Supongo que la mayoría de vosotros, como hombre formados y cultos que sois, habréis leído ya en alguna ocasión el diario del capitán Scott de su última expedición. Si aún no lo habéis hecho merecéis que en el infierno (al que seguro que llegaréis) os asen las pelotillas a fuego lento. En fin, este libro escrito por Apsley Cherry-Garrard narra esa expedición pero desde otro punto de vista: el de un expedicionario de 24 años que se embarcó como voluntario para ir con Scott y que fue admitido gracias a su amistad con el jefe científico de la expedición y a que su padre aportó una buena suma de dinero. ¿Sus mérito para ir al Sur? Ninguno, jamás había salido de casa (era hijo de una familia rica), era experto en latín y griego y además era muy miope. Sin embargo, su sensibilidad y su manera natural de ver las cosas que luego plasmó en su libro lo han convertido en un mito de la literatura mal llamada "de aventuras".
El título del libro no hace referencia al viaje al Polo de Scott, sino a uno de más de 200 km que realizó con otros dos expedicionarios (Wilson y Bowers, que luego perecerían junto con Scott en el viaje al polo) en pleno invierno antártico para ir a recoger unos huevos de pingüino emperador, por aquel entonces un ave completamente desconocida. En la descripción de ese viaje al infierno se encuentran los mejores pasajes de todo el libro. Resulta increíble cómo, a partir de cierto momento en que una ventisca se lleva la tienda de campaña, asumen lo tres que van a morir. Esas páginas son espeluznantes. Luego también repasa todo el viaje al polo y sus problemas de conciencia. Él fue el encargado de llevar con un tiro de perros provisiones para el depósito más importante de Scott. Así lo hizo pero cuando llegó al depósito estuvo esperando al grupo durante más de 4 días y finalmente decidió regresar porque a los perros no les quedaba comida. Si hubiese salido a buscar a Scott sacrificando a los perros más débiles para alimentar a los otros quizás el resultado del viaje hubiese sido diferente. Pues eso: LEEDLO.
Aquí el angelito bien alimentado en los primeros meses de expedición:
Aquí el mismo angelito a su regreso:
LEEDLO.
