Enga, ya me voy a lanzar
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En mi opinión, el problema de la agricultura en Europa, y por extensión en lo que conocemos como Occidente, es estructural. Vivimos en una sociedad avanzada, consumista, que prima los bienes de producción. La producción agrícola es barata. Es materia prima, no elaborada, lo que significa que, en esencia, es gratis. La da la tierra. Un tomate crece por sí solo, sólo necesita un poco de lluvia y sol, y ambas cosas no cuestan nada. Sí, también necesita abono, fumigantes, etcétera, pero antes de que existiera todo eso también existían tomates. Lo mismo podría decirse del resto de materias primas, como los minerales o el ganado.
Luego el coste de producción de un tomate se reduce básicamente a los costes salariales. El jornalero que recoge el tomate en Europa quiere ganar lo suficiente como para comprar las cosas que se compran en Europa: coches, casas, comida, colegio... Y es lógico que así sea.
El resultado es que el coste salarial de la producción agrícola en Europa es infinitamente superior al coste de la elaboración, y no supone un valor añadido. Por eso un tomate en Europa cuesta mucho más que en Marruecos.
Una sociedad tan avanzada como la nuestra no se construye sobre la base de la producción de materias primas, sino sobre la elaboración de las mismas. Se gana mucho más vendiendo sofrito que el tomate en rama. Sin embargo, en toda Europa sigue existiendo la agricultura, eso es evidente. En España mucho más, pues no en vano se nos ha considerado largo tiempo como el granero de Europa.
Y aquí es donde entra el otro elemento de la ecuación: el capitalismo, o el libre mercado. Al tipo que elabora el sofrito lo mismo le da que el tomate sea de España que de Marruecos, porque es el mismo. Comprará el más barato, como es lógico. Y el más barato se encuentra en países en desarrollo, con la suficiente capacidad de producción agrícola, tanto en cantidad como en calidad, pero con muchísimos menos costes salariales, porque el jornalero no aspira a comprar todas esas cosas que he comentado antes que sí se demandan en Europa.
Lo mismo vale para el consumidor. Cuando vamos al supermercado, ¿alguien mira el origen de la mercancía? Puede que haya una cierta conciencia de mercado últimamente, pero en general compramos lo más barato, en muchas ocasiones porque es el mismo vendedor el que tiene lo más barato, a igualdad de calidad.
Como puede verse, se trata de una cuestión de funcionamiento interno del sistema, y como tal es muy difícil corregirlo. En los últimos años se nos está vendiendo la agricultura ecológica como un valor añadido que justificaría el precio superior de los productos europeos frente a los foráneos. Bien, es una alternativa, pero en primer lugar la mayor parte de la agricultura en Europa sigue siendo "no ecológica". En segundo lugar, habría que ver si los países en desarrollo no utilizan ya de por sí los sistema de lo que ha dado en llamarse agricultura ecológica, que no es otra cosa que volver a los orígenes (abonos naturales, recolección manual, riego sostenible, renuncia a los productos transgénicos...).
Otra medida correctora, incoherente con el propio sistema, es la imposición de aranceles. En general, es la medida mejor valorada por los productores. Se trata de un artificio que busca la reducción de la competencia y obliga al consumidor a comprar determinado producto. En esencia, es una perversión.
Así las cosas, la única solución efectiva que se me ocurre, a largo plazo, es la desaparición por completo de la producción agroganadera en Europa, excepto de aquellos productos endémicos, como por ejemplo el olivar. Es la única medida coherente con el sistema. O eso, o abolimos el sistema de producción actual. Muerto el perro, se acabaron las pulgas.
Me cuesta reconocer que esto sea así. Es un drama y una renuncia a una forma de vida con la que me siento identificado. El culpable no es la Duquesa de Alba, ni los productores, ni mucho menos los consumidores. El problema es el propio sistema de producción.