Bastardo, conquistador... dos apelativos que hicieron referencia a William, primero duque de Normandía y luego rey de Inglaterra. ¿Con cuál se sintió más cómodo? Sólo él podría responder a esa pregunta. Fueron muchos años con el sobrenombre que hacía referencia al bajo rango de su madre, fueron también tiempos de lucha y fervor para consigo mismo. Luego llegó la invasión y la gloria. ¿Se disfruta de lo conseguido más mientras uno luchó por ello o cuando ya lo tienes en tus manos? Es la misma pregunta que William debería responder formulada con palabras diferentes. Entre agosto de 1071 y enero de 1073, apenas pasaron un puñado de meses, algo más de un año fue el tiempo de gloria para este hombre. Tal vez la dicha la hallase antes de ceñirse la corona, quizás la gran victoria de su vida fue pelear denodadamente contra el destino; más eso que el hecho mismo de sobreponerse a lo que se esperaba de él.
William no despertó de su cama aquella mañana invernal en la que la lluvia, constante durante varias semanas, se dio un respiro. El rey conquistador, como perplejo, no se movería ya más de su cama. Comer y parpadear, mover un poco manos y pies serían toda su actividad a partir de esos momentos.

Geoffrey de Mowbray fue nombrado regente a partir de aquel día. Otra decisión que sorprendió a sajones y normandos. El hombre, amigo de William desde la infancia y compañero de armas pasó por encima de la esposa del rey, o de su hijo Robert, heredero y ya mayor de edad. Se rumoreaba que así lo había dispuesto el rey antes de enfermar, aunque en la corte también se dijo que era el amante de la reina...
Como quiera que fuera, a partir de ese momento, el reino inglés pasaría a manos de este personaje, desconocido para la mayoría de vasallos, sobre todo sajones.
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Aquel empezó como un año de paces.
Por fin acabó el intento noruego de hacerse con la corona. El rey Harald ya no era presionado con la misma vehemencia por Tostig Godwinson, hermano del último rey sajón. A eso se añadía la revuelta de su hijo que hacía peligrar la unidad del reino.
A principios de abril se produjo la última pequeña batalla en la que las tropas inglesas derrotaron a un minúsculo ejército noruego. Pocos días después, llegaba el ofrecimiento de paz.
En aquellos momentos, las tres guerras en marcha estaban en muy buena disposición para los intereses de Inglaterra.

No tardó mucho en finalizar otra de las guerras, la que si dirimía en la península ibérica. El emir musulmán se rendía y Almansa junto a Murcia, quedaban en manos de Barcelona, aliada de William.

La inminencia de la anterior victoria, que hacía meses que se intuía, hizo tomar una de las decisiones más controvertidas de la actual regencia: enviar tropas a luchar en la guerra contra Meckelemburg. Parecía que Geofrrey de Mowbray deseaba justificarse ate aquellos que no entendían el porqué de su privilegiada posición y tratar de conseguir una victoria en tierras lejanas aprovechando que el ejército inglés se hallaba movilizado aún.
A finales de junio, las galeras normandas arribaban a aquellas extrañas tierras y pocos días después, ya tras la firma de la paz con los musulmanes en la guerra por Murcia, desembarcaban en la isla de Rügen.

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Al tiempo que esos acontecimientos iban ocurriendo, en el norte de Inglaterra, se aclaraban también otras cosas. Los poderosos duques de la familia Hwicce asentaban su descendencia. Eso no terminaría con las suspicacias entre ambos, sólo las atenuaría. Ya era un principio, un sólido principio que daría lugar a que pensasen en otras cosas y no sólo en quitarse la tierra mutuamente.
El duque Morcar tuvo otro hijo, Sexbald, así que su hija Godgifu, la misma que su primo Estmond intentó, por dos veces, asesinar, ya no era el único sostén dinástico que tenía el duque. Por su parte, Estmond, duque de Lancaster, por fin tuvo descendencia: el pequeño Cynewulf nacería a finales de 1072.

Había que aprovechar la situación, el momento.
El rey inglés incapacitado en una cama y el gobierno cedido a un cortesano que no era de la familia real. Las tropas inglesas desplazadas a varios miles de kilómetros de Londres. La estabilidad en las herencias en el norte sería la gota que colmaría el vaso y en septiembre de aquel año, Morcar en solitario intentaría separarse del reino inglés dirigido por normandos.
Si consultó a su sobrino Estmond, duque de Lancaster o hizo otros movimientos para convencer a los sajones del sur, es algo que no se supo nunca. La cuestión es que Morcar se lanzó a la aventura.

Y al poco tiempo, alguien se le uniría: el antiguo rey, Harold Godwindson, ahora duque de Bedford, intentaría pescar en río revuelto, lanzándose a intentar recuperar la corona inglesa.

La paz en territorio inglés apenas duró unos meses. Ahora serían luchas internas las que llenarían de sangre los campos.
El regente, como no podía ser de otra manera, llamó a las tropas quienes, esta vez por tierra, se iban acercando al ducado de Normandía para, desde allí, llegarse hasta la isla y sofocar los dos ataques que la corona normanda tenía.