
Cuando el pc no existía y nuestros amigos de escritorio eran los Sinclair, Spectrum, Commodore 64; cuando los juegos más "guais" del momento eran el "Comando", "Green Beret" o el comecocos; cuando los wargames hexagonales en Barcelona sólo se podían encontrar en la tienda "Jocs&Coses" alias "Billars Soler"; y encontrar amigos que quisieran ponerse a perder 1 hora montado pilas de fichitas cuadradas en un tablero de mesa antes de empezar una partida era casi misión imposible; cuando pasaba todo eso y los juegos de rol de papel y lápiz empezaban a aparecer en las tiendas (Star Wars, Cthulthu, Everquest, Señor de los Anillos, etc.)...de repente salió un juego de tablero que tuvo un gran éxito porque permitía explotar el boom del rol a la vez que saciaba a los hambrientos de encontrar juegos de mesa razonablemente fáciles de gestionar y de montar, que gustaba a muchos y no sólo a frikis que tenían en mente tableros hexagonales y fichitas con números por todos lados.

El Heroquest permitía llevar a un bárbaro, un mago, un ladrón o un enano en un mundo de fantasía, con orcos, zombis y monstruos mitológicos, al estilo Señor de los Anillos. Y lo sorprendente era que por primera vez un juego de tablero (que no fuera un wargame hexagonal, tipo Squad Leader) aplicaba lo que llamamos ahora LOS (línea de visión).

Aún recuerdo mi sorpresa cuando la primera partida que jugué, el master o el director de la partida puso el tablero, las fichas de los personajes en su zona de despliegue y...¡nada más! Nuestros personajes no veían nada más, así que el tablero estaba vacio.

Luego avanzabas y el Director o Master iba poniendo puertas y otros elementos a medida que nuestros personajes tenían visión directa a esos objetos.

El juego tenía reglas sencillas, era fácil de montar y no se perdían horas para preparar una partida. En 5 minutos se escogían personajes y se jugaba. La imaginación, incipiente en nuestras mentes juveniles y las aventuras, mezclado con la épica, hacían el resto y permitían una jugabilidad enorme. Los jugadores podían crear los mapas a su gusto, creando diversos niveles de juego, cámaras secretas, trampas mortales, pasadizos secretos con tesoros inimaginables esperando tras la última puerta y obstáculo...

Los personajes principales tenían diversas habilidades. El guerrero era una máquina de matar pero tendía a caer en las trampas, mientras que el enano las detectaba fácilmente y las podía desactivar. El ladrón era experto en abrir puertas bien cerradas o en realizar ataques con 2 cuchillos, mortales y silenciosos. El mago, no hace falta que os cuente...

El juego venía con las fichas sin pintar y eso permitía que los más creativos se hicieran pintar las fichas o se las pintaran ellos mismos (yo me las hice pintar, son una obra de arte).

Los dados se recuerdan por sus calaveras impresas, síntoma de que habías logrado un impacto en el combate.


Bueno, mientras os dejo con vuestros recuerdos (si tuvísteis la suerte de jugar a este gran juego), me viene a la mente las partidas que me echaba con mis amigos por las noches del viernes-sábado, cuando éramos unos chavales. Poníamos unas velas al lado del tablero, con nuestros bocatas hechos apresuradamente, apagábamos las luces y emprendíamos el camino hacia un mundo desconocido y mágico.

Ojalá pudiera volver a ser un crío y que la imaginación me desbordara como entonces.

Saludos