Conquistada La Habana, ¿qué me queda por hacer? El marcador de puntos dice que se ha obtenido una espléndida victoria que no peligra de ninguna manera (más de ochocientos puntos, cuatrocientos por encima del mínimo requerido). De no ser por el AAR, quizá ni hubiese jugado los dos turnos que faltaban al inicio del día 15 de noviembre. Pero si alguien quiere disfrutar de estos juegos debe buscarse constantemente nuevos retos. Y aprender de los errores cometidos o, cuanto menos, aprovecharse de los conocimientos adquiridos. En esta partida he aprendido muchas cosas, una de las más llamativas es el uso de las unidades de caballería aérea. Esas brigadas con valores ofensivos y defensivos paupérrimos que, en los primeros turnos no sabía cómo podría emplear. Luego me di cuenta de que podía subirlos a helicópteros y hacerlos actuar tras las líneas enemigas.
Al final uní ese nuevo conocimiento con la búsqueda de nuevos objetivos: Matanzas y Santa Clara.
¿Por qué no lanzar sobre esas ciudades a los helicópteros? ¿Por qué no arriesgar a esos chicos y conseguir una victoria absoluta, conquistando todas las ciudades importantes (objetivo) de la isla? Si tomaba ambas urbes, solo quedaría en posesión cubana la isla de Pinos/Juventud y su paupérrima capital, Jucaro, que da 25 miserables puntos.
A ello me puse. Muy sabedor, eso sí, de que en la realidad no hacía ninguna falta y que si de verdad estuviese al mando de hombres reales mandaría atrincherarse a todas las tropas y a esperar la capitulación del enemigo. Ya sabéis, intentaría evitar aquello que Alberto Méndez puso en boca del capitán Carlos Alegría en Los girasoles ciegos: «Conseguir la victoria con usura, vencer sobre un cementerio».
Unidades de caballería aérea tomando Matanzas y Santa Clara respectivamente:


Después, el resto de unidades tratarían de apoyar a la avanzadilla, aunque, debo reconocer, que no quedaron en muy buenas condiciones. Tanto fue así que, en el turno cubano, se produjeron sendos contragolpes comunistas y consiguieron retomar ambas ciudades.


Sin embargo, en el turno siguiente, aunque fuera nocturno, se logró volver a tomar esas ciudades.
Todo quedaba así para el día siguiente, el último de la guerra:
En Matanzas, se había podido crear una línea defensiva desde La Habana que no comprometiera la capital ni tampoco la nueva y más reciente conquista. En Matanzas, además, se pudo guarnicionar la ciudad con solvencia; dos batallones y un regimiento apoyarían a las milicias de la ciudad (unidad amarilla). No se temía por el destino de la ciudad en el último turno cubano.

(((CONTINUARÁ...)))