijo que si se hacían prisioneros, éstos representarían un estorbo para llevar a cabo nuestra misión. Teníamos que deshacernos de los prisioneros de la manera que consideráramos más conveniente».

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General Maxwell Taylor

Otro comandante optó por adoptar tácticas de choque. A sus hombres, mientras permanecían en formación ante él, les dijo lo siguiente:
«Mirad a vuestra derecha y a vuestra izquierda. Sólo uno de vosotros seguirá vivo después de la primera semana en Normandía».
No cabe duda del alto nivel de motivación que reinaba entre la inmensa mayoría de los soldados de las divisiones aerotransportadas americanas. La manera más efectiva de imponer disciplina que tuvieron durante un tiempo los oficiales fue amenazar a los soldados con impedirles su participación en los lanzamientos de la invasión. Los rituales de la víspera de la batalla incluyeron el afeitado de cabezas para facilitar a los médicos el trabajo en caso de herida en esa parte del cuerpo, pero varios hombres decidieron dejarse una franja central de pelo al estilo mohicano. Ello contribuiría a la idea que tenían los alemanes, influenciados por las películas de gánsteres de Hollywood y que luego extendieron los medios propagandísticos de la Wehrmacht, de que los soldados de las unidades aerotransportadas americanas eran reclutados en los penales más peligrosos de los Estados Unidos y procedían de la «übelste Untermenschentum amerikanischer Slums» («la peor especie de infrahumanos de los suburbios americanos»).
Se pintaron, además, la cara de negro, sobre todo con el hollín de las estufas, aunque algunos utilizaron betún, y otros añadieron rayas de pintura blanca, en una especie de competición a ver quién conseguía que su cara pareciera «más feroz».
Sus trajes de paracaidista llevaban el emblema de su división en el hombro izquierdo y la bandera de los Estados Unidos en el derecho. Un soldado, que había recibido de un colaborador de la Cruz Roja dos cartones de cigarrillos Pall Malí de más, se metió uno en cada pernera. Pero para los que se vieron obligados a saltar sobre zonas anegadas, la opción de ese escondite debió de provocarles un disgusto añadido. Los soldados se ajustaban al máximo las botas, las correas y los tirantes, como si éstos formaran una especie de armadura que les sirviera de protección en el combate que estaba a punto de producirse. Los paracaidistas también fueron a por más munición: iban cargados hasta los topes. Su mayor temor era encontrarse con el enemigo y tener el fusil descargado. Llevaban cartucheras colgadas cruzando el pecho al «estilo Pancho Villa», cantimploras llenas hasta el borde y sacos con calcetines y mudas de repuesto. Los cascos de camuflaje con red tenían fijado en su parte posterior un botiquín que contenía vendas, ocho pastillas de sulfamidas y un par de dosis de morfina inyectable, «una primera contra el dolor, y una segunda para pasar a la eternidad».
Los bolsillos y las riñoneras estaban llenos a rebosar, no sólo con los ciento cincuenta cartuchos de balas del calibre 30, sino también con barras de chocolate de la ración D de combate, que tenían una textura parecida a la del cemento poco antes de fraguar, y con una granada Gammon de fabricación británica, que contenía casi medio kilo de explosivo C2 en una especie de calcetín de algodón. Esta bomba improvisada podía resultar absolutamente efectiva incluso contra vehículos blindados (los paracaidistas la llamaban su «artillería de mano»), pero su popularidad se debía también a otras razones.
Con una pequeña cantidad de ese explosivo de ignición rápida podían calentarse en el interior del hoyo de protección una taza de café o su ración K de combate sin formar ni pizca de humo.
Las placas de identificación iban pegadas para que no hicieran ruido al golpearse unas con otras. En un neceser colgado del cuello llevaban, además de cigarrillos y encendedores, otros artículos de primera necesidad, como un kit de afeitado y de higiene corporal, pastillas para purificar el agua, veinticuatro hojas de papel higiénico, un libro de frases hechas en francés y un equipo de fuga consistente en un mapa impreso en un pañuelo de seda, una pequeña sierra para metales, una brújula y dinero en efectivo. La abundancia de todo este equipamiento asombraba a los humildes muchachos de origen rural, acostumbrados a improvisar y a arreglárselas de la mejor manera posible en casa. En el primer puesto de esa lista de artículos de pequeño tamaño figuraban el instrumental para cavar trincheras y el arma personal del soldado, normalmente una carabina con un afuste, desmontado en parte, metido en una bolsa llamada el «estuche del violín», que llevaban atada con unas correas cruzando el pecho. Otros hombres iban armados con una metralleta Thompson. Las bazucas se llevaban desmontadas en sus dos mitades. Junto con varias granaderas con explosivos antitanque, iban depositadas en bolsas atadas a las perneras que se balancearían durante el descenso. Sólo estas bolsas solían pesar unos cuarenta kilos.



Los mandos comenzaron a ladrar las ordenes dentro de los hangares:
-¡Compañia Dog a formar en la pista junto a los aviones!
http://splicd.com/II4i0VKRtQs/391/446
Sobrecogen los comentarios del narrador

El teniente Vencini se sobresalto, despertando bruscamente de aquellos agradables sueños. Vio como El Cid aprovechaba para terminar de asearse antes de ponerse la camiseta y la casaca. A saber que diablos habra estado haciendo en la tienda del coronel Shepherd.
El teniente Von Patoso se cruzo con Vencini mientras este se ajustaba, todavia somnoliento, el barboquejo del casco y le lanzo una sonrisa complice. Su segundo, el sargento Presi, habia saltado antes que ningun otro soldado de la compañia. Les debian un buen fajo de billetes por aquella apuesta que se lanzaron los tres pelotones el dia que les embarcaron en Nueva York.
Seguramente en Caen habria buenos garitos donde poder fundirse aquellos dolares. Von Patoso suspiro aliviado al comprobar que no tendrian que compartir el premio con El Cid. No les aguaria aquella fiesta privada. Las francesitas serian todas para ellos. Aquella fiesta seria un buen colofon para los supervivientes del segundo peloton.
Ahora, tocaba llegar vivito y coleando (y no necesariamente en ese orden) hasta alli.


*En rojo, extraido del libro El dia D, de Beevor.
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Patxi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

Los dos Pratt & Whitney del Dakota petardearon, expulsando penachos de humo negro y blanco por los escapes situados bajo el carenado. Las palas comenzaron a describir circulos pesadamente. Mas estampidos y crujidos y las helices empezaron a girar a 2000 rpm. Una densa humareda negruzca ocultó por unos instantes a los auxiliares de vuelo situados cerca del fuselaje.
[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=vEV47V_f ... re=related[/youtube]
Decenas, centenares de motores se ponían en marcha al unisono por toda la pista de despegue alterando la tranquilidad de la bucolica campiña inglesa. El ruido de los motores rugiendo inundó el aeródromo.
Los hombres de la Dog se dispusieron en torno a los aparatos. Algunos paracaidistas se impresionaron al verlos. «Quedamos endiabladamente sorprendidos cuando vimos aquellas rayas tan anchas pintadas en las alas y también en el fuselaje. Pensamos que en el aire parecerían patos a la espera de que cualquier artillero intentara probar suerte con ellos.» Empezaron a colocarse por ultima vez los equipos, comprobando las correas, ajustando las cinchas, acomodando sus armas junto a sus cuerpos.
http://splicd.com/II4i0VKRtQs/447/462

Muchos de aquellos C-47, llamados «albatros» por los paracaidistas, tenían nombres y símbolos pintados en la punta del aparato. Uno, por ejemplo, tenía dibujado un diablo sosteniendo una bandeja en la que aparecía una chica sentada en bañador, con la siguiente leyenda: «El cielo puede esperar» {Heaven can Watt). Otro avión tenía un nombre no tan alentador: Miss Carriage (nótese el juego de palabras en inglés: Miss Carriage, «Miss Carruaje, Transporte», y miscarriage, «fracaso», «aborto», «pérdida»)

Los hombres del segundo peloton, al mando del Teniente Von Patoso, se afeitaron las cabezas para facilitar a los médicos el trabajo en caso de herida en esa parte del cuerpo, pero varios hombres decidieron dejarse una franja central de pelo al estilo mohicano. Ello contribuiría a la idea que tenían los alemanes, influenciados por las películas de gánsteres de Hollywood y que luego extendieron los medios propagandísticos de la Wehrmacht, de que los soldados de las unidades aerotransportadas americanas eran reclutados en los penales más peligrosos de los Estados Unidos y procedían de la «übelste Untermenschentum amerikanischer Slums» («la peor especie de infrahumanos de los suburbios americanos»).
Casi todos los soldados de la división y practicamente todos los hombres que componían la compañía se pintaron, además, la cara de negro, sobre todo con el hollín de las estufas, aunque algunos utilizaron betún, y otros añadieron rayas de pintura blanca, en una especie de competición a ver quién conseguía que su cara pareciera «más feroz».
Ahi los teneis. Indios provenientes de Back Bay y del Bronx:

http://splicd.com/II4i0VKRtQs/462/476

El ruido de los aviones se acentuo, conforme los primeros despegaban.

Los paracaidistas tardaron cuarenta minutos en subir a los aviones, pues debido al enorme peso que cargaban necesitaron ayuda para subir las escalerillas, casi como si fueran caballeros con armadura que intentaran montar a lomos de sus caballos.


http://splicd.com/II4i0VKRtQs/477/503

Y una vez a bordo, un buen número de ellos tuvo que bregar al poco tiempo contra un problema añadido: «la necesidad de orinar fruto de los nervios». Los pilotos de los escuadrones de transporte comenzaron a preocuparse cada vez más por el exceso de peso. Cada avión debía transportar a un «grupo» de entre dieciséis y dieciocho hombres totalmente equipados, de modo que insistieron en pesarlos. Cuando supieron el peso total que tenían que transportar, su preocupación fue aún mayor. El primero en montar era un sargento que se colocaba en la parte delantera del avión, mientras que el comandante del pelotón era el último en hacerlo, pues sería el encargado de abrir la marcha. El sargento, que al final cerraría el grupo, era el que daba el «empujón» decisivo y se aseguraba de que todos hubieran saltado y ninguno se quedara paralizado. «Un soldado preguntó al sargento El Cid si era cierto que tenía la orden de disparar a quien se negara a saltar. "Eso es lo que me han ordenado", respondió. Lo dijo con tanta delicadeza que todo el mundo se quedó callado.»

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Algunos muchachos horas antes de montar en los aviones que les llevarian a Normandia


El capitan Tiopepe fue el último en montar de la compañía. Antes de meterse en el interior del Dakota, se volvió y recorrió con la vista la larga pista de despegue:
-Vamos allá -pensó-, ya no hay vuelta atras.
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Se dejó caer en el interior y un auxiliar se asomo por la portezuela y les deseo buena suerte




Los C-47, cargados hasta los topes, empezaron a rodar lentamente con los motores «gruñendo» por la pista de Greenham Com-mon, en una secuencia aparentemente interminable. El general Ei-senhower permanecía allí de pie, según parece con lágrimas en los ojos, saludando a los aviones de los paracaidistas de la 101.a División Aerotransportada que levantaban el vuelo.

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La compañia D de la 101 Division Aerotransportada



*En rojo, fragmento del libro El dia D, de Beevor.
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=9MSUzUpqmNw[/youtube]


Durante la hora anterior a la medianoche del 5 de junio, el rugido de los motores de centenares de aparatos aéreos que cruzaban el cielo en constante flujo pudo oírse por las aldeas y pueblos próximos a los aeródromos del sur y el centro de Inglaterra. Hombres en pijama y mujeres en camisón salían a sus jardines para mirar a lo alto y contemplar el desfile de aviones de aquella armada aérea aparentemente interminable, cuyas siluetas se perfilaban en las nubes que iban desplazándose velozmente en el cielo. «¡Ahí van!», pensaban instintivamente. El espectáculo evocaba profundas emociones, incluso dolorosos recuerdos de la evacuación de Dunkerque cuatro veranos antes. Algunos volvieron a entrar en sus casas para arrodillarse ante la cama y rezar por los que partían.

Los pilotos de sus escuadrones de transporte de tropas habían blasfemado y rezado mientras elevaban del suelo sus Skytrain C-47 «con evidente exceso de carga». Adoptando las clásicas formaciones en «V», los aviones de transporte de color verde oliva cruzaron veloces el canal de la Mancha. El oficial encargado del control del espacio aéreo, a bordo del crucero estadounidense Quincy, observaría que «a esa hora ya había salido la luna, y, aunque las nubes eran todavía muy espesas, iluminaba el cielo con un peculiar resplandor ... Aparecieron los primeros Skytrains, dibujando la silueta de un grupo de murciélagos en vuelo con las alas desplegadas».
Los aparatos aéreos no debieron de parecer muy similares a los murciélagos a los grupos de dieciséis o dieciocho hombres que volaban en ellos mientras soportaban el ruido ensordecedor y las vibraciones de los motores forzados. Varios de esos hombres llevaban los cascos preparados en el regazo, pero la mayoría vomitaba directamente en el suelo, lo que haría que estuviera sumamente resbaladizo cuando llegara el momento crucial. Los de religión católica pasaban las cuentas de sus rosarios susurrando las plegarias. Los pilotos ya habían advertido que los ánimos eran considerablemente distintos a los mostrados durante los ejercicios de lanzamiento practicados en Inglaterra. Uno de ellos observó que normalmente eran «unos tipos engreídos e ingobernables», pero que esta vez «estaban muy serios». La tripulación distaba también mucho de estar tranquila ante la misión. En la cabina, algunos pilotos llevaban anteojos y casco metálico por si el fuego antiaéreo rompía el parabrisas. Los paracaidistas de las formaciones principales envidiaban a los exploradores que se habían adelantado con las balizas radar. Ya debían de encontrarse sobre el terreno, tras haber saltado poco después de la medianoche, antes de que los alemanes se dieran cuenta de lo que estaba ocurriendo. Muchos hombres fingían dormir, pero sólo unos pocos consiguieron descabezar un sueñecito.


Un submarino de la Marina Real británica que había salido a la superficie indicaba el punto en el que los aviones debían virar al oeste para dirigirse a la península de Cotentin y llegar a las zonas de lanzamiento. Una vez divisada la costa francesa, los pilotos comunicaron a los soldados que les quedaban menos de diez minutos para saltar.

En el Dakota 1, el capitán Tiopepe, junto con su HQ, hacia un rato que habia abandonado el estudio de los planos y la lectura de las órdenes pormenorizadas. No podia evitar asomarse por la portezuela para ver el espectaculo del mar cubierto de buques que avanzaban hacia el sur.
El teniente Vencini, junto con el primer escuadrón del primer pelotón, viaja a bordo del Dakota número 2. Se habia echado a dormir en el duro suelo con unos almohadones. Soñaba con su quinto salto, aquel que le otorgaria la insignia alada.
Un avión más allá, en el número 3, se encontraba El Cid, al mando del segundo escuadrón. Habia dejado caer su mano derecha, como al descuido, sobre la funda de su Colt. Se preguntaba si no tendría que usarlo para obligar a sus hombres a saltar. Un ligero temblor se adueño de su diestra. Cuando oyo lo de la costa francesa, empezó a repiquetear los dedos sobre la funda. Los nervios lo estaban matando.
En el Dakota número 4, viajaba el teniente Von Patoso, con el segundo pelotón al completo. El piloto apuró toda la pista para poder despegar debido a la cantidad de peso que llevaba. Su sargento, Presi, habia saltado junto con otros muchachos de su unidad, una hora antes. Ahora tendría que estar en algun lugar por ahi abajo. Desconocia que en ese mismo momento, Presi habia fracasado en su misión de instalar las radio balizas que guiasen la escuadrilla hacia su zona de salto. Su piloto, llevando los motores de su Dakota al máximo de revoluciones, se afanaba en no perder su posición en la formación, mientras se ciscaba en Von Patoso y en toda la impedimenta que cargaban encima los hombres del segundo pelotón.
Al otro lado de la formación en V, volaba el Dakota 5, con el teniente Lino y el primer escuadrón del tercer pelotón en su interior. El fuselaje ronroneaba por las vibraciones de los 28 cilindros que lo propulsaban a 250km/h sobre el Canal. Cuando el copiloto se giró hacia ellos y les señalo con un gesto, la costa francesa, Lino apenas despegó los párpados y siguió rezando en silencio. Golpeaba ritmicamente con el pie el suelo. Tenía el extraño pálpito que no volvería a pisar tierra nunca más.
El sargento Marmiton viajaba en el último de los aviones, con el numeral 6. Estaba rodeado del segundo escuadrón, el mas dicharachero de toda la compañía.
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Las risas y las bromas de inicio se habian mutado en silencios y recogimiento.
Hacia tiempo que las miradas de aquellos hombres se evitaban, a pesar de estar sentados frente a frente.
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Todos sabían que aquella noche iban a cambiar muchas cosas en sus vidas.

Esta bien, muchachos. Ahi abajo tenemos la costa francesa. Dentro de unos minutos saltaremos sobre esos sucios alemanes. Degollen tantos de ellos como puedan. Vamos alla.

Mañana, el salto.... (que los Flak y mesie Koenig los cojan confesados). :mrgreen:
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Vencini
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Vencini »

Genial! Una charlita (a nivel interno si por aquí no se puede) estaría bien de cómo actuar una vez q estemos allá abajo... Q nervios! :mrgreen:

Saludos
"Si he visto más lejos, es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes". Bernard de Chartres.
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

El leutenant Koenig se afanaba, mientras tanto, en organizar a sus hombres para recoger los heridos y trasladarlos dentro de los edificios.
Giró la manivela para cagar la bateria. Descolgó el teléfono para informar a sus superiores. No habia linea. Pulsó repetidamente el interruptor. Nada. Silencio. El teniente maldijo por lo bajini. En cuanto amaneciese e informase de aquello, algunas unidades SS iban a hacer una visita a los pueblos de alrededor para ajustar algunas cuentas. Sonrió malevolamente. Aunque fuese un oficial de la Wehrmacht y no participase en aquellas acciones de castigo, tampoco las veia con malos ojos. Habia perdido ya muchos compañeros en atentados de la Resistencia.
-Ahora se enteraran esos cerdos..... -habló entre dientes.
El sargento Prevo, uno de sus hombres, se cuadró ante él.
-Hemos encontrado estos pajarillos ocultos en el bocage, mein leutenant.
A Koenig le rechinaron los dientes. No soportaba aquella familiaridad en el trato, pero la disipada vida castrense en Francia lo favorecía.
Salieron al exterior de la casa y tumbados en el suelo pudo ver dos cuerpos. Uno de ellos todavia se movía. Se inclinó hacia él y distinguió en su hombro la insignia de sargento. El hombre se retorcía levemente, el gesto contraído, la cara ennegrecida y los ojos ligeramente humedecidos.
-Wie ist Ihr Name? -inquirió con suavidad. Empezó a palparle los bolsillos en busca de alguna cartilla indentificativa. No descubrió nada. Echó la vista atrás y Prevo se llevo instintivamente la mano al abultado bolsillo de la guerrera.
-Perros ladrones -masculló por lo bajini.
El suboficial norteamericano abrió los párpados y dejó de agitarse. Sus grandes ojos resaltaron sobre la cara tiznada. Tenia una triste mirada.
-Wie ist Ihr Name? -insistió de nuevo Koenig agitando el hombro suavemente. El yanqui jadeó y el leutenant retiró su mano humedecida por sangre. Habia dado con la herida. Un apósito puesto de urgencia por sus compañeros de comando habia parado la hemorragia.
-Presi -musitó el otro. De sus ojos resbalaron dos lágrimas.
El sargento Presi, al ver la cara de aquel oficial aleman, supo que habia fallado a sus compañeros. Una inmensa sensación de vacio le inundó. Se derrumbó.
Koenig se levantó. El otro soldado americano estaba ya muerto. Se giró hacia Prevo. Éste se puso tenso. Se acercó y le dijo:
-Recoja a este hombre. Métalo dentro junto con los nuestros. Cuide de él especialmente.
Prevo asintió sin mirarle a los ojos. El teniente añadió:
-Y hágame el favor de devolverle los cigarrillos que le ha requisado.... -alargó la última vocal. Se encontraba cansado de combatir junto con estos "Landser". A veces, aunque solo a veces, añoraba el frente del este.
Esa noche iria a visitar el burdel del ejército en Bayeux. Se levantaría tarde y disfrutaría de la sesión matutina en el cine militar con la última de Leni Riefenstahl. Compraría kilo y medio de queso para enviar a casa y comería unas ricas tostadas de mantequilla con Camembert sentado en algun bristó y......
De repente, un rugido proveniente del cielo interrumpió los pensamientos de Koenig.
-¡Oh, no! ¡El flak!
El teniente se perdió en la oscuridad de la noche al igual que Prevo y otros soldados. Tenian algunos minutos antes de que el Flak estuviese plenamente operativo.
El sargento Presi, en el interior del edificio, sonrió mohinamente. Por lo menos habian conseguido entretener lo suficiente a los alemanes como para dejar el antiáereo desatendido. El zumbido seguía aumentando....
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

Vencini escribió:Genial! Una charlita (a nivel interno si por aquí no se puede) estaría bien de cómo actuar una vez q estemos allá abajo... Q nervios! :mrgreen:

Saludos
Ando con el tiempo apretadete. En cuanto pueda, os envio "por privado" todo lo que os pueda interesar: mision en concreto, bajas, etc...
Dadme unos dias, plis... Todavia me falta "narrar" la aproximacion a la zona de salto (con los antiaereos rugiendo a vuestro alrededor) y el salto....

De todas formas, estaria genial que os metieseis en la piel de vuestros muchachos y posteaseis por aqui aquello que os pueda pasar por la cabeza estos momentos previos.... Recordaros que en esta parte de la historia, los Dakotas se encuentran metidos entre nubes y todavia los flak no han hecho acto de presencia (lo digo para seguir un cierto orden cronologico y que nadie narre ahora mismo su salto si no quiere ir a parar a 30 kms de su objetivo.... :mrgreen: )
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Tiopepe2 »

Por unos instantes me quede encerrado en mis pensamientos mientras observaba por una de las ventanas del Dakota al resto de la formacion en vuelo.

Continuamente me repetia para mis adentros: “ Nos entrenaron para esto. No podemos fallar….”.

Eramos la punta de lanza del desembarco, los primeros en pisar suelo francés. El éxito de esta operacion dependia en buena medida de la labor que realizaran nuestras divisiones aerotransportadas.

Confio en mi compañía plenamente, son buenos chicos y seguro que daran lo máximo una vez pisemos suelo francés.

La media de edad de la compañía no supera los 22 años, y muchos de ellos no volveran a ver a sus familias y novias cuando todo esto termine. Mientras fijo la vista en mis hombres puedo ver el miedo y el nerviosismo en sus ojos. Muchos de ellos me asienten con la cabeza cuando cruzamos la mirada en señal de que estan preparados para su cometido.

Al embarcar los hombres y pertrechos de la compañía Dog en los Dakota, me reuni brevemente con los Tenientes de Peloton Vencini, Von Patoso y Lino para entregarles un sobre a cada uno con las primeras ordenes de actuacion al pisar suelo frances.

A este respecto fui muy claro: “.…Abran este documento, sólo y únicamente, cuando esten a bordo de los Dakotas y sobre el cielo de Francia. Comuniquen estas instrucciones a sus respectivos suboficiales de peloton…..”.

Hacia frio…, mucho frio en el interior de este transporte aereo. Quizas eran los nervios, que hacia que se me congelara la sangre y me agarrotara los musculos.

Nos aproximamos a la costa, pero nos queda aun el trecho las dificil. Esa maldita defensa antiaerea nos estara esperando tierra adentro. Los muchachos de la 8ª Fuerza Aerea nos habian contado todo tipo de historias, y cuando veiamos regresar a los B17 de vuelta a casa, nos haciamos buena idea del horror que se debia vivir en el interior de un bombardero cuando te estalla la metralla de la Flak en el interior del fuselaje..…




“ Nos entrenaron para esto. No podemos fallar…
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

Cuando sobrevolaban la línea de la costa, los aviones entraron en un denso banco de niebla que no había sido pronosticado por los meteorólogos. Los paracaidistas que tuvieron la oportunidad de mirar afuera se alarmaron ante la espesura de la blanca bruma. Las luces azules situadas a los extremos de las alas resultaban invisibles. Los pilotos, incapaces de ver nada, temieron que se produjera una colisión. Los hombres que estaban en la parte exterior de la formación no querían mirar.

El navegante del Dakota 1 que comandaba la formación, movia desesperadamente el dial de receptor de radio de un lado a otro, intentando buscar las radiobalizas instaladas por el equipo del sargento Presi. El piloto totalmente cegado dentro de aquella inesperada niebla que le impedia ver nada, tiro de los mandos hacia él. El avion levantó ligeramente el morro, ascendiendo unos metros para evitar ser embestidos por otros aviones de la formación.
El copiloto, Donald P. Bolce (*), giraba nervioso su cabeza, mirando por encima de su asiento, donde el navegante continuaba rastreando infructuosamente las señales de radio.
El capitan Tiopepe ordeno a los hombres bajo su mando que se levantasen y enganchasen la cinta de apertura del paracaídas al cable fijado en el techo del fuselaje. La luz roja iluminaba la cara de Tiopepe.
La luz roja que había junto a la puerta permanecía encendida durante cuatro minutos una vez alcanzada la zona de lanzamiento. «¡Levantaos y enganchaos!», gritó el instructor. Algunos hombres, debido al peso de lo que cargaban, tuvieron que ser ayudados a ponerse en pie. Sujetaron la cuerda de enganche de su paracaídas al cable de anclaje que se extendía por la parte superior del fuselaje, y luego se dio la orden de que comprobaran el equipo y se numeraran. A continuación se oyó una nueva orden: «¡De pie junto a la puerta!». Pero como el avión seguía dando bandazos y sacudidas para evitar el impacto de los disparos, los hombres no podían evitar ser arrojados de un lado a otro o resbalar debido a los vómitos que cubrían el suelo. Los proyectiles de las baterías antiaéreas y las balas trazadoras los rodeaban formando «grandes arcos de fuego», el viento rugía con furia en el exterior, y los hombres miraban atentos, rezando para que se encendiera la luz verde que les permitiera escapar de lo que parecía un ataúd de metal. «¡Venga, vamos!», gritaban impacientes muchos de ellos, temerosos.
http://splicd.com/Rbup67S9UMM/98/130
En la cabina, los pilotos hablaban nerviosos:
-¿Donde esta la maldita carretera y la jodida zona de salto?
-No veo nada con esta niebla, joder....
El navegante izó la mirada del dial. Vio los cascos de los pilotos girar de un lado a otro lado, intentando perforar la niebla a traves de los ventanales de la carlinga. De repente, las nubes desaparecieron y en ese momento el suelo pareció incendiarse y el infierno se desató alrededor de aquellos aviones, el sonido de los cañones y los proyectiles explotando lo inundaba todo. Comenzaron a oler el característico olor de la cordita al mismo tiempo que una masa de esquirlas sacudió el lomo del avión.
Los seis dakotas que componian aquella escuadrilla intentaron mantener la maltrecha formación. Poco después volvieron a entrar en un banco de nubes y los aviones se dispersaron como una bandada de gallinas. Era imposible volar en formación cuando no se veía nada. Las radiobalizas que debian de guiar a aquellos aviones a la zona de salto asignada habian enmudecido.
Como volaban a una altitud de poco más de trescientos metros, los aviones estaban al alcance del fuego de las ametralladoras y baterías antiaéreas alemanas. Varios impactos sacudieron nuevamente el avión. El parabrisas derecho se astilló. Los pilotos se vieron obligados a zigzaguear y a serpentear entre barreras de trazadoras que subian desde el suelo hacia las nubes. Instintivamente los pilotos aceleraron al máximo y llevaron a cabo una acción evasiva, aun cuando las órdenes que habían recibido lo prohibían estrictamente.
-Cagüendios -gritó el piloto-, maxima potencia, Don, maxima potencia.
El copiloto agitandose en su asiento por las sacudidas, cumplio solicito la orden. Empujo los dos mandos de potencia y los motores se encabritaron tirando del avion hacia delante. Dos mil cuatrocientos caballos desbocados en pos de su salvación. Uno de los Dakotas situados a la izquierda fue alcanzado. El motor empezó a arder. El fuselaje empezó a arder. Y de su interior, pequeños bultos incandescentes fueron cayendo mientras la aeronave perdía altura y acababa estrellandose contra un pequeño bosque. Tiopepe se aparto de la portezuela durante unos instantes. Turbado. Incapaz de mantenerse en pie por las sacudidas. Le entraron ganas de vomitar.
El navegante se golpeo la cabeza contra los paneles, perdiendo los cascos. Pudo ver, a traves del cristal de la carlinga, como negras detonaciones intentaban succionar al Dakota numero 1 hacia la muerte, empavonando la cristalera. Por momentos, iban volando a oscuras.
La situación era desesperada. El sonido de las explosiones era ensordecedor. Mientras el piloto hacía un brusco giro y bajaba el morro para obtener más velocidad, el navegante creyó que les habían dado, pero poco a poco el avión se fue elevando. Vio muchos aviones estrellándose en tierra y el mar. La radio estaba llena de llamadas y gritos de ayuda. Su formación se había diseminado tanto que apenas pudo distinguir dos aviones de la formación original
Los paracaidistas fueron zarandeados de un lado a otro dentro del fuselaje. Era imposible permanecer en pie. El ruido era infernal. Todos estaban deseando saltar y abandonar aquella ratonera.
Para los que entraban en acción por primera vez, aquello supuso la impactante demostración de que había gente realmente dispuesta a matarlos. Un paracaidista que fue herido por la metralla en las nalgas fue obligado a permanecer de pie para que un médico pudiera curarlo allí mismo. La orden del general Taylor de que ningún paracaidista podía quedarse a bordo fue cumplida a rajatabla. Aparte de doce hombres demasiado malheridos por el fuego antiaéreo como para saltar, hubo, según parece, dos excepciones: un paracaidista, que por equivocación accionó el dispositivo de apertura de su paracaídas de emergencia en el interior del avión, y un comandante, que sufrió
un ataque al corazón.

El avion siguio ganando altura.
-Vamos, vamos, vamos.... -alentaba el piloto al Dakota. Los mandos se agitaban violentamente con cada zambombazo y él los asia con una fuerza sobrehumana.
-Lanzalos ya, joder.... -grito el copiloto para hacerse oir por encima del atronador barullo.
-Un poco mas cerca, un poco mas....
Una explosion cercana expulso cientos de esquirlas hacia la cabina del avion numero uno. Atravesaron la carlinga, perforaron los cristales, agujerearon el cuero de la chaqueta del piloto tiñéndolo de rojo y barrieron parte de la zona de carga donde aguardaban los hombres de Tiopepe. Dos hombres cayeron inmoviles al suelo. Otro se agito, se llevo la mano a un costado y fue sujetado por dos compañeros para evitar que cayese.
Despues, el caos. La luz verde se ilumino en la puerta de salto. El copiloto intentaba taponar con una mano las heridas mortales de su compañero fallecido. El navegante grito algo inaudible para el capitan. El jefe de salto, en medio de bandazos y en medio de un ruido ensordecedor causado por las explosiones, se colocó en la puerta y dando un alarido, saltó al vacío seguido de sus hombres. El ultimo paracaidista que permanecia en pie, cayó al suelo y no podía levantarse. Tiopepe tuvo que ayudarle, levantándole y empujándole por la puerta.
El capitan echo la vista atras. Alli quedaron dos de sus hombres, convertidos en bultos sin vida. Apreto los dientes y con un grito de rabia saltó a traves de la portezuela del fuselaje mientras el Dakota desaparecia pesadamente entre las tinieblas de la noche, rota por los reflectores y las explosiones de los antiaereos.

Segun cuenta uno de los tripulantes de un C-47 durante el dia D:
El viaje de vuelta fue lento y pesado, pero nuestros nervios estaban destrozados. Aproximadamente a mitad de camino hacia las costas británicas, vimos a un grupo de C-47s remolcando planeadores Horsa CG-4A hacia las zonas de aterrizaje del continente. Nunca me sentí mas contento de ir en dirección contraria.

Los blancos acantilados de Dover nos recibieron amigablemente y al llegar a nuestro aeródromo preguntamos ansiosamente cuantos habíamos vuelto de la misión. Tras hacer un informe a nuestro superior, tuvimos que tomar unas copas para aplacar los nervios.

Tras una comida y unas horas de descanso mientras las tripulaciones de tierra arreglaban los aviones y los preparaban para las siguientes misiones, nos dijeron que nuestro grupo soltó a los paracaidistas en los lugares previstos. Por desgracia sabíamos que no todos podían decir lo mismo.


[youtube]http://www.youtube.com/watch?feature=pl ... Crw_uMWlgI#![/youtube]

En azul, comentarios de un tripulante de un C-47 durante el dia D (http://www.lasegundaguerra.com/viewtopi ... 392#p99392)
En rojo, fragmentos del libro "El dia D".
(*) Realmente fue operador de radio dentro de un C-47 durante del dia D.
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El Cid
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por El Cid »

A el sargento El Cid no le gustaba nada volar, más bien lo aborrecía. Pero siempre cumplia con sus apuestas, y la última que había perdido, le había embarcado a ser paracaidista.

Durante los meses de entrenamiento habia tenido el estomago revuelto, pero ahora, el gran día del salto sobre Francia, lo tenía completamente descompuesto. LLevaba dias a base de suero para no deshidratarse por lo que se le iba por abajo. Con los compañeros se mofaba criticando el mal estado de la almeja de la hija del coronel, pero las razones eran otras.

Llevaba dos kilos más de peso debído al extra de suero que debía llevar para la misión, que unido a su mal estado general le hacian imposible subir solo la escalerilla del avión, o ponerse en pie una vez sentado cargado con el resto de equipación.

Dos veces durante el vuelo se hizo aguas mayores. "Una vez en tierra" iba pensando "por fin se me asentará el estomago" cuando empezaron los fuegos artificiales, y por primera vez se le escapó lo que venía reteniendo a duras penas.

Ahi casi pierde el conocimiento, y mientras el resto de sus compañeros rezaban a su particular dios porque les sacase vivos, El Cid solo rezaba por que terminase ya de cualquier forma.

Asi pasaron varios minutos, en los que El Cid apenas era consciente de lo que sucedia a su alrededor, hasta que se encendió la luz roja. Como si llevara un muelle en las piernas se puso el solo en pie y empezó a dar ordenes. Era el entrenamiento que le hacía responder como un autómata.

Y por fin la luz verde. El Cid gritaba con rabía a todos que salieran cagando leches del avión. Se hubiera lanzado el primero con el fin de terminar ya todo esto, si no fuese porque de hecho tenía que saltar el último.

Al saltar y tirarle el paracaidas hacía arriba se le volvio a escapar los intestinos.

Metros más abajo, una vaca francesa confusa y aterrorizada, mugió.
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Patxi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Patxi »

:lol:

Espero que hayas traido pantalones de repuesto. :mrgreen:
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Presi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Presi »

Intensos relatos de nuestro comandante para meternos en situación y, aunque un poco escatológico, intensa la sensación de andar encerrado con el sargento Cid en esas condiciones en un aparatejo metálico con 18 personas dentro :nervios:

Por si alguno no se ha puesto aún el traje, os recomiendo esto:

Veins_82nd-101stAirborne_CMBN_v3 (Uniforms)
http://www.battlefront.com/index.php?op ... fo&id=1182

Por supuesto, en la versión 101 (Veins_101stAirborne_CMBN_v2.brz) y con el mod de cascos para las aerotransportadas (ScrimHelmet.brz).

Suerte camaradas :Ok:
 "Las derrotas hay que llevarlas con dignidad y las victorias con humildad."
 "En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero."

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Pietrain
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Pietrain »

Madre mía, pero Patxi, fenómeno, en que te has embarcao... :mrgreen: :mrgreen: :mrgreen:

Felicidades a todos, este hilo es acojonante. Muy, muy bueno. :Ok:

Saludos!!!
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Presi
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Re: Voluntarios para saltar sobre Normandia

Mensaje por Presi »

La mayoría de vosotros ya recibisteis el relato por capítulos. Ahora, con el permiso de Patxi y para disfrute de mi leal enemigo Koening en particular y de espero, otros muchos en general, lo hago público en el foro, con algunas notas finales.

AAR – Misión 1 - Pathfinder

Cinco, solo cinco hombres de la compañía Dog somos los primeros hombres en tomar tierra en la Francia ocupada justo antes de la llegada del grueso de las Fuerzas de Invasión.

Son las 02:30 del Día D y nunca me he sentido más solo. Ni siquiera tuvimos oportunidad de despedirnos de nuestros compañeros de la Compañía. Nuestra misión es alto secreto y de hecho no fue revelada al resto de oficiales y suboficiales hasta que nuestro avión había cruzado ya el Canal.

Hace calor, el suelo está ligeramente mojado y hay también una ligera niebla que favorecerá nuestra misión. El Cabo Foster M. Sisk y el Pvt Frederick Linacre me acompañan. El Pfc Gilbert “Vavarro” Van Every y el Pvt Jack Sandridge han sido separados del grupo por una ráfaga de viento, y no sabemos exactamente donde han caído y como nos reuniremos.


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They are (left to right)
Kneeling: Pfc John Sherborn (KIA Bastogne), Pfc Gilbert "Vavarro" Van Every (DSC), Pvt Jack Sandridge and Cpl Jack E Mattz (KIA Holland)
Back Row: Sgt Willis "Presi" Phillips (KIA Holland), Pvt Benny Niesner, Pfc Jack Miller, Cpl Foster M. Sisk and Pvt Frederick Linacre.


Hemos sido especialmente entrenados para esta misión, instruidos en la colocación y activación de las radiobalizas Eureka, que permitirán el guiado del resto de Dakotas de la compañía hacia zonas seguras de lanzamiento, pero nada nos había preparado para este sentimiento a la par de euforia y tremenda soledad. Somos soldados, y hemos sido entrenados para matar al enemigo; sin embargo, debemos arrastrarnos por el barro y no abrir fuego contra ningún kraut que encontremos, lo cual hace todavía mas incomoda nuestra situación y nos imposibilita de liberar la tensión acumulada durante el vuelo.

Descendemos en un amplio campo de cultivo, protegidos por la rala vegetación, pero de momento a salvo de miradas indiscretas. A 250 metros al norte observamos una granja con un cobertizo, junto a la carretera que ha servirnos de referencia para la colocación de las balizas. Justamente es en ese punto donde se encuentra la primera posición; las otras dos se encuentran en medio de campos como en el que hemos descendido.

Nos ponemos en marcha procurando no hacer ningún ruido. Seis minutos nos lleva explorar y recorrer los escasos 250 metros que nos separaban de la carretera. En algunos momentos nos hemos tenido que arrastrar para acercarnos a los muros vegetales cercanos a observar y comprobar la ausencia de enemigos al otro lado, pero toda precaución es poca. Sin embargo, y pese a nuestro duro entrenamiento, el arrastrarnos por este suelo húmedo francés en tensión ha provocado que los muchachos y yo mismo acabemos fatigados de reptar tan solo unos pocos metros.

Aún así, a las 02:36 se establece la primera radiobaliza; en la granja próxima todo es silencio, no hay movimiento ni se ve una sola luz. Desconocemos si está habitada por pacíficos franceses o una guarnición alemana tiene su acuartelamiento ahí, y ni vamos a intentar comprobarlo. Realizamos nuestro trabajo y partimos con la misma cautela hacia nuestro siguiente objetivo.

Vavarro y Sandridge han acabado en el mismo punto. Descendieron en otro campo cercano pero en el otro lado de la carretera. Al detectar la granja, tuvieron la misma idea que nosotros y la utilizaron como punto de referencia, por lo que en la oscuridad de la noche y a unos pocos metros de distancia nos intercambiamos unos conocidos y alentadores cri-cri que nos hicieron saber que nuestros camaradas estaban cerca, incluso aunque no podíamos vernos prácticamente las caras.

Nuestros compañeros cruzan la carretera con el máximo sigilo, ya que están muy cerca de la granja y no deseamos despertar a nadie. Nada mas acabar de atravesarla y antes incluso de que puedan reunirse con nosotros, detectamos movimiento a toda velocidad por la carretera. Parece un vehículo por la velocidad a la que avanza, pero no somos capaces de distinguir el ruido de motor alguno ni llegamos a ver nada. Simplemente sabemos que están ahí y que han pasado por donde escasamente hace un minuto nuestros compañeros han cruzado. Permanecemos pegados al terreno tras un seto en tensión, esperando ser descubiertos en cualquier momento y ver a nuestros compañeros caer con un tiro en la espalda. Sin embargo, nada de esto ocurre; la noche nos protege.

Permanecemos unos minutos ocultos tras el seto, mientras observamos que lo que creemos es el enemigo se ha dirigido precisamente hacia donde descendieron Vavarro y Sandridge. Si hubiéramos tomado esa dirección, hubiéramos sido descubiertos; afortunadamente, decidimos avanzar hacia el siguiente objetivo desandando el camino que mi grupo ya había recorrido y eso nos ha librado del desastre, de momento. Son las 02:40.

Tres minutos después estamos seguros, hay vehículos buscándonos. Oímos a lo lejos como se astillan las vallas de madera que circundan la carretera y cuya rotura no puede ser provocada por el peso de un hombre. Debemos cambiar la estrategia ahora que estamos reunidos. Hasta ahora el sigilo y la cautela eran nuestra prioridad, pero estamos utilizando las grandes aberturas en el bocage para atravesarlo y es precisamente por ahí el único sitio por donde pueden circular los vehículos, lo cual nos coloca en un riesgo innecesario. Debemos avanzar más deprisa y buscar pasos pequeños, por los que un vehículo no pueda pasar.

Nuevos ruidos acompañan cada uno de nuestros pasos. Parece como si la campiña francesa hubiera despertado en plena noche y un día oscuro nos acompañara. Sentimos la presencia del enemigo buscándonos mientras nos adentramos en la oscuridad desconocida, sin saber a cada paso si nos daremos de bruces con alguno de ellos.

Nos siguen la pista, ahora estoy seguro. Han pasado tan cerca de nosotros (70 metros por el otro lado de un bocage) que hemos podido sentir el temblor de la tierra bajo nuestros cuerpos. Según mis cálculos, han revisado las dos zonas de descenso, y es probable que ya hayan encontrado nuestros paracaídas semienterrados y que las alarmas se disparen en cualquier momento.

Avanzamos ahora rápidamente pero con cautela, un muro de bocage tras otro. Corremos, paramos, avanzamos sigilosamente hacia la pared vegetal, oteamos, recobramos un poco de aliento, y vuelta a empezar. Esto empieza a parecerse al juego del ratón y el gato, solo que no sabemos cuentos gatos tenemos enfrente y desde luego no me gusta nada hacer el papel de ratón. Si tan solo pudiera utilizar mi arma…

Para llegar a la posición de la segunda radiobaliza debíamos atravesar una carretera. Sabíamos que era peligroso y utilizamos lo aprendido y mil veces ensayado para estas ocasiones. Cruzamos en tensión pero sin problemas, alcanzando la posición y estableciendo las frecuencias.

Ya solo nos restan 320 metros hasta el siguiente punto crítico, el cruce de una carretera y otros 300 metros de pastos y sembrados para alcanzar el último punto de nuestra misión.

Alcanzamos la carretera sin novedad, pero justo cuando vamos a cruzarla, somos descubiertos por el enemigo. Vavarro y su compañero abren fuego sobre el enemigo, mientras nosotros avanzamos hacia la carretera. Era un maldito boche solitario y los muchachos no deberían de haber abierto fuego, pero se encontraba justo por donde debíamos pasar y la confrontación era inevitable.

A partir de aquí, los acontecimientos se sucedieron sin control y poco mas puedo añadir. Dejamos al equipo de Vavarro cubriendo nuestra retaguardia mientras nosotros avanzamos rápidamente hacia el objetivo. No hay otra opción, ya que cada vez mas enemigos acuden a los disparos que se producen a nuestra espalda, incluido un semioruga blindado que avanza por la carretera pero afortunadamente (para nosotros) no nos ve cuando cruzamos. Lo único que podemos hacer es alejarnos del combate lo más rápido posible e intentar llegar a nuestro objetivo mientras el otro equipo los entretiene.

Cruzamos la carretera, avanzamos a toda velocidad por un prado mientras observamos un amenazador 88 afortunadamente sin dotación (eran los primeros que nos descubrieron en la carretera) e intentamos llegar al siguiente seto. Solo una idea nos guía: Cumplir la misión. Estamos tan cerca… Una radiobaliza más y la compañía podrá descender con seguridad, aunque si esta va a ser la zona de descenso, me temo que hemos agitado el avispero.

La cadencia de las 45 decae a nuestra espalda mientras corremos. Nada bueno debe estar pasando al otro lado de la carretera. Llegamos al seto y lo saltamos rápidamente, con idea de parapetarnos tras el y vigilar si nos siguen. Mala idea, en ese instante, una ráfaga de mg rasga la oscuridad desde atrás y soy alcanzado. Los muchachos no responden al fuego; ni siquiera sabemos de donde ha venido.

Todo se oscurece, pierdo el conocimiento…


Desperté sobresaltado por el sonido de lo que parecía una tormenta, creyendo que todo había sido una pesadilla. El dolor de la herida me devolvió a la realidad mientras mis ojos se iban acostumbrando a la oscuridad que me rodeaba para ir distinguiendo poco a poco donde me encontraba y en que situación.

Recordaba la cara del teniente alemán, y también, como entre niebla, las sucias manos de aquél soldado alemán registrándole los bolsillos y despojándole de cualquier objeto de valor, más allá del puro interés militar.

Estaba solo, tirado en el suelo cubierto de paja de lo que parecía una cuadra. Pese a las instrucciones de aquel teniente profesional (todavía recordaba sus palabras: “Métalo dentro junto con los nuestros. Cuide de él especialmente”), sus hombres no solo habían incumplido sus órdenes, sino que lo habían arrojado a un cuarto infecto con alguna que otra patada de regalo.

La tormenta se iba acercando y los truenos parecían estallar justo a su lado. Cuando la consciencia fue tomando el control de su cerebro cayó en la cuenta: No era una tormenta ni eran truenos lo que escuchaba; ¡La invasión! Ahora era consciente de que el ruido provenía de cientos de aviones de transporte aliados que sobrevolaban la zona albergando en sus panzas a miles de muchachos norteamericanos dispuestos a saltar sobre la Francia ocupada de noche con la misión de entorpecer los movimientos de refuerzo alemanes a las playas de desembarco. Los truenos que tan cerca sonaban tampoco eran tales. Ahora recordaba con dolor y pánico el 88 que vio mientras intentaba cumplir su misión, y lo tentado que estuvo de colocarle una carga. Por fin fue consciente de lo mal que se habían desarrollado los acontecimientos justo al final, cuando perdió a los hombres de su equipo y él mismo cayó herido.

Esperaba y deseaba que otros hubieran tenido más suerte, pero se daba cuenta que en su caso, los compañeros de la compañía serían lanzados sin unas coordenadas fiables y aquel maldito antiaéreo, junto con otros muchos, machacaría a los Dakotas incluso antes de que pudieran lanzarlos. Se levantó de un salto (o al menos lo intentó); la debilidad y el dolor le hicieron desplomarse duramente sin sentido sobre el frío suelo. Una lágrima de la cual ya no era consciente rodó por su mejilla en honor a sus camaradas…
 "Las derrotas hay que llevarlas con dignidad y las victorias con humildad."
 "En la pelea, se conoce al soldado; sólo en la victoria, se conoce al caballero."

Aka MA, aka Mike Sholo.
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