Así directo, a la pregunta de
peregrino05, simple y llanamente diría: Sí era necesario.
Ahora aquí van mis razones.
La desición Truman de arrojar la bomba
“tan pronto como fuera posible", tal como escribió en su orden ejecutiva, responde claramente a la respuesta más sensata de una persona que tiene en su poder la forma y la manera de concluir rapido una guerra, que además, era la más sangrienta de toda la historia humana.
Truman era el Presidente de los Estados Unidos y por lo tanto responsable con su propia nación y de sus ciudadanos. Yo prefiero a un lider que mire primero por mis intereses y los de mi país (sobre todo cuando se está en guerra y puede estar en juego mi vida o la de un ser querido) que uno que piense en forma altruista en el enemigo o en su futura posición o juicio de la historia.
La Guerra en el Pacífico, fue un conflicto en el que no se respetaron normas, leyes o convencionalismos de guerra.
Los Estados Unidos tuvo solo el més anterior a la bomba (Julio de 1945) 2200 bajas en el frente del Pacífico. Y acabaría con una promedio de
221 muertos diarios durante los 4 años de guerra. Además de que un 27 % de los prisoneros Aliados en manos de los japoneses murieron, a diferencia de un 9% de los cautivos por los Alemanes.
Aunque los calculos de vida suenen repugnantes, como bien dice el
Mayor Von Happen (y estoy de acuerdo con ello), desgraciadamente son una realidad, tangible y veraz, que no pude ser negada ni mucho menos ignorada. Tienen que ser usados para sacar conclusiones que pueden ayudar a salvar vidas.
Tomando en cuenta que el plan de invasión a Japón, la llamada
Operación Downfall, cuya primera fase:
Olympic, ya estaba programada para iniciar el 1° de Noviembre, resulta dificil de creer que, de no haber sido arrojadas las bombas en Agosto, la guerra hubiera concluido para antes de esa fecha.
Ni los bloqueos, ni los bombardeos convencionales habrían podido rendir a los japoneses en solo 3 mese más. En cuanto un acuerdo o rendición por vía diplomática, mientras gobierno imperial japoneses estuviera dominado por la facción
Kwantung (el bando más duro del ejército), eso era tecnicamente imposible.
Según calculos en el Pentágono, tan solo para
el primer mes de la invasión a Japón se estimaba que cuando menos
50,800 soldados norteamericanos iban a ser muertos o heridos. Cifras concideradas por algunos militares bastante optimistas, sobre todo si se tomaba en cuenta que un año antes en Europa el general Eisenhower había sufrido 63 mil bajas en los primeros 30 días que siguieron al desembarco en Normandía. Y sobre todo ahora, que se iba a enfrentaba a un enemigo fanático y suicida, dirigidos por líderes que estaban dispuestos a sacrificar a todo su país antes que rendirse.
Los jovenes reclutas japoneses ya estaban siendo entrenados para amarrarse cargas explosivas al cuerpo y arrojarse a los tanques cuando se aproximaran; y las jovencitas de secundaria eran instruidas para atacar con lanzas y picas de bambú directas al abdomen de los invasores. “
Si no matas cuando menos a un soldado enemigo” –se les aseguraba a los adolescentes japoneses- “
no tendrás derecho a morir”.
La alternativa a la bomba, es decir, el no haber hecho uso de ella (aun a pasar de tenerla), solo significaba una prolongación del conflicto y muy probable una invasión directa al Japón. Lo que sin duda repercutiría en una mayor escalada de la guerra.
