Por más que hacía esfuerzos para atravesar con la vista aquel muro de sombras, no lo conseguía. Allí donde suponía que debía encontrarse el enemigo, tan pronto creía descubrir un resplandor gris como alguna cosa oscura, o el débil resplandor de las hogueras. A veces creía que todo era una aberración de su vista. Los ojos se le cerraban a pesar suyo y en la imaginación se le presentaba el Emperador...
Se esforzaba entonces en abrir los ojos, y entonces veía muy cerca, ante él, la cabeza y las orejas del caballo que montaba y, más allá, las siluetas negras de los húsares, que pasaban a seis pasos de él. Y a lo lejos, siempre la misma oscuridad, la misma niebla. «¿Por qué no?
Es muy posible que el Emperador se me ponga delante y me dé una orden como a cualquier oficial, diciéndome: "Ve a hacer un reconocimiento allá abajo." ¿No dicen que todo pasa por casualidad? Pues nada, él puede ver a un oficial y ocurrírsele tomarle a su servicio. ¿Y si me llevase consigo? ¡Oh, cómo le serviría, cómo le diría toda la verdad, cómo le denunciaría a los traidores!»
...se imaginaba al enemigo, un alemán traidor, enemigo al que mataría no solamente con alegría, sino que, además, querría abofetearlo delante del Emperador. Un grito lejano le despertó de pronto. «¿Dónde estoy? ¡Ah, sí! En el frente. Y eso es el santo y seña: Olmutz. ¡Qué lástima que mañana esté en mi escuadrón de reserva! Pediré que me envíen al frente. Sólo así podré estar al lado del Emperador. El relevo no tardará ya mucho. Todavía tengo tiempo de dar una vuelta y luego iré a ver al general, a pedírselo.
Se acomodó en la silla y picó espuelas al caballo, con objeto de ver una vez más a sus húsares. Le pareció que la noche se había aclarado. Hacia la izquierda se distinguía una suave pendiente iluminada y ante ella una pequeña montaña negra que parecía vertical como una pared. Sobre esa montaña negra había un espacio blanco totalmente inexplicable...
¿era un claro del bosque iluminado por la luna donde la nieve no se había fundido todavía o bien eran casas blancas? Hasta le pareció que en aquella mancha blanca había algo que se movía. «Seguramente es nieve esa mancha... Una mancha... Pero no, no es una mancha...
...Natacha, mi hermana, la de los ojos negros... ¡Natacha! Se quedará muy admirada cuando le diga que he visto al Emperador. Natacha, Natacha...»
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Texto: Guerra y Paz, Leon Tolstoi
Imágenes: Histwar, sin retoques, Austerlitz
"Non vi sed arte, No por la fuerza sino por la astucia", LRDG
"Lo mejor en la vida es estar borracho, y lo segundo mejor es estar salido" Tyrion Lannister, Poeta.