FRANCOTIRADOR EN IRAK
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Told
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Yo una vez hablé tres o cuatro frases con Claudia Sfhfir ( como se quiera escribir). Mejor dicho, las balbuceé. Es que la colega en su momento me resultaba muy atractiva.Kal escribió: A Wynona la vi personalmente en un pueblecito del Bajo Ampurdán. Doblé una esquina y me di de bruces con ella. Aún sueño con aquel momento.
Todavía me tiemblan las rodillas al acordarme.
Vale, no hagáis chistes sobre lo que vino después en casa.
Saludos
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archiduque_carl
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Yo, lo más, le tuve que ayudar a hacer la matrícula en la facultad a Arantxa del Sol (Aranzazu en el carné). Ignoro si fue algún día a clase. Pero al natural este gente pierde bastante...Told escribió:Yo una vez hablé tres o cuatro frases con Claudia Sfhfir ( como se quiera escribir). Mejor dicho, las balbuceé. Es que la colega en su momento me resultaba muy atractiva.Kal escribió: A Wynona la vi personalmente en un pueblecito del Bajo Ampurdán. Doblé una esquina y me di de bruces con ella. Aún sueño con aquel momento.
Todavía me tiemblan las rodillas al acordarme.
Vale, no hagáis chistes sobre lo que vino después en casa.
Saludos
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Kal
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Pufff, cualquiera sabe dónde está eso. Le preguntaré a Santi que guardó aquellos relatos belicos con la vana esperanza de forrarse a mi costa.Rommel escribió:Oye Kal, una vez pusiste un relato tuyo sobre un francotirador en Cruz de San Andrés. Era acojonante. Porqué no lo cuelgas aquí??
Por cierto... Me ha salido buscando snipers en google images. ¿NIKO?
One lovely morning about the end of april 1913, found me very pleased with life in general...
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Kal
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Ajusto mi respiración a la brisa, al rítmico vaivén de las hojas. No existo, no estoy aquí. Soy una hoja, un insecto, un soplo de viento helado en vuestra nuca.
Un semi-oruga de reconocimiento. SS Panzer. Motor apagado. Se mueven con soltura, cruces de hierro en el grupo. Veteranos. El operador de la radio lleva los auriculares puestos, el que da las órdenes es el rubio. Junto al vehículo un tercero les pasa tazas humeantes. Dos se acercan al borde del bosque, primero andando, luego agachados, finalmente reptando. Estos llevan MP-40, granadas y sus puñeteras palas, afiladas, afiladas para partir cabezas de campesinos rusos. Son cinco en total.
Imposible oírles. 500 metros. Perfecto. Mirad lo que queráis y volved a informar, yo no voy a ninguna parte. Soy un árbol, siempre estaré aquí, esperando.
La brisa viene desde mi espalda, si fueran jabalíes u osos estaría en un mal lugar. Resulta curioso que sea mucho más fácil cazar hombres que animales.
Ahí vienen, desde esa posición han podido ver las defensas del puente, es prácticamente seguro. Se acercan al semi-oruga, hablan y gesticulan; sí, han visto las defensas, no hay duda. Quito el seguro, despacio. Los dos que acaban de informar se alejan de nuevo.
El tiempo, ya lo he aprendido, empezará a ralentizarse con el primer disparo. Se convertirá en fotografías dentro de un álbum, serán momentos independientes separados por el movimiento de mi muñeca. Cada disparo tendrá su propia historia, su recuerdo irrepetible.
El rubio se gira hacia el operador de radio, si le doy dos segundos más se perderá entre las chapas metálicas. No sé, veintiun años quizás. Asiente con la cabeza, mira el mapa que le tienden y su cara estalla. Setenta y tres.
Clic, clac.
El que le mostraba el mapa se mira por un instante las manos ensangrentadas, cuando inicia el movimiento para saltar, recibe la bala en la garganta. Setenta y cuatro.
Clic, clac.
Las tazas humeantes caen y se gira de espaldas, cuando me está llegando el estrépito apagado de metales chocando entre sí recibe el empujón seco entre los hombros, polvo en la guerrera. Setenta y cinco.
Clic, clac.
Otra vez a esperar. Dos balas, dos tipos asustados. Tardarán en levantar la cabeza, digamos, dos minutos. Veremos si os han regalado las cruces de hierro o realmente habéis aprendido algo en esta guerra.
Un casco. Un helecho se mueve. Cinco o seis metros les separan del vehículo. Si yo estuviera en su lugar, propondría saltar los dos a la vez con la esperanza de que uno de los dos pueda alcanzar la seguridad. A ver, a ver.
¿Fuego?, muy bien boches, bien pensado inútiles. Os vais a asfixiar, el viento, el viento es importante, son gestos como estos los que a veces me hacen sentir cierta pena por estos pobres diablos.
Uno no aguanta más. Se levanta, corre. Setenta y seis.
Clic, clac.
Silencio, el tiempo ha vuelto. Me acerco al quinto soldado, está llorando, hace rato que me llama…. ruso, amigo, no soy nazi, por favor, prisionero, por favor. Doy un rodeo sin perder de vista su posición, ahora puedo verle tumbado boca arriba, no entiendo más que algunas palabras pero sigue hablándome, a veces llora, su arma está en el suelo, tiene unas fotos en las manos. Cuando estoy a diez metros me ve, me muestra las fotos, las tira, junta las manos, las pone sobre la cabeza, las tiende hacia mí. Le hago señas para que se gire con la cara contra el suelo. Me acerco, le quito la pistola, saco su pala, suelto mi fusil. Efectivamente la pala estaba afilada, afilada para matar campesinos rusos. No pensabas que esto pudiera pasarte a ti.
¿Verdad, setenta y siete?
Un semi-oruga de reconocimiento. SS Panzer. Motor apagado. Se mueven con soltura, cruces de hierro en el grupo. Veteranos. El operador de la radio lleva los auriculares puestos, el que da las órdenes es el rubio. Junto al vehículo un tercero les pasa tazas humeantes. Dos se acercan al borde del bosque, primero andando, luego agachados, finalmente reptando. Estos llevan MP-40, granadas y sus puñeteras palas, afiladas, afiladas para partir cabezas de campesinos rusos. Son cinco en total.
Imposible oírles. 500 metros. Perfecto. Mirad lo que queráis y volved a informar, yo no voy a ninguna parte. Soy un árbol, siempre estaré aquí, esperando.
La brisa viene desde mi espalda, si fueran jabalíes u osos estaría en un mal lugar. Resulta curioso que sea mucho más fácil cazar hombres que animales.
Ahí vienen, desde esa posición han podido ver las defensas del puente, es prácticamente seguro. Se acercan al semi-oruga, hablan y gesticulan; sí, han visto las defensas, no hay duda. Quito el seguro, despacio. Los dos que acaban de informar se alejan de nuevo.
El tiempo, ya lo he aprendido, empezará a ralentizarse con el primer disparo. Se convertirá en fotografías dentro de un álbum, serán momentos independientes separados por el movimiento de mi muñeca. Cada disparo tendrá su propia historia, su recuerdo irrepetible.
El rubio se gira hacia el operador de radio, si le doy dos segundos más se perderá entre las chapas metálicas. No sé, veintiun años quizás. Asiente con la cabeza, mira el mapa que le tienden y su cara estalla. Setenta y tres.
Clic, clac.
El que le mostraba el mapa se mira por un instante las manos ensangrentadas, cuando inicia el movimiento para saltar, recibe la bala en la garganta. Setenta y cuatro.
Clic, clac.
Las tazas humeantes caen y se gira de espaldas, cuando me está llegando el estrépito apagado de metales chocando entre sí recibe el empujón seco entre los hombros, polvo en la guerrera. Setenta y cinco.
Clic, clac.
Otra vez a esperar. Dos balas, dos tipos asustados. Tardarán en levantar la cabeza, digamos, dos minutos. Veremos si os han regalado las cruces de hierro o realmente habéis aprendido algo en esta guerra.
Un casco. Un helecho se mueve. Cinco o seis metros les separan del vehículo. Si yo estuviera en su lugar, propondría saltar los dos a la vez con la esperanza de que uno de los dos pueda alcanzar la seguridad. A ver, a ver.
¿Fuego?, muy bien boches, bien pensado inútiles. Os vais a asfixiar, el viento, el viento es importante, son gestos como estos los que a veces me hacen sentir cierta pena por estos pobres diablos.
Uno no aguanta más. Se levanta, corre. Setenta y seis.
Clic, clac.
Silencio, el tiempo ha vuelto. Me acerco al quinto soldado, está llorando, hace rato que me llama…. ruso, amigo, no soy nazi, por favor, prisionero, por favor. Doy un rodeo sin perder de vista su posición, ahora puedo verle tumbado boca arriba, no entiendo más que algunas palabras pero sigue hablándome, a veces llora, su arma está en el suelo, tiene unas fotos en las manos. Cuando estoy a diez metros me ve, me muestra las fotos, las tira, junta las manos, las pone sobre la cabeza, las tiende hacia mí. Le hago señas para que se gire con la cara contra el suelo. Me acerco, le quito la pistola, saco su pala, suelto mi fusil. Efectivamente la pala estaba afilada, afilada para matar campesinos rusos. No pensabas que esto pudiera pasarte a ti.
¿Verdad, setenta y siete?
One lovely morning about the end of april 1913, found me very pleased with life in general...
