Entre finales de 2011 y comienzos de 2012 el gran Patxi y un servidor nos enfrentamos en una batalla salvaje en las costas de Normandía. Con los primeros intercambios de turnos Patxi me pasó un pequeño relato basado en los turnos transcurridos, y yo recogí el guante y relaté también, turno a turno, desde el punto de vista de varios protagonistas aliados, la misma batalla.
Nuestra idea era añadirles una imágenes y colgarlo a modo de AAR, pero el final de la batalla fué coincidiendo con una mala época y dejé olvidado el tema.
Ahora que el que está algo más jodido es él, recojo el AAR y lo comparto con vosotros. Animo Patxi!!
No he encontrado ninguna de las imágenes que guardaba, pero creo funciona bastante bien sin ellas.
El AAR serán 11 o 12 entregas. Os cuelgo la primera y seguiré con el resto a lo largo de la próxima semana, para que no os empachéis!
Última edición por Adelscott el 25 Feb 2014, 17:15, editado 2 veces en total.
Buenas Patxi, inaguro la radio para decirnos a la cara todo aquello que no nos atrevamos a decirlo con artillería de la gorda!!
----------------------------------- Patxi
El soldado Gunter Krast se movía inquieto en la pequeña garita que asomaba al mar. Francia, bendito destino, pensaba, pero maldita sea la estampa del sargento. Llevaba allí apostado más de dos horas y habría sobrepasado en más de veinte minutos su turno de guardia.
El amanecer comenzaba a dibujar las formas en los alrededores de su puesto y el relente de la mañana, junto a lo desapacible de la noche, hacia que el bueno de Krast no hubiese podido salir de su caseta para aliviarse. Repiqueteaban los clavos de las suelas contra el suelo de terrazo, y las ganas de orinar no dejaban de aumentar.
El ruido de las olas rompiendo mas abajo, en la playa, fueron la puntilla. Se asomo a la tronera de su atalaya para ver si el sargento se estaba acercando desde el puesto de vigilancia. Nada. Tranquilidad absoluta.
Se levanto la solapa del abrigo. Se coloco el arma al hombro y abandono la protección de la garita para aliviarse. La llovizna le golpeaba la cara y el viento no hacía sino disminuir la sensación térmica de aquella alborada.
Arrebujándose en el capote, se bajo como pudo la bragueta y comenzó a aligerarse mientras el aire le hacía mojarse los pantalones, las botas y la mano con el oscilante chorrito de orina dispersado por la brisa.
Mierda, musito.
Delante suyo, con la tenue luz del crepúsculo, el horizonte entre el mar y el cielo se veía cubierto de barcos y mas barcos del enemigo.
Mierda, volvió a decir, para sus adentros esta vez, con los ojos bien abiertos, boquiabierto, las solapas del gabán gualdrapeando contra su cara y el miembro balanceándose en el aire mientras seguía orinándose, fuera ya de cualquier control, sobre sus humedecidas ropas militares.
-------------- Adelscott
En cuanto la línea de la costa se recorta como una sombra lúgubre sobre los metálicos brillos de un mar demasiado agitado miro al timonel. El parece estar esperando mi mirada y hace un gesto automático con las dos palmas abiertas...
10 minutos aún. Cuando falten 5 tengo que soltarles a mis hombres unas palabras que he preparado y repasar órdenes y equipo. No se si podré hacerlo. Sólo pensar en ello me reseca la boca. Bebo un trago mientras miro la nuca descubierta, indefensa pienso culpable, de estos tipos a los que conozco desde hace 6 meses.
La mayoría están en silencio, incluso los más bromistas ahora callan. Cuando subimos al lanchón todavía se quejaban del estado del mar, del café del desayuno, del frío de la madrugada... Pero más tarde, cuando los cañones de los barcos comenzaron a martillear la costa todos caímos en la cuenta de que esto no era un ejercicio más.
7 minutos... Me parece mentira que un ingeniero sin más preocupación que la de sacar adelante la producción de una fábrica de mermelada hace tan sólo año y medio tenga ahora tanta responsabilidad sobre la vida de unos tipos a los que tan sólo saca 4 ó 5 años. Pero así es. Han aprendido que en su obediencia a las ordenes, tanto mías como de sus sargentos, sobre todo de sus sargentos, está la diferencia entre vivir o morir. Tiene gracia, porque también es mi primera experiencia de combate. Tiene puta gracia...
5 minutos. Reclamo atención y declamo mi letanía. No les hablo de libertad ni de ideales. Sólo describo a unos alemanes deseando matarles a toda costa, como locos a los que hay que exterminar. El odio es el único motor que impulsará a estos hombres tranquilos y civilizados a matar a sus semejantes. Y cuando empiecen a recibir disparos van a necesitar mucho motor para no detenerse. No quiero prisioneros. Os daré un paquete de tabaco por cada alemán muerto... Más vale no pensar mucho en ello, me digo para quitarme el mal sabor de boca que me queda. Demasiado cinismo para una mañana que se presume la última de muchos de ellos.
2 minutos, repaso ordenes, movimiento continuo, nada de agruparse, nada de pararse, fuego constante...
Empieza a oirse el tableteo de las HMG's alemanas. Algunos disparos impactan en el exterior del lanchón paro parece un accidente, algo fortuito.
El timonel asoma levemente la cabeza y me muestra su dedo indice... 1 minuto...
Luego la puerta del lanchón se abre para dejarnos paso al infierno...
El bueno de Gunter apenas tiene tiempo de volverse a guardar el miembro dentro del pantalón y de cerrar la boca para no parecer un atontado.
El sargento aparece corriendo entre las trincheras que se dirigen al fortín. Agarra a Gunter de una de las mangas del abrigo y le grita con la voz ronca y reseca por un mal despertar.
-Beeilen Sie sich, Krast. Diese langsam auf den Bunker zu gehen.
Algo así como aprieta el paso hasta el bunker o te empiezo a patear el culo y no paro en todo lo que nos queda de guerra. Bien mirado la guerra podría acabarse esa misma mañana para el sargento y para Gunter, así que piensa que sus posaderas no sufrirían un duro castigo. Reflexiones ridículas el día de la invasión. Trata de apartarlas de su mente. Cosas mas importantes tienen que concentrar su atención ahora.
Los dos soldados empiezan a correr hacia el reducto. Unos instantes después de atrancar la puerta por el interior, los proyectiles de los acorazados británicos rasgan el cielo y destrozan la tierra. Gunter Krast se tambalea mientras reza para que ninguno de esos obuses impacte directamente en el refugio de hormigón.
Decenas de hombres son enterrados vivos. Otros son directamente pulverizados por la onda expansiva.
Después de quince minutos de martilleo ininterrumpido sobre la playa, ven aparecer por las troneras las primeras barcazas de desembarco llegando a la orilla de la playa.
Con este percal, pocas arengas hacían falta para que las ametralladoras empezasen a escupir fuego. Y lo hicieron. En cantidades generosas.
A Gunter Krast le iba a estallar la cabeza. Se había orinado encima. Había pasado un miedo atroz durante el bombardeo. Se había acurrucado junto al barbilampiño Otto.
Le habían tintineado los dientes. Había sentido el temblor de su compañero ovillado junto a él. Se le habían taponado los oídos y había oído los gritos de terror, entre explosión y explosión, provenientes del exterior, colándose por la aspillera y quedándose para siempre junto a ellos.
Entre la primera salva y el desembarco, había tenido tiempo suficiente de recuperar, en parte, la compostura y ver como se llevaban a Otto a la parte trasera del bunker, con las uñas destrozadas y las manos ensangrentadas de rascar el cemento del piso y la mirada perdida, lejanamente feliz y risueña ¿Como habían podido hacerle eso al bueno de Otto?
También vio arrastrarse en el exterior a su antiguo compañero de barracón, el cabo Fuller. No podía caminar y se afanaba en volver a colocar como buenamente podía los sacos terreros alrededor de un antiguo pozo de tirador deteriorado por el bombardeo, mientras iba dejándose la vida en un charco de sangre que le manaba de sus inertes piernas.
Todo ocurría demasiado rápido. Y Gunter no entendía nada. La portezuela de una lancha se abrió frente al bunker. Gunter se quedo absorto mirando. Unos soldados comenzaron a salir, a desplegarse por la arena y a disparar hacia el bunker. El sargento, al darse cuenta de la situación, salió disparado hacia la posición de la MG, golpeándole para que disparase al enemigo que empezaba a llenar la playa. Otra lancha. Y más hombres saltando a la arena.
El sargento siguió golpeando a Gunter:
-schießen Idiot.
El soldado Gunter empezó a disparar por inercia, tal y como tantas veces habían practicado en aquellas mismas playas. El y el bueno de Otto. Se sonrió para sus adentros.
El sargento seguía atizándole. Las trazadoras de la MG comenzaron a concentrarse en el siguiente lanchón, justo en el momento en el que se abría la puerta y una nueva lluvia de granadas volvía a martirizar a los defensores de Calais.
Decenas de hombres saltan del lanchón. Los disparos que salen del bunker salen muy desagrupados y se pierden entre el mar, la arena y el casco de la lancha. El estruendo del bombardeo de preparación le impide escuchar la crepitación de su propia MG. Tan solo el monótono crujido de la ametralladora entre sus manos le indica que es él quien esta disparando realmente. El sargento se desespera. Ha dejado de golpearle al comprobar que comienza a disparar pero le grita al oido:
-Gruppen das Sagen, Tier ...
Algo así como apunta mejor, cacho borrico o vas a dejar el lanchón lleno de abolladuras y el bunker lleno de americanos. Un tipo duro este sargento.
Después de un instante, las pesadas bombas dejaron de barrer la playa. Los alemanes supervivientes que la defienden comienzan a levantar la cabeza de sus posiciones para ver por primera vez lo que se les viene encima.
Súbitamente la cacofonía de la guerra apuñala mis oídos. Por un momento el vértigo amenaza con tragarme y tengo la tentación de abandonarme a esa deriva final. El tiempo se hace denso, espeso, es un vaho febril entre el que debo avanzar y empujar a mis hombres.
Se que grito porque aunque no me oigo siento mi garganta irritada. Salid, salid, salid!. Cuando llego a la rampa me doy cuenta de que entre el agua que ha entrado flotan vómitos y sangre. ¿Ya?. Miro alrededor pero no veo a nadie herido y eso me causa un enorme desasosiego.
Enseguida pienso en que cualquier chico herido puede estar ahogándose en este metro de agua helada y comienzo a tantear el fondo con mis pies, dando patadas, una, dos, tres, hasta que me doy cuenta de que quienes verdaderamente me necesitan son los que están todavía vivos.
Un segundo para ordenar mis ideas. ¿Donde esta mi radio?. Martin esta semiagachado justo a mi lado. El chaval ha forrado la radio con plástico, pero no se atreve a agacharse del todo por si pudiese entrarle agua. Supongo que no ha considerado bien la alternativa... Le hago un gesto para que me siga y comienzo a avanzar. Delante de mi varios sargentos están llevando hacia las playas a sus pelotones con una decisión absoluta. Ese valor no te lo dan en ninguna academia.
Me detengo de nuevo para hacerme una idea de la situación. La artillería naval esta machacando la costa pero las trazadoras de las ametralladoras alemanas indican que sus posiciones están aguantando el chaparrón. Es difícil ver nada entre las explosiones, el ruido y los gritos de los heridos. El alferez Aguirre se acerca y me saca del apuro. El primero y el segundo pelotón avanzan hacía una zona de playa algo más tranquila, y me sugiere llevar también al tercer pelotón hacia allí.
Por supuesto. Quizás si la sección llega en buen estado podamos hacernos fuertes allí y tratar de progresar después. Me preocupa que de momento mis decisiones estén llegando más tarde que los hechos. No me han dado el mando de esta sección para eso. Decido gritar por encima del volumen de mis dudas. Adelante, adelante, adelante!!
El mar esta infestado de soldados que se mueven, disparan y siguen moviéndose hacia la arena de la playa. Los alemanes apenas pueden contenerlos a todos. El Oberst Goth, encargado de la defensa de la playa, apenas puede creer lo que escucha por la radio. La resistencia alemana en primera línea es muy reducida y los americanos están alcanzando los cráteres situados en tierra firme. Dirigiéndose hacia su ayudante, le ordena:
-Harold, prepárenme el coche. Vamos a ver que diablos pasa.
Y masculla:
-Maldita panda de cobardes.
Mientras, en el bunker, Gunter Krass recompone el ánimo y el espiritu. Agrupa los disparos de su ametralladora pesada en torno a un pequeño grupo de soldados que avanzan torpemente chapoteando en el mar. Las balas silban, la ametralladora crepita y el interior de la estancia se vuelve un lugar ensordecedor por momentos.
[2]
Algunos uniformes caquis se doblan, otros caen de forma grotesca, aunque la mayoría sigue avanzando ajenos al fuego que se vomita desde el interior del reducto.
La MG se recalienta y Gunter tiene que dejar de disparar durante unos segundos que se antojan eternos. El sargento Nelle señala con la palma extendida a otros grupos de soldados que se levantan y continúan su terca carrera hacia la playa. Gunter gira el arma y dispara otra ráfaga hacia el lugar donde señala el sargento.
Antes de que pueda continuar disparando una segunda andanada, el sargento vuelve a indicarle otra dirección. Gunter vuelve a fijar su vista en otro grupo de infantes y vuelve a accionar el gatillo. La MG se agita sobre su base anclada en una base de cemento. Una y otra vez. Todo el horizonte cercano esta cubierto de figuras que se agachan, avanzan y se vuelven a agachar. Con tantos objetivos a los que apuntar, Krass apenas puede apuntar en condiciones y los americanos consiguen, poco a poco, acercarse a los enormes cráteres abiertos por los obuses de sus acorazados.
¿Donde estara el resto de sus compañeros que defienden la playa? Gunter empieza a desesperarse. Cada vez alarga mas las ráfagas, en un vano intento de parar aquella marea, y los tubos de la MG continúan aumentando de temperatura, aunque no hay tiempo para andar cambiándolos por otros mas fríos.
-Wasser für MG...
Tendrán que aguantar el tiempo que sea necesario. A este ritmo, en 4 minutos tendrán a los americanos llamando a la puerta del bunker con los nudillos para poder entrar. Cuatro minutos y algunos trapos empapados en el agua del cubo para poder refrigerarla serán suficientes para no terminar con la ametralladora encasquillada. Eso espera al menos, el soldado Gunter Krass.
Salgo del agua corriendo todo lo que me permite mi ropa y equipo empapados. Veo a otros avanzar a buen paso pero la sensación que yo tengo es que apenas progreso. Delante hay unos cráteres atestados de soldados que tratan de protegerse del fuego cruzado de bunkers y casamatas a un lado y otro.
La velocidad a la que suceden los acontecimientos sigue siendo totalmente variable. Soy capaz de percibir el sonido de las balas atravesando el músculo de alguien no muy lejos de mí y sin embargo no puedo recordar el modo en el que he progresado los últimos 10 metros antes de tirarme de cabeza en un cráter.
Martin esta a mi lado. Aguirre no. El chaval quita el forro a la radio y comprueba que no ha entrado agua. Un trabajo cojonudo Martin. Su sonrisa, entre agradecida y orgullosa, debe ser la primera que ve esta playa esta mañana.
Contacto con el capitán de la compañía. Están teniendo algunas dificultades. ¡Menuda sorpresa! Una de las secciones se ha separado del resto y esta recibiendo fuego cruzado. De momento tendrán que apañárselas solos. Un pelotón de la tercera sección esta teniendo problemas no muy lejos de allí.
Por primera vez tengo una visión relativamente amplia del estado de la batalla. Me pongo de pié y echo un vistazo en la dirección en la que debe estar ese pelotón. Puedo echarles una mano.
Salto un par de cráteres con Martin unido a mi por el cordón umbilical de la radio y ambos acabamos en un pequeño agujero con el Sargento de mi segundo pelotón. Tenemos tarea...
Una espesa neblina surge de improviso a unas decenas de metros de las posiciones que ocupan Gunter, Otto y el sargento Nelle.
-Rauchbomben -sugiere el sargento.
Han debido de ser lanzadas por los uniformes caquis que se parapetan tras el terraplén que separa la playa del interior para proteger a sus compañeros que continúan progresando por el agua.
Entre los jirones que se abren en el humo, el sargento y Gunter ven en la lejanía un par de hombres que marchan caminando tranquilamente hacia la orilla. Andan tranquilamente, como si de un paseo se tratase mientras las balas zumban a su alrededor. La humareda vuelve a tapar la escena. Instantes después, la niebla vuelve a abrirse y Gunter ve como uno de esos hombres gira sobre si mismo, se derrumba pesadamente hacia atrás y su compañero, al ver caer a su compañero, comienza a correr para salvar su vida. Es una situación extraña. Durante un momento, Gunter parece alejado del campo de batalla y se permite observar, a través de la pequeña pantalla de su tronera, el devenir del desembarco.
Un fugaz instante de paz dentro del bunker. Otto, sigue acurrucado en el fondo del bunker. Manos destrozadas. Mirada perdida. Sonrisa en la cara. Gunter se entretiene retirando un trapo húmedo puesto sobre el templado cañón de la MG. Se deleita observando las formas de penachos del humo al deshacerse frente a ellos. El sargento Nelle también está estudiando la humareda que se levanta delante.
Intenta escudriñar alguna sombra que le indique cuando se iniciara el asalto enemigo. Amartilla su arma y se palpa el cinturón. Un par de granadas ¿Serán suficientes?, se pregunta.
La guerra se ha detenido en este sector del frente, pero las explosiones, el estruendo, los disparos y la muerte, siguen su puntual cita en otros sectores del frente.
Hacia alli va el Oberst. Se monta en el kubelwagen mientras sus ayudantes intentan seguirle los pasos, resoplando y con la sensación de que les engañaron cuando les dijeron que en Plana Mayor iba a ser un destino sosegado.
-Hacia el pueblo -ordena secamente el Oberst en tanto que sus ayudantes se acomodan en los asientos y comienzan a mentar por lo bajini a quienes les habían recomendado para ese puesto.
Un puesto fetén, recordaban que les habían dicho cuando anunciaron en casa que iban a servir a un Oberst. Vais a vivir como reyes.
El kubel arranca con violencia y tienen que llevarse una mano a la gorra para que no salga despedida.
La orden que más a conciencia he cumplido nunca fue cuando el teniente Bassman me dijo que no quería que asomara la cabeza para nada. Así que me quité el fusil para estar más cómodo y me pegué al suelo como una serpiente mientras trasteaba con la radio lo mejor que podía.
A mi lado había un chico de nuestra sección echado boca abajo. No le veía ninguna herida, pero no había duda de que estaba muerto. Se me hacía raro que estuviese muerto y a la vez tan intacto, después de todo lo que había visto en los últimos 10 minutos. Traté de olvidarme de esos pensamientos concentrándome en la frenética actividad del teniente y el sargento del segundo pelotón.
Trataban desesperadamente de dirigir a los chicos hacia los lados para evitar aglomeraciones y hacer hueco para las siguientes oleadas.
Recuerdo que llegó un cabo al hoyo y el teniente le dijo que cogiera 3 hombres y saltaran hasta un cráter unos metros más adelante. El cabo levantó la cabeza, echó una ojeada y dijo que era una locura, que los matarían a todos. El teniente le respondió que la locura era no intentarlo, que en la playa estábamos todos muertos y que la única posibilidad de sobrevivir era avanzando.
El cabo asintió y desapareció por donde había llegado. Poco después me pareció que el volumen del tiroteo aumentaba...
El Kubelwagen llego hasta el pueblo a una velocidad anormalmente reducida, tranquilamente, como si estuviese dando un paseo matutino o como si de una parada militar se tratase, ajeno a los disparos que resonaban en el otro extremo del mismo.
El Oberst Goth se acerco al conductor y tocándole el hombro derecho le ordeno:
-Espéreme aquí. Vuelvo en unos minutos.
El soldado asintió y cuando quiso bajar para abrir la portezuela trasera, el Oberst ya estaba fuera. Se desabrocho el elegante abrigo y lo extendió hacia el chofer.
-Cuide de él.
Goth señalo a sus asistentes una dirección con la palma de la mano. Estos, blancos y paralizados por el miedo, se miraron como preguntándose si realmente el Oberst pretendía ir hacia allá.
Goth comenzó a correr agachando la cabeza hacia el interior del pueblo.
Sus asistentes le siguieron, repitiendo sus movimientos como autómatas. El conductor les perdió de vista al doblar una esquina y se alegro de estar junto al coche. No tenía claro si iba a cumplir las órdenes mas allá de lo razonable.
En cuanto escuchase que el tiroteo se acercase un poco mas, volvería por donde había venido dejando allí al comandante y a sus ayudantes. No se consideraba un héroe ni falta que le hacía. Simplemente era un soldado encargado de kubelwagen ¡Y vaya si iba a cuidar bien de su vehículo!
El sargento Nelle sigue inquieto intentando adivinar por que lado vendrá el asalto aliado. Gunter Krass retira el ultimo trapo y aprovecha la calma en su sector para cambiar el tubo de la MG. Lo arroja al agua y retira del cubo otro tubo. Listo para disparar. De repente una lluvia de plomo bate las posiciones enemigas, ocultas tras la neblina.
El primer impacto le asusta. Otro bombardeo aliado, piensa. Pero el plomo sigue cayendo al otro lado de la cortina de humo y Gunter se sorprende asimismo con una sonrisa en la boca mientras la artillería alemana golpea una y otra vez. Una y otra vez. Gunter intenta borrar aquella sensación de entusiasmo que le invade, pero no puede. Son hombres los que están muriendo también, intenta razonar, pero su cuerpo y el lado más oscuro de su mente se rebelan y comienza a unirse al resto de compañeros, que desde las trincheras contiguas a su bunker, gritan y aplauden cada vez que una granada arranca de la arena un uniforme caqui y lo sube por los aires.
Otto se presenta junto a ellos y dispara su mauser a través de la tronera hacia la niebla, fuera de si por el ruido del bombardeo, mientras brama:
-Kommen Sie jetzt, Feiglinge..... (venid ahora, cobardes).
Contagiados por su locura, varios de nosotros nos unimos a la orgia de sangre y disparamos a los cuerpos que permanecen tirados en la arena. Mal momento para estar en ese lado del frente.....
---------------- Adelscott:
Sigo con la mirada al cabo y sus dos hombres. Sin duda tienen valor, pienso mientras dudo del mío propio. Los veo avanzar a saltos escondiéndose en agujeros escasos hasta para una liebre. Toman aliento y recorren un par de metros más. Enfrente los alemanes ya no disparan como antes. Los veía sacar los rifles de la trinchera para disparar y pensaba que allí eran invulnerables, pero les hemos castigado mucho y hemos abatido a algunos que huían de la posición. Desde la distancia los hombres que caen simplemente parecen desaparecer. Un bulto gris que de repente ya no esta o cae de modo grotesco, y después nada mas, sin gritos, sin sangre, sin drama...
Mientras, el cabo casi ha llegado a las alambradas. Se gira y mirándome afirma con un gesto grave. Como si temiese despertar a alguien en medio de semejante batalla encojo mis hombros para indicarle que mantenga la cabeza agachada. La posición que ocupa ahora permite mejor defensa y también una visión de la calle del pueblo.
De repente un cañón rápido dispara y caen dos hombres. Demasiado rápido, demasiado fácil... Incluso el sargento esta sorprendido. Luego, mientras indica algo a un par de hombres que se mantienen a la expectativa me susurra... Panzers!
- El sanitario ve en la cortina de humo una posibilidad de ayudar a los heridos que esperan a ser atendidos sobre la playa o incluso aguas adentro, donde los que no se han ahogado se aferran a obstáculos, equipo o cadáveres para no hacerlo.
Agarra de la solapa a su compañero quién le sigue de mala gana y comienzan a moverse frenéticamente por la playa. Su compañero corre de hombre en hombre evaluando rápidamente a cada uno de ellos y localizando a los heridos más graves.
Algunos no tienen ninguna esperanza, otros, como el alférez al que ahora atiende y protege ofreciendo la espalda al enemigo, se salvarían en condiciones normales. Y la danza sigue, sulfamida, apósitos, coser, morfina... Cuando puede trata a los hombres con el contenido de sus propios kits carlisle. La batalla es una carnicería y por un momento piensa que incluso el hospital de campaña que puedan montar va a tener dificultades para proporcionar auxilio a tanto herido.
De repente una sombras fantasmagóricas le rodean y él no sabe si alegrarse o echarse a llorar...
Que bueno que recuperes esta historia, Adel.
Parece mentira que la escribiese yo mismo. Me esta encantando volver a releerla y redescubrirla.
El bache que estamos pasando ahora mismo no es tan grave, de momento. La llegada de un nuevo cachorro a la familia te hace ser mas conservador todavia y te hace plantearte ciertas cosas que ahora mismo pueden llegar a ser superfluas.
Es que empiezas a recortar gastos y vicios y ves que con internet se te va un potosi a lo largo del año.
Y piensas si realmente te merece la pena pagar tanto por el servicio que te pueda hacer. Con tal de poder ver los correos y navegar, voy mas que sobrado. Y son unos eurillos mas que se quedan en casa, que falta nos van a hacer.
En fin, que voy a seguir dejandome caer por aqui, no lo dudes. Y gracias por los animos, que no viene mal como rearme moral. Un fuerte abrazo y a seguir con el AAR.....
PD.-Que digo yo, algun dia habra que acabar la campaña-embolado en la que nos metimos, ¿no?
Pues si, llevaba todo este tiempo echando de menos no haber hecho la tarea en su momento y el otro día, cuando te leí, me decidí a colgar de una vez el AAR. La pena es que ya no se que hice con las capturas pero bueno, las carencias visuales que las cubra la imaginación.
Y mira, creo que no había jugado otra partida desde entonces y el otro día recogí el guante que lanzaba Aquilifer y estoy disfrutando como un crío de la partida. Así que cuando te vayan mejor las cosas, búscame que seguiremos la campaña!
-Parece que viene otra oleada.
Efectivamente, otras lanchas de desembarco llegaban a la orilla y pequeñas siluetas se movían por la playa. Gunter vio entre los jirones de niebla que volvían a cubrir el frente un par de secciones de mortero que avanzaban paralelas a la línea de playa, alejándose de su porción de playa. Apretó rabioso el gatillo y la ametralladora comenzó a escupir fuego. Las trazadoras barrían el mar y Gunter comenzó a alcanzar la posición por las que se movían aquellos hombres. Comenzaron a correr, dificultados por el peso del tubo, de la munición y de la plataforma. Aquello iba a ser fácil, pensó Gunter. Las balas pasaban rasantes por encima de sus cabezas. Gunter inclinó imperceptiblemente el cañón de la MG hacia abajo y los proyectiles comenzaron a caer entre aquellas manchas que se desplazaban hacia la izquierda.
Uno de los uniformes caquis cayó al mar mientras el resto continuaba su atropellada huida. De repente, el humo oculto aquellas siluetas pero Gunter permaneció unos segundos más con el gatillo apretado.
Odiaba a los morteros.
Patxi:
La situación en el bunker se había tranquilizado. No conseguían ver ningún enemigo, pero sabían que estaban ahí fuera, tras el terraplén que bajaba a la playa, esperando su momento para saltar sobre la posición que defendían el sargento Nelle, Gunter Krass y Otto. Extraño. La guerra se había desplazado unas centenas de metros más lejos y en la porción de playa que asomaba a la tronera de la casamata apenas se podía ver ningún movimiento. Tan solo cuerpos flotando en el agua, cráteres humeantes y tierra removida por el bombardeo. Nada más. Sin embargo, la amenaza continuaba parapetada, fuera de su vista, treinta metros por delante suyo. De vez en cuando, Gunter rociaba la tierra y la arena que se extendía delante de su bunker con buen plomo alemán.
Quería seguir teniendo a aquellos apestosos aliados pegados al terreno. Por este lado de la playa los aliados no conseguirían avanzar. Gunter se sonrió autocomplaciente. Un instante después, volvió a preocuparse por lo presuntuosos de sus pensamientos. Aquella playa tenía varios cientos de metros de longitud y los sonidos que llegaban desde el otro extremo de la misma no invitaban a ser demasiados optimistas.
En el pueblo, el comandante Goth se mueve como pez en el agua, impulsado por una fuerza sobrehumana entre los cascotes que inundan la calle principal. El teniente que le sigue piensa en lo ridículo de la situación:
-¿Donde cojones ira el Oberst a estas alturas de la película?
Empiezan a caer algunos morteros en la calle por las que se mueven los tres hombres.
-Hostia.... -suelta el sargento. Una granada estalla cerca. Un blindado que protegía la calle comienza a recular, mientras que el Oberst continua avanzando, de cráter a cráter. Cuerpos pegados a la fachadas de los edificios. Cuerpos que buscan la protección de los muros. Otra granada. El teniente cae hacia atrás. Un fogonazo y el cuerpo del teniente hace de parapeto al sargento. Decenas de esquirlas rasgan el aire y se clavan en el cuerpo del oficial:
-Hostia puta..... -gruñe el sargento mientras a la carrera dejan atrás al moribundo. No hay tiempo para pensar. Sólo correr hacia adelante. Las granadas siguen cayendo. Nadie sabe si son para el blindado o algún mortero intenta calzarse al Oberst que corre alocadamente hacia las playas.
Puuuuum. Otra detonación. Lo peor de los morteros es que no se les oye venir, así que cada explosión que oye el sargento es un motivo más para alegrarse. Si las oyes reventar, es que estas vivo.
El Oberst se detiene en medio de la calle. Señala a su acompañante una puerta. El sargento asiente. Cualquier cosa menos permanecer en medio de esta lluvia de plomo. El comandante Goth se levanta y entra en el edificio derribando la puerta de un fuerte empujón. Justo al entrar una granada explota a sus espaldas. El sargento apenas si la ha percibido. El zambobazo le ha impactado de lleno, reventando su brazo izquierdo.
Perra guerra. Eran buenos muchachos -musita el Oberst.
Esta claro que esta tocado por la providencia divina. Este es mi día -susurra mientras se palpa el cuerpo buscando alguna herida. Este es mi día -vuelve a repetir.
---------ooooooo------------- Patxi:
¿Pero que cohoneeeeee es estoooooo? Treinta Shermans de golpe y porrazo en la playa apareciendo de la nada...... :o
NOTA: Después de la descarga aliada iniacial, lanzada a ciegas y con poco resultado, el desembarco y las andanadas alemanas, la batalla estuvo en un punto muerto hasta el momento en que llegaban los refuerzos blindados, que aparecían en línea a lo largo de toda la playa. Y esta potencia de fuego, organizada y concentrada sorpresivamente en un turno era demasiado irreal. Si hubiesen salido más caóticamente el resultado hubiese sido más creíble.
-------->>>>>><<<<<<<---------- Adelscott:
La segunda oleada había llegado protegida por espesas barreras de humo que eran extendidas diligentemente por el viento a lo largo de toda la playa.
Los soldados tampoco eran capaces de ver la playa a través de ella, pero el espectáculo que descubrían mientras avanzaban no dejaba ningún lugar a la duda.
Según Norman M., de la compañía George, era "como dirigirse a la picadora de carne. No pude evitar recordar mi época en el matadero, cuando yo era quién alimentaba con trozos de carne la picadora con la que hacíamos las hamburguesas. Nosotros éramos aquellos pequeños trozos que durante horas y horas volcábamos en la máquina..."
- En el extremo izquierdo de la playa el Sargento Mayor Nimes, de la compañía HQ, seguía desgañitándose ante la radio. Yo jamás había oído una sarta de improperios tan larga y variada en boca de alguien que no fuese irlandés. Por lo visto su sector había sido bombardeado causando algunas bajas y no estaba muy claro su había sido la artillería alemana o la aliada. Les estaban castigando duro aunque aquellos tíos eran bastante duros y el teniente me dijo que el sargento mantendría la moral. Pero oírle era realmente angustioso.
- Estamos clavados a la playa. Han aparecido un par de vehículos artillados y hacen imposible cualquier avance hacia el pueblo. Estamos teniendo cada vez más bajas y nuestra posición es cada vez más expuesta.
Justo cuando doy la orden de retroceder empieza a caer sobre nosotros fuego de mortero. El efecto es devastador. Los hombres se apiñan en los cráteres y rezan porque la siniestra lotería no les mande directamente al más allá.
A mi izquierda oigo el estallido de la artillería naval. Sigue cayendo demasiado cerca. Algunos de los tiros de aproximación han causado bajas entre la segunda oleada. Algunos de los chicos están realmente cabreados.
La situación es realmente mala. dependemos de la artillería para poder progresar siquiera unos metros. Justo delante de mi posición hemos tomado una trinchera pero esta fuertemente batida por los alemanes y estamos a punto de abandonarla. ¿Cuándo diablos llegan los carros?
El Oberst Goth sale a la calle. Allí esta el teniente tirado en medio de la calle agujereada por los obuses, retorciéndose de dolor. Siguen silbando las balas a su alrededor, pero el Oberst se siente en la obligación de atender a aquel desgraciado ayudante suyo. De una forma u otra, se encuentra en esa situación por haberle metido en aquel fregado. Le coge la mano, entreabre su casaca buscando la herida que sigue tiñendo de sangre su uniforme. El teniente balbucea.
-Tranquilo hijo -le dice sin mirarle a los ojos. Una herida poco profunda.
Sigue palpando y sus dedos se topan con una sustancia viscosa y caliente que brota del costado. Mala cosa.
El teniente vuelve a agitarse, intentando decir algo, pero flemas cubiertas de sangre le hacen estornudar y sigue sin articular palabra.
-Hijo, voy a buscar unos vendajes a la casa y enseguida vuelvo. No tema. Saldrá de esta.
La mano del teniente resbala y el Oberst vuelve a entrar a la casa. Arranca un trozo de cortina que rasga hasta hacer unas pequeñas tiras. Vuelve a salir a la calle que desemboca en la playa. Los aliados, a menos de trescientos metros en línea recta y el Oberst jugándose el tipo por un teniente que se desangra y del que ni siquiera sabe el nombre de pila. Aunque no sea hombre de pensamientos profundos, Goth maldice por lo bajini su negra conciencia. Se tira junto a su ayudante, que se altera con la llegada de una sombra que ya no reconoce ni amiga ni enemiga. Siente como esa sombra le abre la pechera. Oye ruidos de tela deshilachándose. El espectro gruñe. Las balas perdidas silban. Esa mancha le gira, siente que algo le oprime y se abandona en el delirio alucinógeno que le invade. No siente dolor. Advierte como una voz conocida le dice al oído:
-Hijo, ya no puedo hacer más por ti. Supongo que te recogerán los yanquis. Espero que tengas más suerte que el resto de nosotros....
Unos botas claveteadas que se alejan y un fundido en negro. No hay más.
Alguien avisa de la presencia de un Sherman avanzando por la playa que se extiende bajo el bunker. El sargento Nelle, Gunter Krass y Otto apenas si pueden verlo, aunque perciben las humaradas negras y oscuras que despide el blindado y que se elevan desde el terraplén hacia el cielo. Alguien grita:
-Huyamos de aqui, sargento. Huyamos ahora que todavía podemos.....
Nelle amartilla su Luger y reniega:
-De este bunker no sale nadie sin que yo dé la orden.
Otra andanada artillera machaca nuestra retaguardia. Gunter Krass odia la artillería. Se vuelve loco. Van a morir todos como ratas ahí dentro, pero teme más a la luger del sargento. Aprieta con más fuerza el gatillo y la MG escupe más y más plomo sobre cráteres donde hace ya tiempo que ningún yanqui asoma la cabeza.
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Adelscott:
La mañana era aún lo suficientemente oscura para que no distinguiéramos el fondo, así que al llevar el carro rampa abajo daba la sensación de que no pararíamos hasta hundirnos en una fosa abisal. Pero no, pronto las orugas empezaron a arañar la arena y avanzábamos hacia la playa. Yo estaba en el extremo izquierdo de la playa y nuestra llegada coincidió con una descarga de artillería que arrasó una línea de cañones anticarro pero no antes de que estos diesen buena cuenta de los otros dos carros de la sección. No sobrevivió ninguno de los 10 muchachos. Creo que fue uno de esos 88...
- El sanitario ha estado con la cara hundida en la arena los últimos minutos. Cuando los morteros cesan su fuego y él puede de nuevo llevar su mirada de un lado a otro la visión le espanta. Todo lo que ve son hombres heridos, mutilados, muertos los más afortunados. La tarea que tiene por delante le abruma de tal manera que durante un tiempo es incapaz de mover un sólo músculo. Sin embargo poco a poco algunas figuras se van desperezando y comienzan a auxiliar a otras en peor estado. Sanitario, sanitario...
- Estoy herido. Mi brazo izquierdo cuelga sin vida de un hombro del que sobresalen óseas astillas. Lo sujeto con la mano derecha pero es sólo un peso muerto. La artillería ha destrozado mi sección, desangrándola.
Extrañamente, estoy completamente tranquilo y sereno. Me apoyo en el talud y me siento esperando un sanitario. Los carros están avanzando y, aunque yo no puedo verlo, parece que están haciendo salir a los alemanes de sus guaridas.
Martin me enciende un cigarrillo y me lo coloca en la boca. El pobre chaval tiembla como una hoja, y no puede dejar de mirar el destrozo que la metralla ha hecho en mi hombro. El esta ileso y su radio todavía funciona. La guerra ha durado para mí apenas un cuarto de hora, pero al menos estoy vivo. A mi alrededor hay muchos que no han tenido tanta fortuna. Me pregunto cuánto he contribuido yo a esta carnicería...
Me lo he leído de un tirón y me he quedado con ganas de más...
Esto lo entiende hasta un niño... Rápido, que me traigan un niño!!! (genial Grouxo)
La principal causa de divorcio, es el matrimonio (a ver quién discute eso)