Antiguamente tenía en el avatar otro piloto japones, pero no sabía
ni su nombre ni su historia, hasta que un dia me tropecé con este
relato en la red el cual me fascino, a partir de ese momento decidí
adoptar como avatar una foto de Kaname Harada, y esto es un poco
de su historia....
Oficialmente obtuvo 9 derribos, y espero que todavia siga con vida.
Kaname Harada. Era un piloto nato. De los 1.500 hombres que se
enrolaron junto a él para convertirse en aviadores navales, sólo 26
completaron el proceso de selección y el entrenamiento de cuatro años.
Harada recibió de manos de su emperador un reloj por ser el número
uno de su promoción. Fuerte, apuesto e inteligente, se le consideró un
candidato idóneo para el mundo castrense. Hoy tiene 85 años, trabaja en
un jardín de infancia y su opinión sobre la vida ha cambiado mucho
desde entonces. Cuando en septiembre de 1941 fue asignado al
portaaviones Soryu, su formación como piloto imperial se hizo más
intensa. Por eso, decidió enviar a su esposa embarazada, Sei, a casa de
sus padres en Nagano. Haciendo gala de la frialdad japonesa, ninguno de
los dos mostró emoción alguna en la despedida, pero ella le compensó
escribiéndole todos los días hasta que su barco levó anclas. "Mis
camaradas bromeaban y me decían que parecía suscrito a un periódico",
relata divertido. Todavía recuerda cómo el día de su partida los
conductos exteriores del navío fueron forrados para protegerlos del frío.
Los tripulantes estaban convencidos de que se disponían a atacar a la
Unión Soviética, incluso la nave trazaba rumbo hacia las Aleutianas.
Nadie sospechaba que eran actos para ocultar a Estados Unidos sus
verdaderas intenciones. Hasta el 24 de noviembre, ni Harada ni ninguno
de sus compañeros supo que su objetivo era Pearl Harbor.
Su acción contra el enclave americano se convirtió en aquel tiempo en
motivo de honda decepción personal. Como piloto de elite de los cazas
Japoneses, el escuadrón de zeros pasó la noche previa al ataque
brindando con sus camaradas por la derrota de los Estados Unidos. Por
ello, al ser informado de que estaba asignado a la patrulla aérea de
combate que protegería a los bombarderos y la flota, rogó a sus
superiores que le permitieran tomar parte en el ataque principal. La
petición fue denegada y voló sin incidentes mientras sus compañeros,
tres de los cuales nunca regresarían, tomaban parte en la destrucción del
aeródromo de la isla. Los aviadores volvían jubilosos: el ataque había
sido un éxito. Sin embargo, él recuerda que sintió lo contrario cuando
supo que los portaaviones estadounidenses de la Flota del Pacífico no
estaban fondeados en el puerto hawaiano. La historia demostraría que
este hecho sería crucial en el desarrollo de la guerra.
La participación relativamente discreta de Harada en la primera incursión
aérea del conflicto no se hizo extensible al resto del conflicto. El 5 de abril
de 1942 tomó parte en una serie de combates contra los británicos sobre
la isla de Ceilán (actual Sri Lanka) y pudo confirmar que había derribado
a cinco cazas enemigos Hurricane en sólo un día. La superior
maniobrabilidad del avión japonés Mitsubishi Zero le permitió combatir a
una distancia tan corta, que aún hoy le atormenta recordar las caras de
espanto de los hombres a los que derribó. Rememora con claridad cómo
uno de ellos logró aterrizar hábilmente sobre un arrozal con el aeroplano
destrozado.
Durante la batalla de Midway, punto de inflexión decisivo en el desenlace
de la guerra, cuatro portaaviones pesados nipones, incluyendo el de
Harada, fueron hundidos por las fuerzas estadounidenses. Con ningún
lugar donde tomar tierra, su caza se quedó sin combustible. Todavía
guarda el reloj que llevaba, detenido para siempre a las 15.26, momento
en el que amerizó. Salió ileso. Más tarde, en su primer derribo, la
experiencia resultaría más dura. Tras un largo combate con un Wildcat
sobre el cielo de Guadalcanal (isla del Pacífico Sur), fue abatido.
Previamente había vivido un frenético duelo aéreo. El piloto rival Joe Foss
y Harada volaban directos el uno hacia el otro con las ametralladoras
escupiendo fuego. Herido en un brazo y con su aeronave seriamente
dañada, el aviador japonés realizó un aterrizaje de emergencia en medio
de la jungla.
Allí se encontría con un bombardero nipón que también había sido
derribado: uno de los tripulantes estaba muerto y el otro moribundo. El
herido le rogó que le cortara un mechón de su cabello y se lo entregara a
su familia. Después le pidió que le abandonara e intentara salvar su vida.
Kaname Harada permaneció junto a él hasta que expiró. Posteriormente,
supo que al hacer esto se había salvado. El retraso impidió que se
cruzara las fuerzas estadounidenses que avanzaban en dirección a él.
Al terminar la guerra, este héroe y sus camaradas sufrieron el
ostracismo en su país. Según los términos de la rendición, la sociedad
quedaba totalmente desmilitarizada y a los antiguos soldados se les
prohibía ejercer actividades relacionadas con la educación o la política.
Durante los siguientes 25 años, se vio obligado a realizar trabajos sin
perspectiva de futuro: "Vendí manzanas, ordeñé vacas y trabajé como
peón de granja... Lo intenté todo, pero sólo obtuve el fracaso". En 1965,
él y su esposa abrieron un jardín de infancia para ayudar a las madres
de la zona. Finalmente, con el apoyo de la comunidad local, pudo
establecerse en Nagano ejerciendo esta actividad. En 1991, con motivo
del 50 aniversario de Pearl Harbor, Harada viajó a EEUU en busca del
perdón. Allí conoció a Joe Foss, el piloto que le derribó. Unidos por el
feroz duelo que protagonizaron siendo jóvenes, durante el cual el avión
del estadounidense recibió más de 240 impactos, ambos se hicieron, y
continúan siendo, amigos.
Con una existencia marcada por la obediencia ciega al mando militar,
Harada comprende ahora el crucial papel que desempeña la educación a
la hora de evitar que todo esto pueda suceder de nuevo. Lleva tres
décadas hablando en los colegios nipones y estadounidenses, para
ayudar a las nuevas generaciones a comprender la contienda . Es su
forma personal de encontrar el perdón. Ahora, en el ocaso de su vida, su
último deseo es conocer a las familias de los pilotos de los Hurricane con
los que luchó. Mantiene la esperanza de que el aviador que logró
aterrizar en el arrozal continúe con vida.
Referencia:
http://www.elmundo.es/magazine/m92/textos/japon1.html