El resto de reyes cananeos se asombra del buen rollito de Miluquitas con los hititas. Es el rey más poderoso de Canaan y parece que ha hecho su elección, pero como dice a sus asistentes “ante el poder del Labarna no soy más que un mosquito frente a un toro, un gorrión frente a un dragón, un autónomo frente a Hacienda”.
MEGIDO, EN SUS BUENOS TIEMPOS

Los hititas se alegran del acuerdo conseguido con un rey tan poderoso y avanzan a toda marcha, porque sus exploradores han descubierto, por fin, noticias de los egipcios. Las relativas a su llegada a Jope y la entronización del regicida Yamir. Descubren además que solo Breogán y su columna están allí, Boores está desaparecido más al sur. Hay una buena oportunidad de atacar a una columna y luego ir a por la otra antes de que se junten. Un plan sin fisuras.
Akayar y Yoye deben aplicar su plan cuanto antes. Así que marchan rápido por Samaria, que les suministra una miseria y no acepta turistas intramuros, pero no hay tiempo para exigencias. Los hititas descienden a la llanura litoral, donde sus carros pueden avanzar sin dificultades.
Con tanta prisa y pocas paradas para abastecerse, les empiezan a faltar suministros, por lo que comienzan a saquear a su paso los ricos campos de la zona, abundantes en cosechas. Una necesidad que acabó con la imagen cordial y cercana que estaban dando en varias ciudades, sobre todo las que no habían visitado todavía. Pero es que los soldados tienen que comer y encima sus comandantes tienen mucha prisa.
LOS CARROS HITITAS MARCHANDO A TODA LECHE

Breogán es avisado y se sorprende de la llegada de los hititas a la llanura litoral. Se da cuenta de su inferioridad y decide quedarse dentro de Jope, mientras pide auxilio a la columna Horus de su colega Borees, que anda lejos, disfrutando del buen clima de la ciudad de Laquis, sus excelentes asados de cabrito y sus simpáticas mujeres, aficionadas al bondage.
UNA NOCHE EN LA TIENDA DE BOORES
