
Sigamos con lo nuestro, pues.
Von Mansburg empezó a pensar en el nombre del oficial al mando del batallón disciplinario ¿Cuál era su nombre? Tenía que hacer un par de llamadas antes de quitarse de en medio a semejante majadero enganchado a chutes de dopamina en vena. Yonquis de emociones fuertes.
Aparte de haberle rebajado de empleo por el incidente de las campanas el día anterior, ahora se sentía en la obligación de alejarlo de su querido kampfgruppe. Podría llegar a ser la manzana podrida que echase a perder al resto de sus fuerzas acorazadas. Aquella forma de exponer el lateral del blindado ante el antitanque enemigo habia sido la gota que colmó el vaso de su paciencia.
Aunque su superior no lo sabia, Willberg corría un riesgo calculado.
Después de refugiarse tras el granero y soltar algo de adrenalina disparando contra unos pobres infantes alemanes, Patzi ordenó girar el blindado, con la intención de hacer una breve aparición, soltar unos cuantos proyectiles a la posición del antitanque y volverse a cubrir tras aquel enorme edificio. El antitanque estaba tan suprimido que para cuando levantasen la cabeza y les viesen aparecer, habrían recibido tres o cuatro salvas del bueno de Andreas.
Informó por radio de su maniobra cuando alguien les advirtió que aquello no era una buena idea. Era el radioperador Krabbe:
-En los mentideros se oye que te están buscando un sitio junto a los muchachos del comandante Hinka.
Eso lo hizo detenerse un instante. Quizás fuese conveniente mostrarse más precavido, no haciendo la guerra por su cuenta y acatar las órdenes, protegiendo a la infanteria propia como si de una gallina se tratase y dejar de buscar duelos de pistoleros con los cañones enemigos.
-Sí.... Eso será lo mejor..... Pero antes -dijo por lo bajini para darse ánimos-, asomamos un poquito el morro, y nos volvemos a esconder tras el cobertizo una vez que hagamos las salvas de presentación de rigor.
Se habia quedado con mal sabor de boca por la forma tan poco protocolaria de presentarse ante su enemigo. En el arma acorazada habia cierta etiqueta para esas cosas.
-Joder, que no somos la infanteria -pensó. Y, buscando la manera de justificarse, planeo que:
-Un par de cañonazos de nada y vuelta para atrás..., que me dijeron que en el batallón disciplinario hacen lo mismo que nosotros pero a bordo de Vespas con cañón. Que sí. Que está muy bien porque te da el aire en la cara. Bueno, el aire, los mosquitos, las balas, las esquirlas,...
No era plan de tensar demasiado la cuerda.
Además si el herr Oberst ordena que no asomemos el morro y apoyemos a la infanteria de Tiopepe atorada en el laberinto de setos, ya podía ordenárselo de forma taxativa, leñe. Que tiene una forma de ejercer el mando muy enigmática. Como aquel comandante de ascendencia gallega con el coincidimos cerca de Leningrado. Siempre con sugerencias. Ideas peregrinas. Amenazas veladas dejadas caer así, como sin querer. Y nosotros, los muchachos del arma acorazada, estamos acostumbrados a que nos escupan las órdenes, con saliva a ser posible, a dos palmos de la cara.
Patzi se volvió hacia sus muchachos:
-Chicos, llegan los refuerzos. Supongo que el Oberst estará ocupado ordenando el desbarajuste que se ha montado en retaguardia.
-¿Y eso?
-Parece ser que han debido de liarse en algún cruce y en vez de aparecer por este lado del terreno, han aparecido cerca de la entrada del Tiro al pato.
-Seguro que Von Patoso estará que trina....
-Con más razón para no cagarla ahora con ese antitanque. Si conseguimos reventarlo, seguro que se le dibuja una sonrisa en la cara y todo. Adelante, Lothar. Asoma el hocico a ver si tenemos suerte. Andreas, todo tuyo.