Por otro lado, este semana se estrena en España la película ESTRELLA, SEÑAL DE SOCORRO, una película rusa ambientada en la II GM. La crítica la ha tratado muy bien. Por ejemplo, hoy en el ABC se puede leer lo siguiente respecto de la película:
Héroes de antaño, de los que salían en los tebeos de Hazañas Bélicas, el Sargento Gorila y también, y sobre todo, de Dunkerque, las Ardenas, Rommel y el desierto, olor a pólvora, a destrucción... Nikolay Lebedev ha hecho de esta «Estrella» un remanente de todas las heroicidades que en el mundo fueron. Y lo ha hecho a corazón abierto, sin trucos, sin más efectos especiales que los necesarios. Si estalla una locomotora, nos cargamos las antiguas reliquias que requisamos a los nazis, y nos la cargamos de verdad, que salte en mil pedazos de hierros retorcidos. Nada de maquetas ni engaños. Tanques, camiones, motos, coches, todos por los aires con un sello auténtico, de película antigua modernizada. El pretexto también es viejo, añejo y con el sabor de los buenos vinos. En el frente oriental los alemanes se preparan para la contraofensiva en plena Segunda Guerra Mundial. Los rusos quieren saber cómo, cuándo y cuántos. Así que mandan a unos chicos de 20 a 23 años detrás de las líneas enemigas para que averigüen e informen. El resto es valor, audacia y sagacidad, sangre y sudor, arrojo desmedido y amor a la causa.
Dentro del horror de la guerra, es una película hermosa pues su belleza está en la simplicidad de lo expuesto, en la ingenua inocencia del comando, en el compañerismo y la camaradería que Lebedev imprime en cada toma y en cada escena. Es el no dejar un solo hombre atrás, pero sin la fanfarronería altanera y soberbia de los Rangers, Delta y siete mil fuerzas especiales de los de Yanquilandia. Aquí todo es más sencillo, más real y, por lo tanto, más cruento. Dotada de una soberbia fotografía sobre todo, «Estrella» (premios y nominaciones aquí y allá) tiene, por encima de su argumento sabido pero no por eso banal, una premisa que la eleva a gran altura: ese sabor a cine de antes, del que ya no se hace, desprovisto de la fatua modernidad, tiene en todo su entorno un halo auténtico que destroza los ordenadores y los circuitos que atan al cine de los últimos tiempos. Alrededor de la historia, totalmente épica, un elenco de actores jóvenes valiosos, empezando por el emergente Igor Petrenko (una especie de Brad Pitt ruso) y siguiendo por unos secundarios de lujo que confieren al trabajo un empaque sólido y monolítico. El resultado final, sin ser una bomba incendiaria, explosiona más en el corazón que en la cabeza, puro sentimiento a flor de piel.
Algunas fotos para animar la presentación:


Pues eso, a por la bolsa de palomitas
