UN FEBRERO CONVULSO II
El 18 de febrero amaneció como un día cualquiera. La batalla de Newstead, que había comenzado diez días atrás, seguía su curso con las previsiones que todo el mundo podía imaginar. Ya eran más de mil los caídos en el bando sajón, la moral estaba deteriorada y, en el otro lado del río, los normandos parecían ser los mismos que el primer día y sus ánimos de lucha permanecían, al menos en apariencia, inalterables.
Ese mismo día, de mañana, con las primeras luces de un sol que, por fin, parecía dominar el cielo, el duque Eadwin de Lancaster y unos cuantos de sus jinetes intentaron una alocada acción contra el flanco izquierdo del enemigo. Cruzaron el río al trote, con las espadas desenvainadas y gritando como posesos. Su imagen enardeció los ánimos de muchos de sus compatriotas sajones que vieron en la acción como quizás, el acicate necesario para cambiar las tornas en el transcurso de esa batalla y de la guerra, pues todo el mundo sabía que, sin duda, la lucha que se estaba librando junto al Gran Ouse iba a ser la que decidiera el resultado de la guerra contra William de Normandía.
La siguiente noticia que se tuvo de Eadwin fue su cabeza, lanzada por una catapulta normanda que fue a parar a poca distancia de donde el rey Harold y sus hermanos estaban. Del resto de sus hombres no se supo nunca nada más.
De inmediato, aparte de cundir el desánimo en las tropas sajonas, los mensajeros corrieron la voz de lo sucedido y la noticia, llegó a los pocos días hasta Lancaster, donde Estmond de Lancaster, el hijo del duque y su heredero, se hallaba.
-¿Por qué padre cometió una imprudencia de ese calibre? ¿Cómo es que nadie regresó vivo de la expedición?
El nuevo duque era un muchacho de apenas 18 años, carente aún de de experiencia, con un evidente sobrepeso y poco dado a actitudes heróicas (lo cual enfatizaba la extrañeza por el comportamiento de su padre en el último día de vida). Además, los miembros del consejo ducal de su padre pronto le advirtieron:
-Nos ha entristecido la muerte de vuestro padre, y más lo haría la vuestra. Morcar, vuestro tío, el duque que gobierna las tierras del este en el norte del reino...
Y lo dejaban ahí, para que el joven Estmond sacase sus propias conclusiones. Bien sabía el muchacho que, de sucederle algo a él, Morcar, su tío, heredaría el ducado de Lancaster.
El nuevo duque no tiene esposa ni hijos por lo que su heredero es el duque Morcar, su tío, duque de Northumberland y York.
No habiendo ninguna prueba de que lo ocurrido a su padre no fue más que un lance de la batalla que se libraba en Leicester, Estmond respiró y tomó sus primeras decisiones. La más importante fue desprenderse de uno de sus condados. ¿Por qué? Según él mismo, por justicia y también porque necesitaba tener aliados a su lado.
El receptor del condado de Hereford fue... ¡Eadric Aelfricson el Salvaje, conde de Schrewsbury! El nuevo duque se lo concedió porque, cuando apenas unos meses antes su padre repartió dos de los condados de su heredad, Estmond creyó que, en primer lugar, él mismo debería haber sido el que los gobernara, mas al no serlo, cualquiera de las decisiones de su padre, bajo sus ojos, era un error, así que, en privado a sus allegados hizo saber que no estaba de acuerdo con que Godwin de Lancaster fuese nombrado conde de Leicester y Gloucester, "no porque yo debería serlo, decía, sino porque Godwin no lo merece". En realidad, nadie se creía esa medio mentira aunque, a fuerza de tanto repetirla, él mismo acabó creyéndola. Tanto era así que, al llegar al poder, consideró que Eadric, "quien debió haber ampliado sus posesiones hace tiempo", según decía en la misiva pública, merecía un nuevo título de conde. También Estmond estaba al tanto de lo que estaba sucediendo en Leicester y tampoco estaba de acuerdo con lo que su padre sugirió al rey, poniendo a Eadric al frente del ejército inglés. Esto tenía un doble interés ya que con el nombramiento, por decirlo de alguna manera, estaba premiando a Eadric por la dura misión que el rey, a sugerencia de su padre, le había encomendado. El nuevo duque se sintió al hacerlo, como un hombre más justo y honesto que el propio rey, su señor.
Que duda cabe de que, por añadidura, el nombramiento suponía tener un aliado más en el ducado, un aliado que ahora, tras obtener un segundo condado, se igualaba en poder a Godwin. Con mucho gusto hubiese destituido a éste y si no lo hizo fue para evitar mayores problemas; ya veía como muy escaso el cariño de sus vasallos como para dar motivos para que esa hostilidad creciera.
Concesión del condado de Hereford y situación de la batalla el 18 de febrero de 1067.
Con esta concesión, los dueños de los condados en el ducado de Lancaster eran:
- Duque Estmond I de Hwicce: Lancaster, Derby, Chester y Warwick.
- Conde Godwin de Lancaster: Leicester y Gloucester.
- Conde Eadric Aelfricson: Schrewsbury y Hereford.
- Príncipe obispo Wulfstan: Worcester.