Las tropas del cartaginés Aryaman y el Gran Rey Boores se enfrentaron en una sangrienta batalla en la sierra al sur de Thabarca.
La victoria ha cubierto con sus divinas alas al bando cartaginés. Los númidas han perdido la mitad de sus hombres y se retiran a su territorio, donde deberán recuperarse de las bajas. Los cartagineses han tenido casi un tercio de pérdidas, ejemplo de la dureza de la batalla, pero los conocimientos hipocráticos de Aryaman reducen en un 25% ese número.
Les presentamos el informe que Aryaman ha mandado al Senado de Cartago:
Respetable Senado,
¡Victoria! ¡Melkart nos bendice! ¡Victoria!
El enemigo nos superaba considerablemente en número, 10.300 contra 8.800, especialmente en infantería ligera, en que nos doblaba. El resto de fuerzas estaba más equilibrado, y aunque el ejército númida carecía de caballería pesada, compensaba mis dos escuadrones pesados con dos escuadrones de elefantes.
El rey Boores desplegó su ejército sobre dos colinas, en su ala izquierda, los mercenarios galos e hispanos, con la caballería ligera y los elefantes, lo más selecto de sus tropas. En el ala derecha, sobre una colina de laderas muy escarpadas, la infantería púnica (sin duda exiliados políticos de Carthago que anteponen los intereses de partido a los de su país). El despliegue en ambas colinas está cubierto en todo su frente por su abundante infantería ligera.
Por mi parte, desplegué mis mercenarios hispanos y africanos en mi ala derecha, y la infantería púnica en la izquierda, con lo que quedaban afrontados de un lado la infantería púnica y del otro lo más selecto de nuestros respectivos ejércitos
Comprobando que Boores se mantenía pasivo en sus fuertes posiciones defensivas, determiné lanzar un ataque sobre su ala izquierda, en la que el terreno era más accesible. Para ello hice avanzar mi ala derecha y mi ala izquierda se redesplegó detrás, formando una segunda línea, de modo que concentré todo mi ejército sobre su ala izquierda.
Mis tropas lanzaron un asalto desesperado sobre la colina y consiguieron desbaratar al enemigo, incluyendo los temibles elefantes. El ala derecha enemiga lanzó a su vez un contraataque abandonando su excelente posición defensiva y a punto estuvo de romper mi línea de batalla, reformada para encarar este ataque de flanco, pero finalmente las pérdidas incurridas por el enemigo fueron suficientes para asegurarme la victoria por un estrechísimo margen.
¡Los dioses bendigan a Cartago!
Resultado final:
